Italia35 escribió:Iren escribió:Italia, pues no, no se trata de eso, pero estoy abierta a debatir del tema...con eso que has dejado no me has aportado nada.
El sentido común en toda su amplitud se aprende y la sensibilidad no, viene de serie.. Demuestrame que no es así, con razones, argumentándolo y te leeré atentamente. Me gustaría saber en que difieres de mi forma de verlo
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Te lo va a explicar un profesor, que yo no tengo tiempo... Pero una cosa te digo; un sensiblero no tiene porqué ser sensible y un sensible no tiene porqué ser un sensiblero...
Enseñanza de la Física
Intuición y sentido común
Se halla muy desprestigiada entre los profesores de ciencia -en especial los de Física- la apelación a la intuición de los estudiantes y al sentido común. A mi juicio se trata de un craso error.
El prejuicio contra el sentido común proviene de antiguo. Ocurre que muchos de los yerros de la mecánica aristotélica se atribuyeron a aproximaciones ingenuas como aquella de que si se retiran las fuerzas que empujan a un carro, éste se detiene. Ciertamente, se trata de una descripción errónea que podría formular cualquier hijo de vecino. Tal afirmación contradice el pilar de la mecánica clásica llamado Principio de Inercia que afirma lo contrario: si se retiran todas las fuerzas que obran sobre un cuerpo éste continuará con velocidad constante (a menos, desde luego, que ya antes estuviese quieto).
Por este hecho –ciertamente comprobable–, y por algunos otros yerros de Aristóteles surgidos todos de su ingenua visión del universo, a la mecánica aristotélica le quedó el mote de física del sentido común, indisolublemente ligado a física errónea, ciencia falsa.
En mi opinión hemos precipitado conclusiones irresponsablemente. Los seres humanos, como muchos otros animales superiores, venimos al mundo dotados de módulos cerebrales especializados en manejarnos mecánicamente en el entorno físico que nos propone el universo. El diseño de nuestros cerebros posee de manera innata sistemas de predicción dinámica y cinemática que nos hacen más aptos para movernos y desempeñarnos en el medio ambiente. Y al accionar de esos módulos, que actúan muchas veces de manera inconsciente, lo llamamos intuición.
Pero no se agota ahí nuestra batería científica innata. El módulo intuitivo es capaz por sí solo de tomar decisiones conductuales, pero muchas veces arroja resultados –pareceres, visiones– provisorios, o inconexos, o parciales… que es preciso integrar o relacionar con otros resultados del módulo intuitivo o con otros conocimientos que no provienen de la intuición sino de otras formas del conocimiento. Es entonces que aparece el sentido común.
Los humanos también tenemos un módulo innato de sentido común: un operador lógico capaz de efectuar operaciones sencillas para hacer inferencias, sacar conclusiones, detectar el razonamiento correcto del falso, efectuar cálculos aritméticos básicos, sumas, restas, y algunas multiplicaciones. Estos operadores innatos han sido detectados en niños de pocos meses de edad con experimentos controlados muy ingeniosos que avientan toda sospecha de que esas operaciones rudimentarias (pero robustas) deban ser aprendidas culturalmente.
La agudeza y la potencia de este módulo es lo que habitualmente llamamos inteligencia, y podemos detectarla (y evaluarla) en cualquier individuo, y es –en principio– independiente de su escolarización, su instrucción y su entorno social.
Si estos módulos -el intuitivo y el del sentido común- no fueran exitosos, o sea, no describieran correctamente el medio ambiente en el que le tocó vivir a nuestra especie, sencillamente la evolución los habría reemplazado por otros mejores y eficaces (de no ser así habría sido el medio ambiente el que hubiera reemplazado a los humanos).
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