Tal día como hoy,
21 de Septiembre, pero de 1558 moría CARLOS I DE ESPAÑA Y V DE ALEMANIA. El hombre mas poderoso desde el imperio romano, caía derrotado, definitivamente, por la picadura de un mosquito, víctima de la malaria. Tenía 58 años y desde 1516 había ido sumando títulos y posesiones. Rey de Castilla y Aragón y de sus posesiones en las Indias e Italia. Duque de Borgoña y Archiduque de Austria. Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
En 1555 hastiado, envejecido y defraudado decide abdicar de sus posesiones: Países Bajos, Castilla y Aragón a su hijo Felipe, el Imperio a su hermano Fernando. A finales de 1556 se embarca en Flandes y pone rumbo a España, llegando por Laredo. En un viaje de 7 semanas, en silla porteada por sirvientes, llega a Yuste, era Febrero de 1557. Las obras de remodelación del caserón, que había junto al monasterio de los Jerónimos, no estaban terminadas y debió alojarse en el Castillo de Oropesa, gracias a la hospitalidad de Fernando Álvarez de Toledo. Quería retirarse de la vida activa y disfrutar de la tranquilidad y de la comida y disponer, al mismo tiempo, su alma para su “viaje” definitivo. Desde joven padecía de epilepsia y de gota, que se le había aumentado por la mala dieta que llevaba. Era un gran comilón y bebedor y a esos “placeres” no renunció nunca.
En su estancia en Yuste fueron muchas las preocupaciones que le debieron asaltar. Un de ellas era conocer y reconocer a su hijo ilegitimo Jeromín, educado en secreto por Magdalena de Ulloa mujer de su mayordomo Luis de Quijada. Había nacido de un encuentro entre Carlos y Bárbara Blomberg, una alemana de la que se discute su nobleza. Un día, con la mayor de las reservas, Jeromín fue llevado en presencia de Carlos, su padre achacoso. Nada supo el niño, apenas tenía 13 años, de quien era aquel anciano. No quiso su padre revelarle la verdad. En una cedula secreta, anexa al codicilo de su testamento, y que solo podía leer Felipe, después Felipe II, reconocía su paternidad y le encargaba que lo tratara como tal. En el mismo testamento dejaba prescrito que Jerónimo pasara a llamarse Juan, en honor a su madre, Juana la Loca. Iba a ser Don Juan de Austria, el héroe de Lepanto.
Se sabe que sus últimos meses debieron ser penosos: dolores de gota; mala masticación, por su prognatismo, que le hacía comer casi siempre solo y tener malas digestiones; mareos y por último, paludismo, por la picadura de un mosquito de uno de los estanques que se construyeron al remodelar el palacio. Esto último, muy controvertido, se sabe por el estudio de una falange de su momia, que fue robada cuando en 1868 algunas de las tumbas de El Escorial fueron abiertas y los restos expuestos al público. En ese estudio se corroboró la presencia de urea (por la gota) y de paludismo (la picadura del mosquito). La gota, con ser dolorosa, no es mortal, la epilepsia tampoco, y sus demás males, amigdalitis, hemorroides, tampoco lo son.
Felipe II, años después, ordenaría el traslado de sus restos a El Escorial.