Querubines del desconcierto habitan brumas nocturnas que vierten sus alucinaciones de sufrimiento en risa extraña. Vuelve esa risa rara envuelta en pacífico y feroz invierno, llega el momento de partir tras la pausa que tus besos me ofrecen. Y ese arco iris alucinante comprime mi guitarra, mi hermana.
De nuevo mi alma desgreñada por la fuerza de monótono viento mecánico, que me hace navegar por una travesía de gris alquitrán donde se constriñe el fin de semana. Vacío, desolado en las nocturnas tinieblas de tus besos. De regreso al mundo desconcertante lleno de caos y anarquía, aunque son tus mentiras las que me hacen entender mi verdad.
Con la aurora llega de nuevo el instante de perseguir un amor que me ofrece una sonrisa de dolor, aunque sigo perdido entre calimas nocturnas que me alejan de tu boca de placer. Y esa pérfida risa nacida en el sufrimiento ríe sola en mi rostro, pesadilla en color, de dolor, que incita a mi hermana guitarra. Vuelve el ventilador que encrespa mi espíritu y me lleva sin más por la autopista oscura donde espera un sucio lunes de sonrisa impenetrable.
Y el día va, con esa sonrisa entre absurda y melancólica, emergiendo entre nubes de desencanto, con la única posibilidad de cambiar esa sonrisa tonta por una lágrima de dignidad. Y yo me he colocado el último de la fila, porque mientras espero quiero adiestrarme en llorar.
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