De todas formas, tengo que adelantar que mi apoyo personal a Nayib Bukele no es permanente. Yo soy un "agnóstico ideológico". No creo en un único remedio (ideología) para solucionar un problema. Pueden existir varias fórmulas. Unas son más efectivas y rápidas que otras. Otras, no sirven para nada y perpetúan el problema. Eso, cuando no lo empeoran (buenismo).
Los medios de comunicación suelen jugar a comparar a Javier Milei con Nayib Bukele, tildándolos de "ultraderecha". Ya he analizado el porqué de la utilización de este término, que se debe a la utilización del obsoleto eje izquierda-derecha y a: 1) la mala fe y/o 2) la incompetencia intelectual. Salvo algunas cuestiones, ambos políticos no tienen mucho que ver en el grueso de sus medidas. Milei es un tipo (a priori) sectario, que sólo conoce un camino para llegar a su objetivo. Un camino que viene marcado por la ideología liberal. Aunque, en esta familia hay varias ramificaciones. Sin embargo, Bukele es un político pragmático, que viene de la izquierda salvadoreña. ¿Qué gestión es más efectiva, la que no se sale de un marco ideológico o la que aplica las medidas que se creen más beneficiosas para el país, con independencia de a qué doctrina pertenezcan? Hay varios caminos para llegar a Roma. Uno puede ser más rápido, otro más eficaz y puede que otro sea ambas cosas. Otros caminos, puede que nunca lleguen a Roma, y lo que hagan sea enviarte a miles de km de tu objetivo. Y estoy hablando de posibilidades razonables y coherentes. No de barbaridades, del tipo "matar a todos los salvadoreños, para acabar con las maras". Si vaciamos de gente El Salvador, seguro que ya no habrá más maras. Lo sé. Pero pienso que estoy razonando con personas con un mínimo de inteligencia, no con indigentes intelectuales.
Yo no tengo una bola de cristal. No sé qué deparará para El Salvador de Bukele, en el futuro. No sé si a Bukele se le subirá el éxito a la cabeza y creará un régimen bukelista, como hizo Chávez en Venezuela. Aunque, ya quisieran los venezolanos haber "sufrido" a Bukele, en vez de a Chávez. Lo que quiero decir es que mi apoyo personal al gobierno de Bukele no es permanente ni a prueba de bombas. Defenderé su gestión, mientras a mí me parezca que debo defenderla. No me agarraré a un clavo ardiendo por pura cabezonería o sectarismo, como hacen otros.
No es que "esté recogiendo cable", como se suele decir. Simplemente, estoy recordando que yo soy incapaz de tener las tragaderas que tienen otros, que aguantan carros y carretas, apoyando algo hasta el final. Aunque se demuestre errado. Esa forma de ser no va conmigo. Tan pronto puedo estar aupándote, como encendiendo la hoguera que va a terminar contigo. No acostumbro a apoyar a gente que me decepciona, por mucho que haya creído en ella, en su momento. Con esto no estoy diciendo que Nayib Bukele me vaya a decepcionar. Espero que no. Deseo que siga siendo un político coherente y eficaz, que piense primero en su pueblo y en la gente honrada, antes que en los delincuentes y lo que puedan decir los injerencistas desde fuera de su país. Sobre todo, que continúe llevando a El Salvador hacia una prosperidad que nadie imaginaba hace unas décadas. Por eso, como ya he dicho, yo no sé qué le depara a El Salvador de Bukele en un futuro. Sólo sé que Bukele, con un 91% de aprobación interna, y a la vista de los resultados, es lo que necesitaba El Salvador. Al igual que sé que este PSOE de Sánchez (en realidad, de ninguno) no es lo que necesita España para solucionar sus problemas. Tampoco un tibio democristiano como Feijóo.