Un aventajado para su tiempo,
Torres Quevedo llevó a cabo una multitud de inventos. Tiene el honor de ser el precursor del mundo de la automática, la informática o el mando a distancia.
Leonardo Torres Quevedo nació el Día de los Inocentes, 28 de diciembre de 1852 en Santa Cruz de Iguña, Molledo (Cantabria) fruto del matrimonio entre el ingeniero bilbaino de caminos Luis Torres de Vildósola y Valentina Quevedo de la Maza .Sus trabajos científicos e inventos destacan en el campo de la aeronáutica, el radiocontrol, las máquinas analógicas de cálculo y de la automática. Entre sus innumerables inventos podemos encontrar algunos que sentaron las bases de la informática moderna. Nos centraremos en los más importantes.
Lo cierto es que Leonardo Torres Quevedo es una de las personas más extraordinarias de principios del siglo pasado y sobre la que poca o ninguna justicia se ha hecho. Y es que, estando a principios del siglo XX, se producen noticias como las que se mencionan al inicio de este artículo y que suponen uno de los inventos más importante en nuestra vida doméstica y parece que no le hemos dado importancia.
En 1903 presenta en la Academia de Ciencias de París el primer autómata telecontrolado mediante telegrafía sin hilos (ondas electromagnéticas). El invento es bautizado como Telekino. Tres años después es presentado en España, en presencia del Rey, donde hace una demostración teledirigiendo una embarcación en el agua a distancia. Nadie había hecho nada parecido anteriormente. Desgraciadamente, la falta de financiación dieron al traste con el desarrollo del invento.
Durante su prolífica vida, creó también máquinas capaces de realizar operaciones matemáticas. Estas máquinas algebraicas eran analógicas, de tipo mecánico. Desde mediados del sigo XIX ya había máquinas capaces de sumar y multiplicar, pero las de Torres Quevedo podían resolver ecuaciones de segundo grado y realizar operaciones logarítmicas. La más llamativa es el aritmómetro electromecánico. Esta máquina estaba conectada a una máquina de escribir, a través de la que se introducían los números. La misma máquina de escribir, de forma automática, escribía el resultado. Pero lo más llamativo del aritmómetro era que podía realizar comparaciones entre números y operaciones lógicas, creando algo muy similar a lo que hoy entendemos como ordenador.
Pero de todos sus inventos, quizás el más espectacular fue “El ajedrecista”. Un ingenio electromecánico capaz de jugar al ajedrez gracias a un brazo mecánico. Esta máquina, y sus procedimientos algorítmicos, sienta los rudimentos de la inteligencia artificial.se consideran como precursores de la inteligencia artificial. Construyó dos, el primero en 1912 que fue expuesto en Paris, y el segundo en 1920 con la ayuda de su hijo. En 1914 publicó una memoria titulada "Ensayos sobre Automática". Con este trabajo Torres Quevedo muestra la posibilidad de diseñar un computador digital electromecánico 20 años antes de que se empezaran a construir
Leonardo Torres Quevedo fue reconocido de forma internacional en los entornos científicos. de hecho, la noticia de su muerte fue mucho más difundida en el extranjero que en una España plenamente inmersa en la guerra civil.
En 1902, Leonardo Torres Quevedo presentó en las Academias de Ciencias de Madrid y París el proyecto de un nuevo tipo de dirigible que solucionaba el grave problema de suspensión de la barquilla al incluir un armazón interior de cables flexibles que dotaban de rigidez al dirigible por efecto de la presión interior.
En 1905, con ayuda de Alfredo Kindelán, Torres Quevedo dirige la construcción del primer dirigible español en el Servicio de Aerostación Militar del Ejército, creado en 1896 y situado en Guadalajara. Finalizan con gran éxito, y el nuevo dirigible, el España, realiza numerosos vuelos de exposición y prueba. A raíz de este hecho empieza la colaboración entre Torres Quevedo y la empresa francesa Astra, que llegó a comprarle la patente con una cesión de derechos extendida a todos los países excepto a España, para posibilitar la construcción del dirigible en el país. Así, en 1911, se inicia la fabricación de los dirigibles conocidos como Astra-Torres. Algunos ejemplares fueron adquiridos por los ejércitos francés e inglés a partir de 1913, y utilizados durante la I Guerra Mundial, en muy diversas tareas, fundamentalmente de protección e inspección naval.
Desde mediados del siglo XIX se conocían diversos artilugios de índole mecánica, como las máquinas de calcular de Pascal y Leibnitz, integradores, multiplicadores, llegando a la máquina analítica de Charles Babbage. Los primeros artículos publicados por Torres Quevedo son precisamente para describir sus máquinas algébricas. En 1893 presenta en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales la Memoria sobre las máquinas algébraicas. Esta memoria fue comentada en un informe de Eduardo Saavedra fechado el 15 de enero de 1894 y publicado en la Revista de Obras Públicas. Ya ha desarrollado una primera maqueta de la máquina, y el Sr. Saavedra recomienda que se financie el proyecto definitivo del aparato.
La máquina de calcular de Leonardo fue considerada en su tiempo como un suceso extraordinario en el curso de la producción científica española. La Crónica científica del semanario Nuevo Mundo del 22 de agosto de 1895 ve en este invento el despertar de la Ciencia en España.
En 1895 presenta la Memoire sur les machines algébraiques en un Congreso en Burdeos. Posteriormente, en 1900, presentará la Memoria Machines á calculer en la Academia de Ciencias de París. En ellas, examina las analogías matemáticas y físicas que son base del cálculo analógico o de cantidades continuas, y cómo establecer mecánicamente las relaciones entre ellas, expresadas en fórmulas matemáticas. Su estudio incluye variables complejas, y utiliza la escala logarítmica. Desde el punto de vista práctico, muestra que es preciso emplear mecanismos sin fin, tales como discos giratorios, para que las variaciones de las variables sean ilimitadas en ambos sentidos.
En el terreno práctico, Torres Quevedo construyó una serie de máquinas analógicas de cálculo, todas ellas de tipo mecánico. En estas máquinas existen ciertos elementos, denominados aritmóforos, que están constituidos por un móvil y un índice que permite leer la cantidad representada para cada posición del mismo.
El interés de Torres Quevedo por los transbordadores, funiculares o teleféricos comenzó muy pronto, cuando fijó su residencia en su pueblo natal. En Molledo, junto a su casa, construyó en 1887 su primer transbordador. Salvando un desnivel de unos 40 metros, y con 200 metros de longitud, emplea como tracción animal una pareja de vacas y una silla a modo de barquilla. Este experimento fue la base para la solicitud de su primera patente: "Un sistema de camino funicular aéreo de alambres" (patente 7348 de 17/9/1887). Lograba un coeficiente de seguridad que lo hacía apto para el transporte de personas y no solo de materiales. Posteriormente construyó el denominado transbordador del río León, de mayor envergadura, ya con motor, que siguió siendo utilizado exclusivamente para transporte de materiales, no de personas.
En 1890 presenta su transbordador en Suiza, donde ya se utilizaban los funiculares para el transporte de bultos, debido a su particular orografía. Pero el proyecto de Torres Quevedo es rechazado, permitiéndose la prensa suiza ciertos comentarios irónicos.
En 1907 Torres Quevedo construye el primer transbordador apto para el transporte público de personas, y lo instala en el Monte Ulía de San Sebastián. Este transbordador desapareció en 1912, cuando se inaugura el parque de atracciones del Igeldo.
El problema de la seguridad estaba solucionado con un ingenioso sistema múltiple de cables-soporte, sustituyendo los anclajes de un extremo por contrapesos. El diseño resultante era muy robusto, resistiendo perfectamente la ruptura de uno de los cables de soporte. La ejecución del proyecto corrió a cargo de la Sociedad de Estudios y Obras de Ingeniería, de Bilbao, que construyó con éxito otros transbordadores en otros lugares: Chamonix, Río de Janeiro, etcétera.
ero es sin duda el Spanish Aerocar en las cataratas del Niágara, en Canadá el que le ha dado la mayor fama en esta área de actividad, aunque desde un punto de vista científico no sea la más importante. El transbordador de 580 metros de longitud es un funicular aéreo que une dos puntos de la orilla canadiense, en el lugar donde se produce un gigantesco remolino (whirlpool). Se construyó entre 1914 y 1916 siendo un proyecto español de principio a final: ideado por un español, construido en Bilbao por una empresa española con capital español (The Niágara Spanish Aerocar Co. Limited), y basado en una patente española denominada "Enganche y freno automáticos para transbordadores aéreos" (patente 59627 de 22/1/1915)
Una placa de bronce, situada sobre un monolito a la entrada de la estación de acceso recuerda este hecho: Transbordador aéreo español del Niágara. Leonardo Torres Quevedo (1852-1936). Se efectuaron las primeras pruebas el 15 de febrero de 1916, inaugurándose oficialmente el 8 de agosto de 1916. El transbordador, con pequeñas modificaciones, sigue en activo hoy día, sin ningún accidente digno de mención. Es un atractivo turístico y cinematográfico de gran popularidad.
El 6 de septiembre de 1906, en presencia del Rey Alfonso XIII y ante una gran multitud, hizo una demostración del Telekino en el puerto de Bilbao, maniobrando un bote desde la terraza del Club Marítimo del Abra. Previamente había realizado varias pruebas, tanto en Madrid como en el puerto de Bilbao. Finalmente intentaría aplicar el telekino a proyectiles y torpedos, pero tuvo que abandonar el proyecto por falta de financiación.
El Telekino ha sido reconocido por la IEEE en el año 2006 como Milestone [2], un hito para la historia de la ingeniería a nivel mundial. El trabajo de investigación sobre el Telekino y la propuesta para su reconocimiento por la IEEE es obra de Antonio Pérez Yuste, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, que hizo una presentación sobre el Telekino en la Conferencia sobre la Historia de la Electrónica (CHE'2004)
Lo que Torres Quevedo inventa no es ni más ni menos que "El Mando a Distancia", ese objeto pequeño, que siempre está perdido entre los cojines del sofá y que proporciona, al que lo detenta en cada casa, carácter de reyezuelo que, a manera de cetro, lo exhibe como diciendo: no te olvides que aquí "mando" yo, mientras hace ostentación del "mando a distancia" de la televisión, por ejemplo. El mando a distancia es ahora lo que el "vallet de chambre" fue en el pasado. Ya no hay que pedir que te abran la ventana o enciendan la chimenea, suene la música o lo que sea. Ahora se elige de la mesa del salón el mando adecuado y apretando los botones apropiados, ponemos en marcha el televisor, el vídeo a grabar y el aire acondicionado a funcionar.
Leonardo desarrolló otros muchos inventos, algunos tan ingeniosos como un Sistema para guiarse en las ciudades, que patentó al menos en Gran Bretaña y en España
En los últimos años de su vida Torres Quevedo dirigió su atención al campo de la pedagogía, a investigar aquellos elementos o máquinas que podrían ayudar a los educadores en su tarea. Patentes sobre las máquinas de escribir (patentes n.º 80121, 82369, 86155 y 87428), paginación marginal de los manuales (patentes n.º 99176 y 99177) y las del puntero proyectable (patente n.º 116770) y el proyector didáctico (patente n.º 117853).
El puntero proyectable, también conocido como puntero láser se basa en la sombra producida por un cuerpo opaco que se mueve cerca de la placa proyectada, esta sombra es la que utilizaría como puntero. Para ello diseñó un sistema articulado que permitía desplazar, a voluntad del ponente, un punto o puntos al lado de la placa de proyección, lo que permitía señalar las zonas de interés en la transparencia. Torres Quevedo expresa así la necesidad de este invento: «Bien conocidas son las dificultades con las que tropieza un profesor para ilustrar su discurso, valiéndose de proyecciones luminosas. Necesita colocarse frente a la pantalla cuidando de no ocultar la figura proyectada para llamar la atendión de sus alumnos sobre los detalles que más les interesan y enseñárselos con un puntero».
También construyó un proyector didáctico que mejoraba la forma en la que las diapositivas se colocaban sobre las placas de vidrio para proyectarlas.