Si se corta y corta las ayudas sociales se llega a esto;
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Santiago de Compostela y Doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Humboldt de Berlín, con diez años de experiencia docente, otra década dedicada a la investigación y ocho idiomas busca trabajo. Requisito: poder abrazar el mileurismo. Si se decantara por la opción del anuncio por palabras, cuando expire su contrato, allá por el mes de marzo, Raimundo Viejo bien podría ofertarse de esta guisa. No faltaría ni en una coma a la verdad, el currículo no lo requiere, y su mínima exigencia ya superaría sus actuales condiciones salariales.
A sus 42 años, este profesor de la Universitat Pompeu Fabra (UPF) -la española mejor colocada en la edición de 2011-2012 del ránking de referencia Times Higher Education (THE)- se ha visto empujado a pasar el mes con cerca de 700 euros: un 44% menos que hace un año y aproximadamente un 60% menos que hace dos. Su remuneración nace de las 84 horas trimestrales de docencia que imparte a unos 200 estudiantes, pero fuera de dichas horas queda la corrección de trabajos, preparación de las clases y las tutorías. "De facto, más de 40 horas semanales", clarifica, y revela que está entre los que más cobra dentro de su categoría contractual.
Pertenecer al eslabón más débil de la cadena universitaria en nada ha favorecido a este docente pues, junto con el resto del profesorado asociado del centro universitario barcelonés, ha comprobado cómo recaía sobre su espinazo buena parte del peso del ajuste presupuestario que el rectorado ha aplicado para digerir el recorte de la aportación de la Generalitat a sus cuentas. En el caso de la UPF, el 'tijeretazo' ha ascendido a unos nueve millones de euros y en el global de las universidades catalanas a 144, un 16% menos que en 2010.
"Soy el ejemplo anómalo, el que no se quiere ver, el que oculta la universidad", argumenta Raimundo en el interior de un despacho de la facultad de Políticas que, en lugar de con un número, está identificado con un adhesivo esclarecedor que clama: "asociados en lucha". "Soy un falso asociado", remarca el docente para referirse a la ambigüedad que esconde esta figura en boga hasta el extremo en las universidades catalanas y cuyas características definitorias no cumple. "Se supone que tenemos un contrato base ajeno a la universidad y que impartimos clases para trasladar nuestros conocimientos del mundo de la empresa en función de la excelencia, pero el rectorado pone a trabajar de asociado a personal que no está empleado fuera. Gente que hace gratis la investigación, que sólo cobra por su docencia", denuncia. Esta práctica, común y precedente a la mengua de la subvención pública, era tolerada por Raimundo, que vivía en "esa zona gris en la que uno se hace connivente de la alegalidad de las políticas de contratación" hasta la llegada de la rebaja salarial.
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/11/1 ... 02069.html