niccolò escribió:Hará unos meses, una exagerada sensación de bienestar, una desmedidamente rutilante ráfaga de aire fresco atlántico de incipiente amistad se coló de repente, sin avisar, por los resquicios de mi casa, acostumbrada, por otra parte, a su agradable soledad. Uno, llevado por el frecuente desencuentro con sus congéneres, seguro que por culpa propia, se siente sorprendido cuando algún extraño fenómeno de esta índole cobra aires de verosimilitud. Y eficazmente duda.
La incertidumbre es la primera consejera y de inmediato te induce a obligar a ese viento del noroeste a seguir su camino, a pedirle que salga tal como ha entrado y cerrar de nuevo las ventanas para continuar viviendo en la tranquilidad acostumbrada. Esperando, si así ha de ser, otro momento más propicio y por encima de todo, otras sensaciones más agradables. O un viento más cálido proveniente de tierras más sensuales, aunque más calurosas.
Y encontrar en esa nueva oportunidad otras impresiones diferentes más creíbles, menos superficiales, más verosímiles, menos impostadas. Hallar, desde la intuición, en esa nueva amistad eólica, puntos de encuentro en la alegría pero también y por encima de todo en la tristeza, para poder moldear una pequeña relación que te permita ir aproximando conocimientos hasta si la verdad lo permite consolidar una correspondencia tan solo amigable y tal vez duradera.
Pero el viento que entró en mi casa sin llamar, vestido de cenicienta de porcelana, era un viento oscuro, turbio, perturbador, presuntuoso y delirantemente teatral. En un principio llevado por mi ingenuidad le di no solo cobijo sino crédito. Me pidió que actuara en contra de mis principios morales solo por satisfacer sus supuestas extremas necesidades, y yo accedí, equivocándome.
Luego ese viento racheado que iba y venía según su capricho comenzó a mostrar su cara más amable, ahora sé con qué fin, se convirtió en una brisa marina capaz de conquistar con sus artimañas mi falta de criterio, de lo que me declaro culpable. Y llegados a este punto empezó a ejecutar su estrategia supongo que siguiendo un plan trazado minuciosamente, ya con anterioridad, entre nubes de egoísmo que a su paso levantaban pequeñas nubes de fina arena.
Lo primero, conminarme a no dejarme llevar por otros vientos, a exigirme que renunciara a volar guiado por la rosa de los vientos. Firmar un contrato de exclusividad eólica. Luego ante mi negativa comenzó todo un carrusel de sin sentidos, de idas y venidas, de lamentos y reprimendas, de pedir clemencias y repartir enfados, hasta el punto de que decidí desistir de mi ingenuo empeño en ayudarle.
Mientras, ahora sí, me iba mostrando su lado oscuro, organizando pequeños remolinos de impostada indignación, seguidos de tensas calmas y acercamientos que solo eran preludio de nuevas tormentas. Al final no tuve más remedio que conminarle a salir de mi casa para siempre. Cosa que parece que he conseguido aunque nunca podré confiar del todo en la definitiva ausencia de ese soplo de falsa contrición. Dada su permanente clonación en incipientes brisas que se convierten en huracanes de rabia. Y ayudado por otros vientos de escasa sensibilidad pero cargados de tempestuosa malicia.
Ahora ese viento que busca nuevas casas en las que instalarse para recibir sus imprescindibles agasajos, trata, como hizo conmigo, de llorar lágrimas de misericordia al mismo tiempo que tiene la poca entereza moral de, dándole la vuelta a la historia, contarla a su manera irreal e insólitamente contradictoria. Resulta que el no sometimiento a su voluntad es algo desconocido para él ya que según sus palabras nadie, nadie se le resiste.
Yo, sigo empecinado en vivir a mi manera, en defender algunos principios que tengo bastante arraigados, pocos e igual equivocados, y entre los que no se encuentran la aquiescencia a ser tratado como una hoja de otoño que el viento arranca de su árbol y luego juega con ella hasta que cansado la deja en cualquier rincón, porque ya no le divierte.
Mi aspiración sería que siguiera su camino, lejos, muy lejos de aquí, y que dejara de arrebatar hojas de otros árboles solo para satisfacer su capricho, su vanidad y sus ganas de protagonismo, aunque si sigue empeñado en seguir por aquí deberá saber que yo no voy a ser su veleta y aún menos su soporte. Aunque confieso que en un principio lo fui. Otro error que me hará más fuerte.
Y mi recomendación: que se olvide de la necesidad de persistir en el intento de desprestigiarme, esa atribución me es propia y sé por experiencia que no hay nadie mejor en ese cometido. Por tanto eso queda en mis manos, las suyas, si no hay más remedio, que jueguen con otras existencias más permisivas a su improcedente manipulación turbulenta y delicadamente zafia. Por fortuna y aunque nada se parezca tanto a la ingenuidad como el atrevimiento, todo tiene un límite y ese aire en movimiento cada vez es más reconocible y aunque molesto, casi se hace hasta tolerable por decrépito.
Lo bueno es que te hayas dado cuenta a tiempo...
Dicen que suelen, aprovecharse de la gente buena y sensible..
No te sientas mal por haber intentado dar tu amistad, y la otra persona no saber aprovecharlo...
Una vez le preguntaron a un sabio...
Por qué se pierden los amigos?
A lo que el sabio le contestó...
Sí se pierde una amistad, es que no eran amigos...
La otra persona no supo valorar el significado de la amistad...
Bonito gracias por compartirlo con nosotros..