Prefiero pasear sola. No por nada, pero si haces cosas raras no hay nadie que te mire como si estuvieras haciendo cosas raras, y si nadie te ve, puedes ser o no ser...
El caso es que hoy hacía una tarde fantástica y después de un rato grande paseando me encontré en un prado lleno de flores, moradas, rojas y blancas.
Me senté en el suelo e hice algo que hacía tiempo no hacía, cogí una margarita y comencé a arrancarle los pétalos, preguntándole sí o no, como si una margarita perdida en un prado fuera a saber si yo le gustaba a él o no.
La primera me dijo que sí, pero cogí otra que me dijo que no, decidí que lo mejor era hacerlo al total de diez, y me puse como una posesa a descorolar margaritas, pero se me olvidó contar y de repente me descubrí rodeada de óvalos blancos y gritando a una margarita de la que sólo quedaba un círculo amarillo pegado a un rabito verde: ¡Mentirosa, mentirosa!
Conseguí que las margaritas huyeran de mí. Al mirar a mi alrededor sólo encontré lirios y amapolas que me miraban mal.
Me fui sí. Enfadada conmigo misma, mira que esperar que una margarita tuviera la respuesta...