Multicultralismo, es un término acuñado por los filósofos norteamericanos, M. Waltzer y C. Taylor, es por lo tanto, una doctrina norteamericana y (trasladada ahora a Europa), que pone en duda la hegemonía cultural de los grupos blancos dirigentes en EEUU, respecto de las minorías (étnicas, sexuales, etc...) y aboga por un pleno reconocimiento de estas últimas.
Pero en realidad, el Multiculturalismo, es uno de los subconjuntos ideológicos del Progresismo. Es una antimoral convertida en la nueva ética cívica de la globalización, inyectada con fervor religioso.
Toda ideología tiene un objetivo. Y el objetivo del Multicuturalismo es, hacer "progresar" a la sociedad civil hasta un nivel que subvierta por completo los valores naturales y tradicionales, degenerándolos por completo. Así es común percibir como “progreso social” la normalización y promoción de valores antinaturales como, la destrucción de la familia heterosexual, homogeneidad sexual, intercambio de roles, homosexualidad, transexualidad, mestizaje a gran escala etc... Todos ellos, valores tradicionalmente amorales, pero convertidos hoy en día, en la nueva moral mundialista, homogénea, universal y globalizante.
Para que esto se lleve a cabo, tiene que llevar parejo un entramado económico también global, es decir, un capitalismo global, neoliberal y especulativo. Parece una contradicción, ¿no?, una ideología aparentemente de izquierdas, acompañada de un entramado económico de derechas. Pues es así, porque no están atacando por la derecha y por la izquierda. Y es que, se busca una nueva población mundial homogénea (mestizaje racial) que tenga unas características físicas y psíquicas comunes para una mayor standarización global, y una nueva moral-religión universalista, en consonancia con los valores anteriores. Se busca una masa aborregada, intelectualmente deficiente, que sólo aspire a cubrir sus necesidades básicas.
El Multiculturalismo, como cualquier forma de Progresismo como nuevo
dogma de fe, no se puede contrariar, ni siquiera con explicaciones lógicas y detalladas, porque quien critica un dogma, es un hereje. El hereje, generalmente denominado fascista, aunque disienta de esa ideología política, es condenado al ostracismo social. Su postura y su discurso, aún siendo ejemplarmente respetuoso y científicamente probado, no tiene cabida en una ideología que, con enfermiza obsesión, se declara
cínicamente “abierta, respetuosa y democrática”. El “fascista”, el hereje, no es considerado un sujeto moral, y lo por tanto, su opinión carece del más mínimo valor.
Pero a mi todo esto me toca los cojones. Yo soy racista declarado y lo que más jode a muchos con los que hablo, es que lo puedo argumentar y racionalizar.