La estrategia de la diplomacia española para afianzar el apoyo financiero y las inversiones de China, convertida ya en la segunda potencia mundial, es muy acertada, al igual que lo es el esfuerzo por reforzar las buenas relaciones políticas entre ambos países. El viaje que acaba de realizar el presidente Zapatero a China –el cuarto desde que es presidente– es un paso fundamental para la consolidación de ese proceso.
El viceprimer ministro chino, Li Keqiang, que visitó España en enero pasado, ha calificado a país como el mejor amigo de China en la Unión Europea. No es la primera vez que los dirigentes chinos expresan su apoyo a España. En los momentos más críticos de la crisis de la deuda, hace unos meses, dieron un importante espaldarazo a España al expresar públicamente su confianza en la economía española y su decisión de incrementar sus compras de deuda pública, como así han hecho. En 2009 la inversión china en títulos públicos españoles era de 6.000 millones de euros y en la actualidad, según datos del Gobierno, se eleva a 25.000 millones.
Las autoridades chinas, durante el viaje del presidente Zapatero, han renovado su voluntad de seguir invirtiendo en España con nuevas compras de deuda pública y, sobre todo, con la posibilidad de que sus fondos y empresas puedan entrar en las cajas de ahorro para contribuir a su recapitalización. No se sabe si serán los 9.000 millones que dijo el presidente Zapatero, en un acto de indiscreción política que podría haberse evitado, pero de lo que apenas hay dudas es que España puede seguir contando con el apoyo financiero del gigante asiático. Y eso es una ayuda fundamental para los españoles en estos momentos. Para China, asimismo, puede ser de interés estratégico el hecho de tomar posiciones en el sistema financiero europeo a través de las entidades de ahorro españolas.
España se ha comprometido, por boca del presidente Zapatero, a ser la aliada de China en sus relaciones con la Unión Europea y abogar para que sea considerada como una economía de mercado. De esta forma, China dejaría de estar penalizada con aranceles más elevados de los normales. Pero España también aspira a facilitar a China sus relaciones con Latinoamérica, continente en el que pretende ampliar su creciente presencia económica.
La nueva etapa de amistad chinoespañola, al margen de los puntuales apoyos financieros y políticos, debería sustentarse en una colaboración comercial y empresarial intensa. En este sentido, España debería implementar y desarrollar una estrategia público-privada, mucho más ambiciosa que la actual, para incrementar las exportaciones y la presencia de empresas en China, que es el mercado más grande y de mayor crecimiento del mundo. El potencial de expansión que las empresas españolas tienen en China es enorme, pero apenas está explorado. Y el momento de hacerlo es ahora. China no sólo aporta dinero a España sino que les ofrece también la oportunidad de ganarlo y de compensar el elevado desequilibrio comercial existente.
El presidente chino, Hu Jintao, en su discurso en el Foro de Boao (el Davos asiático), donde Zapatero ha sido el único europeo invitado, ha renovado su voluntad de abrir su país al mundo, de dar mayor importancia a las importaciones y de lograr acuerdos equilibrados con sus socios. España debe aceptar el reto.