VARSOVIA, 1920: la BATALLA que FRENÓ a LENIN
Publicado: 10 Sep 2021, 13:28
Varsovia, 1920: la batalla que frenó a Lenin
En 1920, la Rusia soviética estaba preparada para exportar la revolucióN La marcha victoriosa contra las fuerzas contrarrevolucionarias del Ejército Blanco en la guerra civil y los levantamientos comunistas que se habían producido el año anterior en Alemania y Hungría convencieron al líder bolchevique Vladímir Lenin de que era el momento adecuado para extender su doctrina por toda Europa.
No era solamente un deber ideológico, sino también una cuestión de supervivencia. Las potencias aliadas habían apoyado militarmente a las tropas antibolcheviques en la guerra civil, por lo que los soviéticos no descartaban recibir un ataque de las fuerzas capitalistas en el futuro. El comunismo necesitaba expandirse para sobrevivir.
El gran objetivo de Lenin era Alemania. La recién creada República de Weimar se desangraba entre huelgas, revueltas, movimientos separatistas y las consecuencias de la presión económica ejercida por los aliados a través del Tratado de Versalles. Parecía el caldo de cultivo perfecto para que triunfara la revolución.
A pesar de los fracasos anteriores (los espartaquistas en Berlín, los socialistas en Baviera), los líderes bolcheviques confiaban en que se produjeran nuevos levantamientos, en que estallara una segunda “revolución de noviembre” con el apoyo del Ejército Rojo. La instauración de un régimen comunista en Alemania serviría como trampolín para impulsar la revolución en el resto de Europa. Sin embargo, el camino hacia Berlín no estaba despejado. Había surgido un nuevo obstáculo tras la Primera Guerra Mundial: Polonia.
El (re)nacimiento de una nación
Polonia desapareció del mapa en el siglo XVIII. Fue engullida por las tres grandes potencias que la rodeaban: Rusia, Austria y Prusia. La caída de estos tres gigantes tras la Gran Guerra permitió a Polonia recuperar su independencia, aunque no las antiguas fronteras. Estas se internaban en Lituania, Bielorrusia y Ucrania, tres naciones surgidas también después de la guerra.
El jefe del Estado polaco Józef Pilsudski ambicionaba esos antiguos territorios para que sirvieran de contrapeso en una región dominada por el poderoso imperialismo ruso y alemán. Su idea era liderar una formación con los cuatro países siguiendo el modelo de mancomunidad que existió entre los siglos XVI y XVIII. Una federación a la que llamó Miedzymorze (“Entremares”), por extenderse desde el mar Báltico al mar Negro.
Pero Pilsudski no era el único que deseaba esos territorios. Los bolcheviques querían también controlarlos para que sirvieran como cabezas de puente en su expansión hacia el oeste. A finales de 1918, aprovechando la retirada de las tropas alemanas, los rusos se adelantaron e instauraron repúblicas socialistas en esos países con la ayuda de simpatizantes locales. Apenas encontraron resistencia salvo en Ucrania, donde se desató una guerra entre soviéticos, rusos blancos, nacionalistas ucranianos y polacos.
Pilsudski reaccionó ante estos movimientos lanzando una ofensiva en marzo de 1919 contra la recién creada República Socialista Soviética Lituano-Bielorrusa. El ejército polaco estaba bien preparado. Había sido asesorado por oficiales franceses (entre ellos, un joven Charles de Gaulle), y estaba compuesto en su mayoría por experimentados soldados que habían servido en alguno de los tres ejércitos imperiales y por el Ejército Azul, una división de voluntarios provenientes de Francia.
Pilsudski, aprovechando que el grueso del Ejército Rojo estaba batallando contra los blancos, ocupó el país en agosto de 1919. Luego, con el apoyo de los nacionalistas locales, expulsó al gobierno socialista.
Dado que el gobierno polaco no deseaba ocupar esos territorios por la fuerza, sino ganarse su favor para formar una federación, decidió entablar negociaciones con los líderes nacionalistas lituanos y bielorrusos. También buscó un alto el fuego con los soviéticos. Lo hizo a pesar de las presiones de Francia y Gran Bretaña, que deseaban que se unieran a las fuerzas contrarrevolucionarias en la guerra civil.
Pilsudski evitó apoyar a los rusos blancos, porque los consideraba aún más peligrosos que los rojos. Esto era debido a que gran parte de sus dirigentes eran reacios a reconocer la independencia de Polonia, así como la del resto de países del oeste que habían pertenecido al imperio zarista.
A mediados de 1919, el gobierno polaco llegó a un armisticio secreto con Lenin. No fue difícil. El líder soviético estaba buscando un respiro para centrar sus fuerzas en la guerra civil, por lo que la propuesta fue muy bienvenida. Sin embargo, el alto el fuego no se materializó en un tratado de paz. La tensión que existía entre los dos países era demasiado grande. Durante la tregua, los polacos continuaron sumando apoyos diplomáticos en Bielorrusia y los países bálticos, y consolidando su posición militar en Ucrania, donde lograron anexionarse los territorios del oeste.
Los soviéticos, envalentonados por los triunfos contra los blancos, estaban cada vez más decididos a destruir a la “burguesa” Polonia, estado que consideraban controlado por la nobleza terrateniente y dirigido por la entente franco-británica. La reanudación de las hostilidades era solo cuestión de tiempo.
Guerra abierta
A principios de 1920, los dos ejércitos estaban mirándose cara a cara. Con el curso de la guerra civil cada vez más favorable a los soviéticos, Lenin y el comisario de Guerra, León Trotski, tomaron la decisión de lanzar una ofensiva contra Polonia. El ataque perseguía dos objetivos. Uno, estratégico: provocar un levantamiento comunista en el país y despejar el camino hacia Alemania. Y otro, simbólico: según Lenin, “destruir el Tratado de Versalles, sobre el que descansa el actual sistema de relaciones internaciones”.
A pesar de que la decisión estaba tomada, Rusia no quería atacar sin que mediara una provocación. Esta no tardó en llegar. Pilsudski, advertido por su servicio de inteligencia de las intenciones soviéticas, decidió actuar antes de que el Ejército Rojo movilizara todo su potencial. El 25 de abril lanzó una ofensiva contra Kiev, que estaba bajo control bolchevique. Contó con el apoyo del líder nacionalista ucraniano Simon Petliura, con quien había firmado una alianza para instaurar un gobierno amistoso.
La operación, en la que participó también el general y futuro primer ministro polaco Wladyslaw Sikorski, fue un éxito militar, con las tropas polaco-ucranianas ocupando la ciudad en apenas dos semanas. Pero también fue un desastre diplomático. Para la mayor parte de la opinión mundial, la guerra entre rusos y polacos no se había declarado abiertamente. El enfrentamiento del año anterior se consideraba como uno más de los muchos conflictos fronterizos que habían surgido tras el fin de la guerra mundial
El ataque polaco, por lo tanto, fue visto como una invasión de Rusia. Pocos parecieron percatarse de que la ofensiva había sido en territorio ucraniano, no ruso. Esta percepción, que se reflejó en la prensa de la época, pone de manifiesto lo porosas que eran todavía las fronteras surgidas tras la caída del imperio zarista.
https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20200813/32704/varsovia-1920-batalla-freno-lenin.html#foto-3
En 1920, la Rusia soviética estaba preparada para exportar la revolucióN La marcha victoriosa contra las fuerzas contrarrevolucionarias del Ejército Blanco en la guerra civil y los levantamientos comunistas que se habían producido el año anterior en Alemania y Hungría convencieron al líder bolchevique Vladímir Lenin de que era el momento adecuado para extender su doctrina por toda Europa.
No era solamente un deber ideológico, sino también una cuestión de supervivencia. Las potencias aliadas habían apoyado militarmente a las tropas antibolcheviques en la guerra civil, por lo que los soviéticos no descartaban recibir un ataque de las fuerzas capitalistas en el futuro. El comunismo necesitaba expandirse para sobrevivir.
El gran objetivo de Lenin era Alemania. La recién creada República de Weimar se desangraba entre huelgas, revueltas, movimientos separatistas y las consecuencias de la presión económica ejercida por los aliados a través del Tratado de Versalles. Parecía el caldo de cultivo perfecto para que triunfara la revolución.
A pesar de los fracasos anteriores (los espartaquistas en Berlín, los socialistas en Baviera), los líderes bolcheviques confiaban en que se produjeran nuevos levantamientos, en que estallara una segunda “revolución de noviembre” con el apoyo del Ejército Rojo. La instauración de un régimen comunista en Alemania serviría como trampolín para impulsar la revolución en el resto de Europa. Sin embargo, el camino hacia Berlín no estaba despejado. Había surgido un nuevo obstáculo tras la Primera Guerra Mundial: Polonia.
El (re)nacimiento de una nación
Polonia desapareció del mapa en el siglo XVIII. Fue engullida por las tres grandes potencias que la rodeaban: Rusia, Austria y Prusia. La caída de estos tres gigantes tras la Gran Guerra permitió a Polonia recuperar su independencia, aunque no las antiguas fronteras. Estas se internaban en Lituania, Bielorrusia y Ucrania, tres naciones surgidas también después de la guerra.
El jefe del Estado polaco Józef Pilsudski ambicionaba esos antiguos territorios para que sirvieran de contrapeso en una región dominada por el poderoso imperialismo ruso y alemán. Su idea era liderar una formación con los cuatro países siguiendo el modelo de mancomunidad que existió entre los siglos XVI y XVIII. Una federación a la que llamó Miedzymorze (“Entremares”), por extenderse desde el mar Báltico al mar Negro.
Pero Pilsudski no era el único que deseaba esos territorios. Los bolcheviques querían también controlarlos para que sirvieran como cabezas de puente en su expansión hacia el oeste. A finales de 1918, aprovechando la retirada de las tropas alemanas, los rusos se adelantaron e instauraron repúblicas socialistas en esos países con la ayuda de simpatizantes locales. Apenas encontraron resistencia salvo en Ucrania, donde se desató una guerra entre soviéticos, rusos blancos, nacionalistas ucranianos y polacos.
Pilsudski reaccionó ante estos movimientos lanzando una ofensiva en marzo de 1919 contra la recién creada República Socialista Soviética Lituano-Bielorrusa. El ejército polaco estaba bien preparado. Había sido asesorado por oficiales franceses (entre ellos, un joven Charles de Gaulle), y estaba compuesto en su mayoría por experimentados soldados que habían servido en alguno de los tres ejércitos imperiales y por el Ejército Azul, una división de voluntarios provenientes de Francia.
Pilsudski, aprovechando que el grueso del Ejército Rojo estaba batallando contra los blancos, ocupó el país en agosto de 1919. Luego, con el apoyo de los nacionalistas locales, expulsó al gobierno socialista.
Dado que el gobierno polaco no deseaba ocupar esos territorios por la fuerza, sino ganarse su favor para formar una federación, decidió entablar negociaciones con los líderes nacionalistas lituanos y bielorrusos. También buscó un alto el fuego con los soviéticos. Lo hizo a pesar de las presiones de Francia y Gran Bretaña, que deseaban que se unieran a las fuerzas contrarrevolucionarias en la guerra civil.
Pilsudski evitó apoyar a los rusos blancos, porque los consideraba aún más peligrosos que los rojos. Esto era debido a que gran parte de sus dirigentes eran reacios a reconocer la independencia de Polonia, así como la del resto de países del oeste que habían pertenecido al imperio zarista.
A mediados de 1919, el gobierno polaco llegó a un armisticio secreto con Lenin. No fue difícil. El líder soviético estaba buscando un respiro para centrar sus fuerzas en la guerra civil, por lo que la propuesta fue muy bienvenida. Sin embargo, el alto el fuego no se materializó en un tratado de paz. La tensión que existía entre los dos países era demasiado grande. Durante la tregua, los polacos continuaron sumando apoyos diplomáticos en Bielorrusia y los países bálticos, y consolidando su posición militar en Ucrania, donde lograron anexionarse los territorios del oeste.
Los soviéticos, envalentonados por los triunfos contra los blancos, estaban cada vez más decididos a destruir a la “burguesa” Polonia, estado que consideraban controlado por la nobleza terrateniente y dirigido por la entente franco-británica. La reanudación de las hostilidades era solo cuestión de tiempo.
Guerra abierta
A principios de 1920, los dos ejércitos estaban mirándose cara a cara. Con el curso de la guerra civil cada vez más favorable a los soviéticos, Lenin y el comisario de Guerra, León Trotski, tomaron la decisión de lanzar una ofensiva contra Polonia. El ataque perseguía dos objetivos. Uno, estratégico: provocar un levantamiento comunista en el país y despejar el camino hacia Alemania. Y otro, simbólico: según Lenin, “destruir el Tratado de Versalles, sobre el que descansa el actual sistema de relaciones internaciones”.
A pesar de que la decisión estaba tomada, Rusia no quería atacar sin que mediara una provocación. Esta no tardó en llegar. Pilsudski, advertido por su servicio de inteligencia de las intenciones soviéticas, decidió actuar antes de que el Ejército Rojo movilizara todo su potencial. El 25 de abril lanzó una ofensiva contra Kiev, que estaba bajo control bolchevique. Contó con el apoyo del líder nacionalista ucraniano Simon Petliura, con quien había firmado una alianza para instaurar un gobierno amistoso.
La operación, en la que participó también el general y futuro primer ministro polaco Wladyslaw Sikorski, fue un éxito militar, con las tropas polaco-ucranianas ocupando la ciudad en apenas dos semanas. Pero también fue un desastre diplomático. Para la mayor parte de la opinión mundial, la guerra entre rusos y polacos no se había declarado abiertamente. El enfrentamiento del año anterior se consideraba como uno más de los muchos conflictos fronterizos que habían surgido tras el fin de la guerra mundial
El ataque polaco, por lo tanto, fue visto como una invasión de Rusia. Pocos parecieron percatarse de que la ofensiva había sido en territorio ucraniano, no ruso. Esta percepción, que se reflejó en la prensa de la época, pone de manifiesto lo porosas que eran todavía las fronteras surgidas tras la caída del imperio zarista.
https://www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20200813/32704/varsovia-1920-batalla-freno-lenin.html#foto-3