por Leary » 29 Jul 2015, 18:40
Cada uno tiene sus pequeñas tretas para continuar en la brecha. La única manera efectiva que he encontrado por ahora para no mandar a la mierda a mi jefe es repetir como un mantra alguna poesía infantil, de esas tontas y simples y que te permiten no pensar, mientras te centras en sus palabras.
Arriba y abajo
por los callejones
pasa una ratita
con veinte ratones
Así me veo yo todo el día arriba y abajo, corre que te corre, que si este expediente, que si el otro, que si el de más allá, que si éste ya no me hace falta, que si me urge esto, que si me falta lo otro.
Que sí, que vamos de acuerdo en que los jefes tienen que mandar, pero es prioritario que sepan mandar, porque entre mandar y marear hay una línea muy muy fina.
unos sin colita
otros muy colones
otros sin orejas
otros orejones
- ¿Qué dices de cojones, Jelen? - me pregunta una compañera.
- No he dicho nada de cojones, Anita, he dicho orejones.
- Sí, ya, el viejo truco del donde dije digo digo diego...
No contesto, porque ahora sí que soltaría un cojones bien mandado y con golpe de expediente en la mesa.
- Sí, Anita, hija, lo que tu digas.
- Oye, a mí con condescendencias no... eh?
- Por cierto, Anita. Que ha dicho Don Genaro que le lleves esto que dice que tú controlas mucho más el tema éste de los expedientes que yo...
- Claro, llevo más años que tú aquí, Jelen.
unos sin patitas
otros muy patones
unos sin ojitos
y otros muy ojones
El pasillo es largo. Pillo el teléfono. Extensión 9863.
-¿Sí?
- Don Genaro, va Anita a llevarle un expediente, ha insistido en que ella conoce ese tema más que yo y ya sabe que tiene más antigüedad que yo aquí...
- Pero Jelen, que Anita me marea, que no sabe lo que le cuento, que quiero que te encargues tú.
- Pues digaselo ud, Don Genaro, digaselo...
No espero respuesta. Si se lo dice, bien y si no se lo dice, mejor, marrón que me quito de encima.
unos sin narices
y otros narigones
unos sin hocico
y otros hocicones
Es lo que tiene el ser una hocicona, que te dan en las narices cuando menos te lo esperas, yo bastante tengo con estar de paseo con mis ratones, arriba y abajo.
Uno, dos, seis, quince, diecisiete... me falta uno.
Espero que se haya metido en el bolso de Anita.
No me gusta perderme en los recuerdos. Si me dejo llevar me cubren de un velo de nostalgia que me ahoga y no me deja respirar. Así que prefiero mirar hacia adelante que hacia atrás. Pero a veces no puedo evitarlo. Los pensamientos me pillan a contrapié y se adueñan de mi mente. Puede pasar mientras paseo o sentada en el sofá arrebujada una manta y leyendo. Mi mente salta de un pensamiento a otro, mis ojos se desplazan por las líneas pero en lugar de quedarse en lo impreso se meten entre ellas, y cuando me doy cuenta he trascendido del libro, he dado un salto, ahora mis pensamientos vagan libres y no soy capaz de sujetarlos.
Por eso a veces le recuerdo.
- Tú eres especial, Jelen.
Por mucho que yo sea inmune –o casi inmune- a los halagos, no son la peor manera de atraer la atención de un mujer. O de un hombre. Incluso de un animal.
- ¿Por qué soy especial?
Pero esa pregunta ya es más difícil de contestar. Él no entendía que me molestase, y le intentaba explicar que decirle a alguien que es un protozoo sin explicarle lo que es un protozoo, o cómo se comporta o de qué se debe alimentar es una putada del quince.
-¿Ves? Por eso eres especial, tus conexiones mentales no son como las de los demás.
- ¿Pero es que tú conoces las conexiones mentales de todo el mundo? Seguro que hay millones de personas que piensan como yo, o razonan como yo, pero son más listos y no lo dicen.
Él también se marchó. A pesar de ser yo diferente o precisamente por ello. Se han ido más, pero no he echado de menos a todos. De hecho de algunos de ellos me he alegrado infinitamente al verme libre de su presencia.
El inicio es más fácil pero pronto las cosas se estropean. He llegado a pensar si seré yo, si me aburriré y abandonaré la relación, si realmente no tengo ganas de tener pareja, si la busco compulsivamente cuando necesito compañía pero en cuanto me sacio y me siento llena tengo ya para una temporada y los alejo, quizás no me pliegue lo suficiente a lo que esperan de mí, pero joder, ellos tampoco y no me pongo en plan exigente. De casi todos tomo lo que me pueden dar y no les exijo más. E incluso transijo cuando ellos sí me piden más a mí. Pero no saben parar, y siempre quieren más y más.
Él precisamente él, ese al que más echo de menos fue el que me dijo algo que me dejó enganchada a sus labios y pendiente de sus palabras:
- Hay hombres que se matan por ellas y otros que se extravían.
- A priori cualquiera de las dos opciones parece mala, pero mejor perdido que muerto...
- A mí no me importaría perderme por ti.
- Esa es una frase muy bonita y que queda muy bien soltarla, pero ¿por qué deberías perderte? No creo que sea necesario...
- Seguro que no hay necesidad, Jelen, pero es lo que hacéis las femme fatale.
- Anda, no me hagas reír, yo no soy una femme fatale...
- Igual lo eres y no eres consciente.
- No, no lo soy. Ya sabes lo que decía Valle Inclán, las femme fatale son desastres que dejan siempre vestigios en el cuerpo y en el alma.
- Yo tengo arañazos en la espalda...
- No, hablando en serio, Pablo, yo no creo que deje tanta huella.
- Ya te digo yo que sí, Jelen, tú dejas marca en el alma, por eso, porque eres especial.
Pero también él se fue. Quizás ya no tenía el alma para más marcas. Pero espero que esté donde esté mi marca no se le haya borrado y que me extrañe tanto que le escueza el alma.
Se lo merece.