Yo soy la abscisa y tú la ordenada. Si nos combinamos indicamos un punto en la cama. Pero no estoy en contra del cambio de roles, así que puedes ser tú la abscisa un rato y yo seré la ordenada. El asunto es que nos encontremos entre paréntesis y que señalemos el punto.
Ayer me regalaste un ábaco y yo pensé que era fantástico tener algo con lo que calcular los besos que deseo me des, yo te regalé algo aleatorio, porque siempre me resulta difícil predecir el siguiente paso o resultado de nuestro proceso. Pero a ti no parece importarte y a mí menos que es más o lo multiplico por el deseo.
Tú cuerpo está lleno de ángulos, externos, obtusos, inscritos y llanos y a mí me encanta recorrerlos todos con mi boca. Me entretengo en adivinar sus grados y cuales serán sus complementarios y suplementarios, dejando que busques tú la respuesta recorriendo mi cuerpo con tu boca. Lo que en el tuyo son ángulos en el mío son curvas y parábolas, pero esa diferencia nos resulta interesante a ambos.
Ven a la cama, anda, hagamos un poco el binomio. Mis piernas dibujarán un ángulo y tú puedes trazar mi bisectriz. Puedes entretenerte tanto como quieras, milésimas, centésimas, segundos, minutos u horas. Lo importante es que la bisectriz sea precisa y me la traces profunda y certeramente. Si puedes horada mi centro de gravedad, por favor. Pero sólo si puedes.
Yo buscaré tu circuncentro, aunque quizás sólo encuentre tu circuncírculo... como si eso importase.
Haremos una combinación que sea la permutación de ansias en placer. Cogeré tu logaritmo y lo elevaré a su máximo exponente, no seré radical, y si hay que elevarlo al cubo, lo elevaré, todo lo que sea porque la fórmula funcione.
Ya sabes lo que me gustan las propiedades matemáticas, la que más la conmutativa, pero sin despreciar la distributiva.
Ven, no calcules más y extraigamos los dígitos. Si quieres con decimales.
Tantos como tiene el número pi.