Es común escuchar que los pobres tienen demasiados hijos y que eso mismo los hace pobres. También es común la sugerencia de que se debería limitar la cantidad de hijos que deberían tener, dependiendo de su capacidad de mantenerlos.
¿Qué rol juegan los hijos?
Las familias de estrato medio y alto pueden satisfacer las necesidades y deseos de sus hijos de manera óptima, dando incluso más de lo que realmente necesitan. Lo contrario ocurre con las familias pobres: no tienen los medios y recursos para satisfacer las necesidades de sus hijos y dar sustentabilidad y bienestar estable a la familia. Este último punto es clave, pues en esta pequeña comunidad se valora más el bienestar general que el individual, y esto hace que la familia se vea obligada a poner a trabajar a los hijos para generar más ingresos para todos los miembros.
Dado que los hijos menores de 18 años no tienen un costo de oportunidad palpable, es decir que no renuncian a ninguna otra actividad visible al estar trabajando (renunciar a los estudios no muestra un costo en el corto plazo), toman un rol de trabajador que aporta a la familia según su capacidad.
Queda claro entonces que las familias pobres ven a los hijos como un tipo de capital humano. Dado que no pueden generar capital monetario, ni cuentan con medios de producción como tierras, ni tienen acceso a la propiedad de estos medios la única manera de aumentar sus ingresos es con trabajo. Y a más hijos, más ingresos para la familia.
Mortalidad infantil
Un factor que era importante en épocas antiguas era la tasa de mortalidad infantil. Las familias tenían más hijos porque la probabilidad de supervivencia de cada niño era relativamente baja, y cuanto más hijos tenían, más aumentaba la probabilidad de que algún hijo sobreviviera más allá de la niñez. Si la probabilidad de que los niños mueran es baja, es necesario tener menos hijos para que la misma cantidad llegue a la edad adulta.
La necesidad de que una cantidad determinada de hijos lleguen a edades adultas se debe, en parte, a la necesidad de los padres de ser asistidos económicamente en su vejez.
Como es difícil que los hijos salgan de la pobreza, por sus condiciones iniciales y la escasa movilidad social, no cuentan con demasiados recursos para mantener a sus padres y sus respectivas familias, por lo que tener una cantidad de hijos mayor aumenta el ingreso de los padres.
Mujeres y oportunidades laborales
Por eso en las sociedades más tradicionales, la mujer sigue encargándose del cuidado de los hijos en casa. Pero la figura de feminidad ha venido cambiando, conforme cambian otros aspectos de la cultura. Así, ellas pudieron acceder a trabajos que tradicionalmente no desempeñaban y demostraron su capacidad de realizarlos.
Más educación, ¿menos hijos?
La capacidad de la mujer de desarrollar una carrera profesional es clave en la disminución de la tasa de fertilidad. La razón de ello es económica: su costo de oportunidad aumenta conforme aumenta la preparación profesional.
Tener hijos implica, entonces, un sacrificio en tiempo para la madre. Por tanto, a medida que el tiempo de las madres se hace más valioso, es decir a medida que el ingreso de la madre aumenta, el costo de tener un hijo marginal aumenta.
A mayor PIB per cápita, menor tasa de fertilidad. Al aumentar el ingreso de cada mujer, aumenta el costo de oportunidad por cada hijo.
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