gergis escribió:Un perfecto imbécil y una organización de imbéciles, que tiraron para delante con su imbecibilidad porque se sentían protegidos por alguien que tenían detrás y que debía ser my poderoso (Washington).
Nuestro pais no quería entrar en la OTAN, nos chantajearon con Canarias, y a día de hoy nos siguen presionando con su "amistad" con Marruecos. Estás ciego.
La mayoría de los españoles no quería entrar en la OTAN, de eso no hay duda. Pero es que el presidente Leopoldo Calvo-Sotelo nos metió en la organización con nocturnidad y alevosía, por su cuenta y riesgo y, por supuesto, sin que se le pasara en ningún momento por la cabeza organizar un referéndum para conocer la opinión de los españoles al respecto. Nos metió porque a él le salió de los mismísimos y punto pelota.
El PSOE, como es sabido, hizo una intensa campaña contra la entrada de España en la OTAN, y después Felipe González cambió de opinión o, mejor dicho, le hicieron cambiar de opinión, mostrándose a favor de esa entrada que tanto había criticado, lo que le costó feroces ataques desde la militancia socialista e incluso entre destacados miembros de su gobierno. No pocos socialistas rompieron el carnet del partido en aquella ocasión.
¿Por qué ese cambio de actitud de Felipe González? En aquellos momentos no estaba claro, pero hoy, gracias a los documentos que han aparecido y las declaraciones de varios protagonistas, sabemos que el presidente español recibió formidables presiones desde Bonn y Washington, es decir, desde Alemania y EE UU. Helmut Kohl, por entonces el hombre más poderoso de Europa, le hizo saber a FG que si retiraba a España de la OTAN, no podría contar en el futuro con el apoyo de Alemania para la ansiada entrada en la UE. Y no contar con el apoyo de Alemania significaba sencillamente que España no podría soñar con la entrada en la organización ni recibir los fondos que deseaba como agua de mayo y que sirvieron para modernizar intensamente el país a partir de 1986, año de la entrada de España en la UE.
Por parte de EE UU las presiones no fueron menores. La Administración Reagan le trasladó a FG que para EE UU sería inaceptable una retirada de España de la OTAN, lo que prácticamente equivalía a una amenaza indirecta. Y teniendo en cuenta que España acababa de superar el golpe de Estado de Tejero, FG temió, con razón, alguna nueva asonada militar alentada por EE UU en una época en la que el intervencionismo de ese país estaba en sus máximos, como por ejemplo se demostró con la invasión de la isla de Granada, el acoso a Libia, el apoyo masivo a la contra nicaragüense, un apoyo que desangró al país en una larga guerra civil, o el sostenimiento militar y económico de la genocida Junta Militar en El Salvador. Eran los años 80, un mundo muy distinto al actual.
Así pues, Felipe González se vio entre la espada y la pared: por una parte a él personalmente no le gustaba nada la OTAN y habría sacado a España de la misma de buen gusto, algo que ha reconocido posteriormente, pero por otra, se sentía impotente para enfurecer a EE UU y Alemania en una época en la que en España había ruido de sables y la democracia no podía considerarse como asentada. Además, la economía estaba de capa caída y la entrada en la UE era un objetivo irrenunciable.
Teniendo en cuenta que la militancia socialista, a la que no podía ignorar, era hostil a la OTAN, pero a la vez sin fuerzas para enfrentarse a Reagan y Kohl, FG tuvo la idea de recurrir a un referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, con lo que mataba dos pájaros de un tiro: por una parte, la militancia no le podría acusar de ser un veleta que cambiaba de opinión según soplara el viento y de haberla engañado imponiendo su giro copernicano sin consultar al pueblo, a la vez que, de ese modo, tanto si triunfaba el 'sí' como el 'no', podría presentarse ante alemanes y norteamericanos como un político que respetaba la decisión del pueblo español, al que se debía, con lo que se sacudía la responsabilidad sobre el tema.
Fue la solución de FG para salir relativamente airoso de un problema tan endemoniado. De ciego, nada. Tengo una perspectiva bastante amplia sobre el asunto.