Jelen

Literatura, cine, mundo musical, fotografía y toda la cultura en general.

Jelen

Notapor Leary » 28 Jul 2015, 22:59

¿Uds creen en la importancia de los nombres? ¿Eso de que el nombre que nos imponen marca carácter? Yo creo que sí. Que algo nos imprime, aunque sea una mala hostia del quince.

Mi nombre es Jelen. Así, tal como lo leen. A mí madre le sonaba bien y se ve que el del Registro no sabía que se escribía Hellen. Ya podía mi madre haberme puesto Elena, o en un caso peor Helena, para pasarme la vida diciendo: Helena, con hache.
Pero no, decidió que sería Jelen.

- ¿Su nombre?
- Jelen.
- ¿Con hache y dos elles?
- No, tal como suena. Con jota y una ele.

Dirán uds que al llegara cierta edad me lo podría haber cambiado si tan harta estaba de mi nombre. Pero para qué, eso sería solucionar sólo un tercio del problema. Mi patronímico completo es: Jelen Bartomeu Mendiluce, para servirles a uds.

Imagino que comprenden mi problema. Y encima, para más INRI, ni mis ascendientes por parte de padre son catalanes, ni mis ascendientes por parte de madre, son vascos.

Con nombre inglés, españolizado, apellido vasco y catalán y de Madrid. Del barrio de Entrevías para más datos.
Me dirán uds si no es como para amargar el carácter a cualquiera y que le marque...

Estaba tomando un café con una amiga, cuando me sonó el teléfono. Miré a ver quien era y corté. No me gusta atender llamadas que no sean urgentes mientras estoy con otras personas.
Mi amiga me dijo que no me preocupara y que podía contestar si era urgente, le dije que no, que sólo era mi ex.
Mi amiga se sorprendió:

- ¿Tú ex?
- Sí, hija, sí. Mi ex, que está pesadísimo.
- ¿Pero qué quiere?
- Según dice: volver.
- ¿Volver? ¿Pero no te dejó él?
- Sí, por una compañera de trabajo.
- ¿Y la ha dejado a ella?
- Sí. Y además está en el paro.
- ¡No jodas!
- ¿A qué es alucinante?
- Pues la verdad es que sí.
- El otro día me llamó y me dijo que quería hablar conmigo, yo le dije que no teníamos nada que hablar, que me dejara en paz y le colgué. Al salir del curro me estaba esperando.
- Qué papelón...
- Te puedes imaginar, yo no quería líos allí, así que me fui a tomar un café con él para que me dejara en paz.
- ¿Y qué te dijo?
- Pues que se había dado cuenta de que se había equivocado y que quería volver conmigo.
- Juer, qué cosas.
- Sí. Entonces yo le dije que en este año que ha pasado en qué consideraba él que había mejorado... Se quedó con la mandíbula descolgada y me dijo que bueno, que no sabía, y qué tenía que ver eso.

El teléfono sonó otra vez. Era él. Corté.

- ¿Es él otra vez? Preguntó mi amiga.
- Sí, es súper pesado y súper insistente, este más que mejorar, ha empeorado...
- ¿Por qué le preguntaste en qué había mejorado...?
- Bueno, es que cuando me dejó, me dijo que yo me merecía algo mejor. Él no se lo vió venir y entonces yo se lo recordé y se lo dije: Pero ¿tú no decías que yo necesitaba alguien mejor? Pues si no has mejorado, puerta. Y me marché y le dejé con la palabra en la boca y el café por pagar, pero el pobre insiste e insiste. Quizás cree que voy a caer por aburrimiento...

Volvió a sonar el teléfono. Era él.

- Disculpa, voy a contestar.
- Claro, tranquila.
- Hola Jorge. ¿Se puede saber qué mosca te ha picado ahora?
- ....
- No, no voy a volver contigo. Pero me alegra que me llames porque tenía que comentarte una cosa. No te he contado que durante nuestra relación te puse los cuernos en varias ocasiones.
- ...
- Oye, no te alteres eh, que técnicamente tú también me los pusiste con esa compañera de trabajo por la que me dejaste. En fin, a lo que vamos, que hace poco me hicieron unas pruebas y tengo el SIDA. Me dijeron que avisase a todas las personas con las que hubiera tenido relaciones pero se me pasó decírtelo...
- ...
- Hombre, no es para tanto, son cosas que pasan, tú vete al médico de cabecera y que te hagan un análisis. Hale, te dejo, que estoy liada.

Mi amiga tenía los ojos fuera de las órbitas.

- Jelen, no me lo habías contado.
- ¿El qué?
- Lo del Sida.
- ¿Y qué querías que te contase?
- Pues que lo tenías...
- Pero si no lo tengo, es para ver si este cabrón en lo que se hace las pruebas y tal está entretenido y deja de llamarme. Además me ha parecido una buena excusa. Le iba a decir que no vuelvo con él porque folla fatal, pero esto me ha parecido menos cruel.
- Hay que ver cómo eres, Jelen.
- Cómo me han hecho, reina, cómo me han hecho...
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Re: Jelen

Notapor Athenea » 28 Jul 2015, 23:33

jajaja esa historia es verdadera ?
Lo de Jelen me ha recordado el apellido de mi madre Vasco , que cada vez que se lo preguntan para escribirlo se vuelven locos .... Guerri-------
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Re: Jelen

Notapor Fassbender » 29 Jul 2015, 00:42

Jelen es malvada se merece un nombre peor, cabrona. e1120
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Re: Jelen

Notapor Leary » 29 Jul 2015, 06:18

Athenea escribió:jajaja esa historia es verdadera ?
Lo de Jelen me ha recordado el apellido de mi madre Vasco , que cada vez que se lo preguntan para escribirlo se vuelven locos .... Guerri-------


No, es inventada. Me dijeron que mis protas eran siempre adorables y buenas. Jelen fue mi intento de tener una protagonista mala y perversa. Yo la adoro.
Luego te pongo el siguiente capítulo. e108
Niccolò, tú no cuentes el final! e1118
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Re: Jelen

Notapor Sky » 29 Jul 2015, 09:30

¿Luego?... ¿cuando es luego?. ¡Defina luego!
e187 (Amooos que se me enfrían las palomitaaaas!)
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Re: Jelen

Notapor Leary » 29 Jul 2015, 11:01

En el curro tenemos un microondas.
Y una cafetera.
El microondas lo utilizamos para calentar el café cuando no es reciente.
El café como está bueno es recien hecho, con el aroma intacto y una forma de prendersete al paladar que hace que persista durante un rato grande ahí. Cada vez que te llega una varahada de aliento a la nariz, huele a café.

He pedido en varias ocasiones que hagamos sólo la mitad de la cafetera porque así lo tomaremos reciente más a menudo. Pero a Herminia no le da la gana y siempre llena el depósito de la cafetera a tope. Además tiene un don, en cuanto la cafetera ha quedado vacía ahí está ella a hacerlo.
Y encima luego siempre toma manzanilla.

Así que he tomado la costumbre de según llego pasarme por el cuarto del descanso y poner el microondas en posición descongelado.
Sí, ya sé que es un poco pueril.
Pero qué quieren... cuando se calienta el agua para la manzanilla y empieza despotricar que el microondas se ha estropeado, a dar portazos, a subir y a bajar, hasta que alguien le dice amablemente que tiene la posición del microondas en descongelar, a mí me da la risa floja.

Entoces se emberrincha aún más y dice que quién ha movido la rueda.
Somos 25 en la oficina.
Todos negamos haberlo hecho y todos sabemos cuando se va a hacer la manzanilla que tampoco hoy comprobará que la rueda está mal colocada.

Calculo que en un mes más se habrá dado cuenta, entonces empezaré a desenchufarlo.

No es que actúe así porque soy mala y ya. Yo soy mala, podría decirse que hasta perversa, pero en el caso de Herminia es por justicia social. Ella también es mala y además mala de las que molestan. Siempre anda señalando los fallos de todos los demás y nadie señala los suyos, las reuniones se eternizan porque es una teclas que saca temas de debajo de la mesa si no los hay, y encima plantea un proyecto y cuando lo hemos estudiado, analizado y diseccionado, empieza a torpedearlo y a ponerle pegas.
Yo creo que trae el planteamiento hecho de casa.

Así que yo me tomo la justicia de la mano y le hago pequeñas luces de gas.
Le doy la vuelta a las carpetas, o le cambio los números que tiene guardados en la memoria del teléfono.
Me hubiera gustado meterme debajo de su mesa, y atarle los cordones, pero es que usa mocasines.
Y todos los días se me olvida una chincheta para ponérsela en la silla.

Ella me mira mal, creo que desconfía que soy yo. Aunque no soy la única que no la trago en la oficina. Lo que pasa que los demás no se toman estos pequeños desagravios. Creo.

Porque hoy llegué ajustada de tiempo y no le moví la rueda del microondas y ahora mismo ha comenzado a despotricar.
Cuando he levantado la vista, mi compañero de enfrente, Lucas, me miraba atentamente y con una sonrisa divertida.

Me he comenzado a reir, pero me he callado pronto, no sea que me echen la culpa, el único día que no he sido yo.

Suena la música y me acodo en la barra. El camarero se acerca y yo le pido un whisky con coca cola ligh. Los pies se me van con la música, pero no quiero bailar, bastante tengo con estar aquí. Si me pongo a bailar todos se lo tomarán como una invitación.
Malditas cenas de trabajo.

Quería irme después de la cena, pero me han comprometido y como no quiero hacerme fama de asocial –más- he tragado, una copa y me largo, a ver si puedo aguantar.

Me giro y miro entrecerrando los ojos para poder enfocar con la poca luz y los focos intermitentes. Son siempre ellos los que quieren venir a estos sitios oscuros y con música alta, porque así se acercan para hablar y el roce es más fácil.
Como si pensando en ello atrajera al enemigo veo venir a Bernardo el de contabilidad. Es un baboso. Lo es a la luz del día y ahora con dos copas, más. Procuro poner cara perro. Pero el tío no se desanima.

Se acerca y me escupe al oído un:

- ¿Qué?
- ¿Qué de qué?
- ¿Te lo pasas bien?

Si me mirase a la cara y no a las tetas igual se hubiera enterado de que no. No contesto, a ver si se desanima y se va.
Cuando con el disimulo me posa una mano en el culo, no doy un salto de milagro. Y a la par una hostia.

- ¿Qué haces? – le pregunto.
- Va, Jelen, ¿no te apetece pasarlo bien?
- Mi idea de pasarlo bien no es que llegue un baboso y me ponga una mano en el culo.
- Venga mujer, ambos sabemos que te va la marcha...
- ¿Y tú por qué lo sabes?
- Porque tienes una mirada ardiente...

¿Se puede ser más hortera y más bobo? A este no le han dado un curso para reconocer las señales o acostumbrado a que nadie le mande señales se las inventa directamente.

- ¿Y tu mujer , qué mirada tiene, Bernardo?
- No seas arisca, Jelen, que no estamos hablando de eso.
- Tampoco estamos hablando de que yo sea una cachonda y una guarra, de eso hablas tú y yo hablo de tu mujer.
- Venga, que tú eres una mujer liberada.
- Sí, pero eso no quiere decir que me vaya la zoología, Bernardo y por ahora paso de acostarme con cerdos.

Ahora sí. Se da por ofendido. Y se la da vuelta para marcharse.

- Oye Bernardo...

Se gira, creo que aún tiene la esperanza de que haya reflexionado y tenga ganas de marcha.

- ¿Qué?
- Si hay algún comentario en la oficina, o llega algo a mis oídos, sobre lo calientapollas que soy, sobre que pudiste follárteme esta noche pero tú no quisiste, sobre que las nubes huelen a compresas o cualquier cosa que me haga mosquearme lo más mínimo, cogeré tu nómina, apuntaré tu dirección y te montaré un pollo en el portal de tu domicilio, uno de tal calibre que lo ibas a tener muy complicado para explicarle a tu mujer lo que había pasado realmente. ¿Estamos?
- ...
- Bah, no seas arisco hombre, si yo también creo que tú eres un calentorro, un cachondo y un guarro.

Creo que ya me he ganado un nuevo amigo. Y luego no quiero que me tomen por asocial. Con lo fácil que debe ser chupar y callar.
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Re: Jelen

Notapor ChicaRally » 29 Jul 2015, 12:35

Jajajaj la primera no la habia leído... Que bueno...

Gracias Leary por tus ralatos... Me han gustado...
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Re: Jelen

Notapor niccolò » 29 Jul 2015, 13:00

Supongo que ya te lo he dicho, pero me parece genial
esa frescura relatando!! e153 e153 e153
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Re: Jelen

Notapor Leary » 29 Jul 2015, 13:53

Gracias e108
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Re: Jelen

Notapor Leary » 29 Jul 2015, 13:54

En el tercero izquierda vive Don Leocadio, no es que sea yo mucho de usar los Dons, pero es que a Leocadio le pega. Leocadio... Leocadio...no, no lo visualizo. Don Leocadio.
Don Leocadio tendrá unos sesenta años pero tiene cara de tener ochenta y es un viejo verde. Calculo que lo es desde los catorce años. Es de esos hombres que no es que te coma con la mirada, no, te viola con ella.
Cuando me mudé a este edificio estaba harta de encontrármelo en el ascensor, en los buzones, en el portal. Una no es de natural desconfiado pero llegó un momento en que me di cuenta de que me rondaba. Sobre todo después de tres o cuatro veces que se pasara por mi domicilio a deshoras para pedir sal, hablar del cargo de presidente de la Comunidad y minucias varias. Y con él nunca estaba Doña Esther, que o bien era su madre o bien su mujer. Por lo menos aparecían juntos en el buzón.

Cuando la cosa empezó a ponerse aburrida y ya me hartaba más de lo prudente decidí que había llegado el momento de dar a Don Leocadio algo en lo que pensar. Así que una mañana antes de bajar en el ascensor y consciente de que me lo iba a encontrar, me metí unos calcetines en la entrepierna. Ese día llevaba un pantalón ceñido y los calcetines hacían un bulto más que revelador.
Lástima de cámara en el ascensor.

Cuando entré Don Leocadio me dio los buenos días. Y miró mi melena suelta, paseo su mirada por mi cuello, descansó unos segundos en las tetas y siguió bajando hasta que se paró en mi entrepierna. Yo le miraba a la cara para ver su reacción. De mi “supuesta polla” saltó velozmente a mi cara donde le esperaba yo. Esbocé una sonrisa torcida y le dije así con una voz más ronca de lo habitual: “Es la trempera matutina hoy no se me ha pasado al mear, ¿a ud también le pasa?”

Salió del ascensor blanco y sudando. Menos mal que habían sido sólo dos pisos, sino el pobre sufre un síncope. Desde entonces me lo encuentro mucho menos, pero si coincido con él y no mira nadie, siempre me rasco los huevos en su honor. Y él siempre me mira la entrepierna, aunque nunca ha llegado a verme con un bulto tan revelador.

Sé que ha comentado por el vecindario que soy un invertido, porque Doña Analía, la señora del cuarto que contará a la sazón unos noventa años tirando por lo bajo, me preguntó un día que quería decir eso y entonces yo le dije que se decía de alguien que tenía acciones en una empresa.
Ella me miró y me dijo: ¿Y por qué Don Leocadio dice invertido y no invertida?

- Así entre ud y yo, Doña Analía, a mí me parece que Don Leocadio es un poco raro,¿ a ud no?
- De siempre lo he pensado.
- Pues estamos de acuerdo. Pase buen día, Doña.
- Lo mismo, niña.


Hace tiempo que me di cuenta de que las relaciones de una noche me resultan sólo satisfactorias por un rato. Un rato pequeño. Un rato que no me compensa luego de otras cosas.
Lo cual complica bastante mi vida sexual. Las relaciones cortas y rápidas son lo mejor para satisfacer el instinto.

Pero anoche volví a caer. Creo que después del cuarto cubata el primo de mi amiga me empezó a resultar menos cargante y más atractivo. Por eso no suelo tomar más de tres cubatas. Pero anoche tenía ganas... no de cubatas, sino de atontar mi sentido común y olvidar mi estúpida y autoimpuesta norma de no echar polvos de urgencia.
Creo que se lo dejé bien claro. Nada de compromisos, sólo sexo y nada más.
No sé si se enteraría porque creo que si yo llevaba cuatro cubatas, él llevaba ocho. O puede que fuera así de natural.

Ya se me debía estar pasando el efecto del alcohol cuando me encontré tumbada en mi cama y con su cabeza entre las piernas. Él se afanaba en encontrar mi clítoris, pero lo buscaba en todas partes menos donde estaba o quería darle intriga al asunto.

No sé si alguien les ha explicado alguna vez que alargar los preliminares está bien cuando no son las tantas de la madrugada, cuando no estás cansada, cuando los preliminares en sí son un placer, pero si sientes a alguien armando entre las piernas y comienzas a fijarte en las sombras que la luz de la farola hacen a través de las cortinas en el techo, malo.

No sé si a él le importaba si yo gozaba o no, imagino que los hombres se darán cuenta de esas cosas por los gemidos que emites, los espasmos involuntarios de tu cuerpo, porque se lo dices directamente...
El primo de mi amiga no preguntaba, -¿se llamaba Nacho?- y no sé si estaba atento a alguna de las inexistentes respuestas por mi parte, así que decidí ayudarle para que se centrara.
Agarré la cabeza del hombre - ¿Se llamaba Luis?- y le empujé con fuerza sobre mí. A él le debió gustar y se animó, su lengua comenzó a moverse como una batidora, imagino que si siguiera a ese ritmo y con ese movimiento, acabaría por descubrir mi clítoris. O el punto G. O sacaría petróleo. Una de tres.

Cuando me desengañé de que el sexo oral no era lo suyo, le jalé de la cabeza para que subiera hacia arriba, le pregunté quedamente:

- Emmmm (-¿Se llamaba Ramón?), ¿te has puesto el preservativo?

Él dijo que sí y confié que en esta parte nos acoplásemos mejor. La primera sensación estuvo bien, por lo menos le sentí agradablemente entrar. La sorpresa fue cuando me di cuenta que el problema de lengua de mi pareja de esta noche-¿Se llamaba Jose María? – no era sólo a nivel oral. Era una falta de ritmo total. Tome nota mental de ligar sólo con hombres a los que viera bailar y a los que se les apreciara saber seguir el compás.

Puede parecer que lo de follar es muy fácil y con meter y sacar está todo hecho, pero la cosa se dificulta si ambos se mueven a diferente ritmo, en serio, tengo estudios empíricos sobre ello.

También pensé que igual el problema era yo y me quedé quieta. A llamémosle X, le dio igual, parecía tener un baile de San Vito desconexionado, sus gemidos me indicaban que iba a llegar al final antes que yo y que me iba a quedar a verlas venir, así que rápidamente planteé una opción que era jugar sobre seguro.

- Este... – Estoy casi segura de que se llama Aitor- ¿nos cambiamos de postura? Me encantaría a cuatro patas, por favor.

Él gruñó con aquiesciencia, me dejó colocarme y me agarró por las caderas. Metí mi mano entre las piernas y mientras yo atendía a mi clítoris que sabía por donde quedaba –casualmente donde lo dejé la última vez que había mirado- El follador antes conocido como primo de mi amiga se dedicaba a darme empujones que al concentrarme en mis dedos y en ellos me permitió alcanzar el orgasmo un poco antes que él. Bueno, digo yo que lo alcanzaría porque según acabó cayó desplomado sobre la cama.

Me hubiera gustado que – Le pega llamarse Eugenio- se hubiera ido, pero estaba en coma sexual y me resigné a que pasaría la noche allí. Su prima me había dado toda clase de referencias sobre él así que imaginé que no sería un psicópata, por otro lado en caso contrario no lo hubiera traído a casa y hubiera saciado mis instintos de esa noche sobre el capot de un coche en el aparcamiento. No me gusta mucho compartir sueños con un desconocido. Un polvo vaya, pero eso otro es más íntimo y no me va.

El amanecer con sus rayos de luz trémulos comenzó a dibujar sombras a través de la cortina sobre una pared, a la vez oí correr la cisterna y recordé que tenía compañía.
No sé si fue la visión de – no pasa de mañana que le pregunte a su prima cómo se llama el fulano éste- sobre el quicio de la puerta del baño, o fue que me preguntó bastante en serio:

- ¿Qué? ¿Me vas a dar de desayunar?

Lo que me despertó de golpe. Me senté en la cama y le pregunté:

- Te hago el desayuno si me dices cómo me llamo.

Su mirada perdida me dijo que no tenía ni idea. Aun así decidió hacer un intento desesperado:

- María.

Le miré, y mientras me levantaba arrastrando una sábana que decidí utilizar de bata mañanera, le dije seriamente:

- Lo siento. Pero no. En la esquina te encontrarás un bar abierto.

Al par o tres de días me llamó mi amiga:

- Jelen, que Arturo me dijo que eres una borde.
- ¿Quién?
- Arturo, mi primo.
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