Fray escribió:Bruno escribió:Miren, hasta Roma podría reclamar que toda la Península ibérica les pertenece
A qué Roma te refieres? A la ciudad? Los antiguos romanos no tienen nada que ver con los actuales italianos. Tambien podriamos decir nosotros que Italia nos pertenece cuando la ocuparon nuestras tropas hace 500 años
Entonces no entiendes lo que he querido decir. Mira, si algo demuestra la historia es que no hay nada definitivo, sino algo medianamente temporal que puede durar poco o mucho. Serán los poderosos los que cambian las cosas por sus intereses: unas veces será la aristocracia, otras veces lo serán las religiones, otras las cambiarán los poderes económicos, pero le pueblo jamás podrá cambiar la historia porque es eminente anodino y algo similar al barro, que el alfarero lo modela a su manera; naturalmente el alfarero es el político.
Nadie es dueño de la historia, aunque lo parezca. La aparición del mercado y su pujanza hizo que apareciera el mercantilismo, la eliminación de las barreras propias del feudalismo y la aparición de las monarquías absolutas que protagonizaron la historia de Europa en la Edad Moderna. Ahí, en esa época, es cuando empiezan a fraguarse por motivos exclusivamente económicos las grandes naciones, entre ellas España, Francia, Inglaterra, que posteriormente crearon los grandes imperios desde el siglo XVI hasta el XIX.
Esas grandes naciones, hoy viejas y decadentes, pero con un importante bagaje, son las que tienen que protagonizar la unidad de Europa, no los que aspiran a las baronías de los pequeños nacionalismos. Algún día solo tendremos un pasaporte europeo y todo lo demás será un conjunto de viejas historias. ¿Ustedes se imaginan, en el caso de las independencias de los nacionalismos emergentes, una Europa de ochenta o noventa naciones? Ni Dios sabría como organizar los comisariados, si por turnos, por cuatro o diez naciones cada uno, etc. Más les vale a los partidos que se vaya unificando dentro de Europa para defender los intereses ideológicos de cada uno y no el espectáculo que dan los socialistas italianos enfrentados a sus homónimos alemanes, o a los conservadores españoles peleados con sus pares británicos, o a los liberales alemanes no pudiendo ni ver a sus iguales polacos.