“Imagina mi historia” me dices.
Creo que me sobrevaloras, pero no lo digo. Sólo lo pienso. Te miro, no fumas, pero te percibo con un cigarrillo en la mano y una mirada retadora en tus oscuros ojos. Quizás el cigarrillo es por las películas de cine negro, que siempre aparece en ellas, la protagonista en blanco y negro, elegante con una falda de tubo y un sombrero llega a las oficina del detective, inteligente pero venido a menos, la silueta que se recorta contra la puerta, ella entra, se sienta y con una voz profunda y ronca plantea su caso al protagonista del que vamos oyendo los pensamientos intercalados con los hechos. Así que mientras me lanzas tu reto, yo te imagino envuelta en humo, con una media sonrisa expectante y un brillo curioso al fondo a la derecha de los ojos.
Imaginar no cuesta tanto, la imaginación es libre y si está entrenada puede conseguir resultados realmente sorprendentes. No hay normas, todo vale y eso la verdad es que facilita mucho el poder imaginar. Cierro los ojos y pienso en ti, una mujer con una personalidad marcada, vital, inteligente, divertida, con unos valores que ahora se tambalean y que son los que permitirán que yo imagine tu historia. Aunque no te guste. Compréndelo. No puedo andarme con medias tintas, ni lo merezco, ni lo mereces.
Tienes novio, un novio al que quieres, que te quiere, con el que compartes los avatares de la rutina y las puñaladas de los recodos de la vida. Uno de esos recodos tenía nombre de mujer, se interpuso y él siguió su perfume, desorientado, ella con su canto de sirena le atrajo, le cantó las alabanzas de la diversidad, él justificó sus actos y pensó que sí, que todo sonaba bien, tenía argumentos para cumplir sus deseos, podría ser infiel, aumentar sus vivencias y volver a tu lado sin que tú siquiera lo sospechases. Pero las mujeres que tienen un arma blanca en la mirada tienen suerte. Y tú lo descubriste antes de que pasase, la traición casi fue completa pero tu honor quedaba salvado porque no se llegó a consumar, para siempre sentirás el escozor de no saber si fue por saberlo antes de que pasase o si nunca se hubiera llegado a realizar. Le sigues queriendo, pero una voz sibilina y malmetedora te susurra al oído de vez en cuando: traidor... traidor... a veces cuando le miras, el eco de esa voz retumba en tus oídos, colándose hasta tu corazón.
En esta historia no cabe la imaginación, los hechos son cerrados, ya están escritos, no se puede cambiar y esta historia es el prólogo a la que yo debo imaginar. Pienso si lo que quieres es que yo te escriba un guión. Si lo quieres ver escrito para ver cómo suena. Si lo quieres ver a través de mis ojos. Si lo que me preguntas es lo que haría yo. Pero sabes que las palabras que se gestan en mi cerebro y que salen por la punta de mis dedos no siempre son controladas por mí, a veces tienen su propia entidad y ellas buscan el camino a través del teclado casi sin pasar por mi consciencia...
Hay momentos en la vida que cambian nuestros pensamientos. Y tú, no entiendes cómo el hombre al que quieres, pueda fijarse en otra, te sabes hermosa y lo corroboro yo, eres inteligente y nadie lo puede negar y te adornan una serie de virtudes que dejan en ridículo a tus defectos. Por eso te sientes dolida. Ese hecho permite que la grieta que se ha abierto deje colarse a otras personas, que no hayas sido tajante con sus coqueteos y que uno se te haya colocado a medio camino entre tu cerebro y tu corazón.
Y aquí comienzo yo a imaginar... tú aceptas su invitación a quedar. Apartas de tu pensamiento que estás haciendo lo mismo que le pillaste haciendo a él. El empezó y abrió el camino. Crees que no se puede quejar.
Así que ahora es a ti a la que le apetece tontear con el peligro. Ese hombre provoca en ti un profundo sentido de atracción animal, su voz ronca y varonil, modulada, encantadora, melosa. Esa voz que siempre regala tus oídos y tus ojos cantándote tus maravillas. Un hombre de mundo, viajado, interesante, sugerente, inexplorado... Imaginas cómo será explorar su cerebro mientras cenáis juntos, mientras vuestros ojos se enlazan invitadores y mantenéis una conversación distendida, con doble sentido, tanteadora... parecéis dos púgiles en un ring, con un movimiento continuo de piernas, valorando y sopesando al contrario, lanzando un comentario invitador que el otro evita con un movimiento de cintura, pero sabiendo ambos que algo habéis de hacer para que esa tensión se libere.
Dime que no quieres que siga imaginando. Dime que no quieres que te cuente cómo os comeréis la boca salvajemente con mordiscos controlados, cómo le ofrecerás tu cuello para que entierre en él su boca, cómo acariciarás su pelo mientras su lengua recorre tus contornos, cada uno de ellos, cómo te agarrará de la cintura para no caerse en las curvas de tu pecho.
Todo será con mucha clase, como ambos tenéis, un hotel elegante, una habitación perfecta sin detalles estridentes aunque los haya, la atención de uno estará centrada en el otro, para vosotros no habrá nada más ahora. Ni engaños, ni traiciones, ni infidelidades. No hablaréis de asuntos profundos, ni os plantearéis que esto cambie vuestra vida, es un trámite que tenéis que cumplimentar precisamente para poder seguir viviendo, y si hay que hacerlo follando se hace y ya está. Sabéis que el futuro quizás no esté al lado de vuestras parejas pero que tampoco vosotros estáis destinados a estar juntos. Que no habrá presiones pensando en un futuro que no compartiréis...
Esa sinceridad se trasluce en vuestros actos, tú te desnudas felinamente, mientras él se relame mirándote, sabe hacer que te sientas única y deseada y tú le recompensas ofreciéndotele para que ambos gocéis.
Párame, estás a tiempo de no leerme imaginando vuestros cuerpos esculpidos brillantes de sudor, sus manos en tu perfecto culo, acompañando las embestidas, tu melena descolocada y electrificada por los roces y las sensaciones, la mirada levemente ida de ambos mientras os concentráis en el placer que sentís, un placer que no se para en rutina ni en futuribles. Gozar y punto. Cuanto más, mejor. Concentrado e intenso.
Y el placer llega. Y os desborda. Y vuestros cuerpos caen laxos y satisfechos. Le miras y eres consciente de que ya no brilla, que debajo del fulgor que emanaba, ahora sin la pasión controlándote le puedes ver en sus verdaderos parámetros. Porque no le quieres, porque fue sólo sexo. Te ha permitido reencarnarte en Némesis por unas horas y vengarte. Ahora ves en cada uno de sus movimientos que él seguirá detrás de otras mujeres. Tan pronto como pueda, lo notas en su sonrisa satisfecha, en que no te dedica ni una mirada, en que el antes y el después hacen que parezca una persona diferente. ¿O no es él y sólo tu mirada la que lo ensalzó a niveles dónde no estaba?
Es igual, no sueles arrepentirte y además tú ya intuías ese final. Lo has hecho y analizarás la experiencia. Quizás mañana. Volverás a tu vida a observar qué cambios produce todo esto en tus sentimientos, ver si comprendes más a tu chico o si ves claro el final.
No me riñas, mi niña. Me gustaría imaginar para ti historias más bonitas, de esas inolvidables con final feliz, de esas en las que en ningún momento se filtra el tinte amargo de la realidad, de esas que provocan sonrisas en los que las leen, pero ésta me salió así.
Hay miles de historias para imaginar. Dime, ¿quieres que imagine otra historia para ti?