Lo que para algunos parece ser una obviedad, y a la vista está del resultado, para otros era algo que no se podía saber, a pesar de todas las alarmas que sonaron, y a las que no les hicieron ni puñetero caso, en el largo proceso que, durante décadas, permitió que Europa Occidental se llenara (y se sigue llenando) de extranjeros poco cualificados, altamente dependientes de ayudas estatales, bajo estrato social, con poca afinidad cultural e idiomática y con diferencias antagónicas en cuanto a idiosincrasia y tradiciones se refiere. Y todo en nombre de la multiculturalidad, la diversidad, la inclusividad, tolerancia y demás supuestas bondades del progresismo occidental. Lo de Suecia, era la crónica de una muerte anunciada. Durante décadas se puso a este país como ejemplo de prosperidad y cosmopolitismo. Se admiraba a los suecos por ser tan solidarios. Se creía, verdaderamente, que su sistema era exitoso. Algunos sabíamos que todas esas "bondades" le acabarían estallando en la cara. Y vaya si les estalló. Hasta el punto que la policía sueca se ha visto desbordada y ha tenido que pedir ayuda al Ejército, para luchar contra las bandas criminales que mantienen zonas del país totalmente ajenas al dominio del estado, provocando cientos de víctimas de su violencia al año. La multiculturalidad sólo ha tenido cierto éxito en regímenes autoritarios. El resto de veces que se ha intentado llevar a cabo, ha terminado en un rotundo fracaso: segregación, violencia interétnica, victimismo, supremacismo, desunión social, etc. Y lo peor es que, a pesar de ser un fracaso, las élites siguen insistiendo en la implantación de este modelo. Hasta el punto de que la UE sigue con su plan de acoger cuotas de inmigrantes por país miembro. Plan que se ha paralizado por la rotunda negativa de países con gobiernos soberanistas (a diferencia de los globalistas), como Hungría, Polonia y Eslovaquia. ¿Adivináis en qué grupo está España?