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Para liberar a la radiotelevisión pública de la camisa de fuerza del partidismo es preciso que, con carácter previo, los partidos se liberen de la camisa de fuerza de sus obsesiones. Todos pregonan su voluntad de despolitizar la Corporación, estoy seguro de que incluso creen que lo desean, pero en cuanto se empiezan a mover les traiciona su querencia, el instinto del escorpión, y buscan pactar solo con los afines, olvidando a los no afines. Y de resultas aquí estamos, en medio de una enorme contradicción: se dice que se quiere acabar con el lamentable mercadeo político en la tele, y para conseguirlo se monta otro lamentable mercadeo político. ¿Puede caber mayor incongruencia?