MEMORIA HISTORICA

Debate sobre todos los acontecimientos de la historia universal

Moderador: Blackneis

MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 22 May 2013, 02:14

Memoria historica


I. LA MONARQUÍA


«Durante la Monarquía ”recuerda Baltasar Montenegro” la nación no producía; la gente no tenía dinero y la nación tampoco.»

1. La situación económica - El campo

«El medio de producción fundamental y el recurso principal era la tierra ”continúa Baltasar Montenegro, labrador de Cuenca”. Las gentes solían mantenerse de ella y se autoabastecían de sus productos principalmente. La rentabilidad de la tierra era muy escasa y por lo tanto la producción era mínima. Los cultivos más usuales eran patatas, legumbres y cereales».

El jornal era de medio duro, o sea, dos cincuenta pesetas (unas mil o mil quinientas pesetas de 1993, tres o cuatro euros de 2000), y la fanega de trigo (unos 55,5 kilos) se pagaba a 17 ó 18 pesetas.

Se vivía muy arrastradamente ”declara Francisco Bodas, de Belvís de la Jara (Toledo)”. Los más adinerados vivían bien, pero los obreros no. Todos los beneficios del campo eran para el propietario. El campo tenía mucha importancia para los trabajadores.»

Se trabajaba de sol a sol, de ocho o nueve de la mañana hasta bien entrada la noche, con un jornal de diez reales, que no daba ni para comer; hasta que llegó la República no se ganó un duro. Un pastor ganaba cuatro ovejas, dos litros de aceite, una fanega de harina y tres duros al mes, y lo mismo ganaba un yegüerizo (el que guarda o cuida las yeguas). El hortelano ganaba muy poco, que de la huerta no se podía coger nada; todo era para el amo, que sólo cultivaba lo preciso.

Con diez reales se podía comprar una mitadilla de aceite (un octavo de litro). Un kilo de sandía costaba once perras chicas (cincuenta y cinco céntimos); y tres lechugas, una perra gorda (diez céntimos).

En algunos pueblos los obreros se sentaban en la plaza desde primera hora a la espera de ser contratados. El que no lo conseguía tenía que irse por una carga de heno o una de bellotas, según la época. Con suerte podían trabajar uno o dos días a la semana. «Antiguamente el que tenía una parcela era como el que tenía un tesoro.»

Ana Delgado, en Miajadas (Cáceres), ganaba diez pesetas como doncella en casa de un terrateniente; luego, con la República, le subieron a quince.
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 22 May 2013, 02:17

La postguerra fue una época de «mucho miedo y poco pan»,

la postguerra fue una época de «mucho miedo y poco pan», porque, a pesar de trabajar muchas horas, Joaquín Criado y su familia pasaron mucha hambre en Villavieja de Yeltes (Salamanca), que «la comida era un bien escaso y había que racionarla muchísimo.»

«Lo que más me dolía —dice Teodora Sánchez, de Diego Álvaro (Ávila)— no era mi hambre, sino el hambre que pasaban mis hermanos pequeños.» Se racionaba el pan de centeno, «de color oscuro y casi siempre duro», y el azúcar.

Entonces fue cuando se notaron las diferencias de clases —dice José Gil—, «los que tenían dinero podían comprar y los que no, pasaban hambre... En los pueblos, sin embargo, la situación era distinta. Los alimentos estaban racionados, pero tenían trigo... y las mujeres amasaban en casa y cocían el pan en el horno del pueblo. También se podía criar un cerdo o dos... Lo único que estaba más escaso era el aceite, como no se criaba en la región [Guadalajara].»

Escaseaba todo tipo de pastas y «era famosa la figura de un hombre que iba por los pueblos haciendo fideos con masa que le preparaban las mujeres. También escaseaba el azúcar y para endulzar empleaban remolacha y sacarina, aunque ésta era malísima.

Durante uno o dos años hubo quien se enriqueció con el estraperlo. Cambiaban a los ferroviarios harina por aceite y luego lo vendían a muy altos precios. «En muchas ocasiones los agentes de la Fiscalía de Tasas hacían la vista gorda porque a ellos también les interesaba que hubiera este mercado negro.

En Renales el agente de la Fiscalía multaba al molinero, como sabía que molía para el uso y para el estraperlo, y le precintaba la piedra; pero, como si fuera un olvido, dejaba otro precinto, con lo que el molinero en cuatro días podía recuperarse de la multa.

«El hombre trabajaba en el campo y se ocupaba generalmente del ganado... la mujer hacía todos los trabajos de la casa, se encargaba de los cerdos y las gallinas y ayudaba a los hombres en algunas tareas como escardar o trillar la parva. En las épocas de cosecha toda la familia colaboraba.»

Todos los domingos del año había baile. Los mozos pagaban una cuota al año y alquilaban un manubrio para no depender del humor de alguno que supiera tocar algún instrumento, que siempre lo había. Pero en las fiestas contrataban una orquesta y el baile duraba más. A veces llegaba algún espectáculo de títeres o comedias que servía de pretexto a mozos y mozas para estar juntos.

En Alpedroches (Guadalajara) «el peso de la guerra apenas se dejó sentir. En una humilde y pequeña aldea entre las montañas los únicos signos del conflicto eran el paso de alguna tropa de moros o de alguna escuadra camino del frente.

«Fue en la posguerra cuando todos sintieron en mayor o menor grado las consecuencias de la instauración del nuevo poder. Es entonces cuando Ciriaco encuentra dificultades para encontrar un trabajo digno. Para acceder al mismo era necesaria la presentación al Ayuntamiento de informes de familiares y vecinos del pueblo que atestigüen que se trata de una persona de confianza. Pero Ciriaco no conseguía nunca informes favorables.»

En Méntrida cada uno comía de lo suyo y lo que faltaba como pan, aceite, legumbres, tabaco, se compraba de estraperlo, que la Guardia Civil hacía la vista gorda a cambio de alguna participación en el beneficio.

«No había grandes diferencias sociales... los que habían sido pobres antes de la guerra seguían siéndolo en la postguerra, excepto los que se habían enriquecido con el estraperlo.»

El baile y el cine eran las diversiones más comunes.

En Toledo había gente que pedía aceitunas por las casas.

La suciedad era grande porque no había jabón, con lo que había mucha sarna y piojos.

Muchos labradores de Bargas, Petra Gutiérrez y Socorro Rosell entre ellos, iban a Madrid a vender «aceite, garbanzos y otras legumbres. Iban casa por casa y... las mujeres los esperaban con ansiedad.» Pero a veces, cuando llegaban a la estación de Atocha, la Guardia Civil les requisaba la mercancía y «tenían que volver con las manos vacías.»
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 22 May 2013, 02:20

En Villanueva de los Infantes (Ciudad Real)

En Villanueva de los Infantes (Ciudad Real) «la gente que poseía más dinero era la gente de derechas y eran los que mandaban en el pueblo». Carmen Gutiérrez lo pasó entonces muy mal, que a su padre lo habían echado del trabajo por ser socialista, hasta que con su hermana pudo colocarse de cocinera en «una casa de derechas». Allí pudieron comer, pero no les dejaban sacar comida para su padre y tenían que hacerlo a escondidas.

A Baltasar Montenegro le obligaron a afiliarse a la Falange.

«Cuando acabó la guerra, los campos estaban llenos de langostas, lo que provocó mucha hambre. La gente moría de hambre. En la plaza de Madridejos la gente caía muerta de hambre y se decía de ellos que habían muerto por el piojo verde. Había tanta hambre que una vez, estando mi abuela cosiendo, vio por la ventana cómo un hombre se comía las cortezas de patatas que había tiradas en la calle.

«Cuando mataban a un burro en la carnicería del pueblo, la gente hacía unas colas larguísimas y la gente que estaba en ellas esperando se llenaba de piojos.»

Sólo había pan de cebada y de maíz «que te ahogaba.»

El dinero hubo que entregarlo, aunque daba igual porque todo el dinero republicano fue invalidado.

El padre de Manuel Prieto, que vivía en Valdepeñas, tenía ahorradas cuarenta y seis mil pesetas, «que por aquel tiempo eran una fortuna»; pero, como era dinero republicano, los franquistas sólo le dieron al cambio cincuenta pesetas, con lo que, aunque era labrador independiente, se tuvo que poner a trabajar por cuenta ajena para salir adelante. Manuel tenía que ir a Torrenueva a comprar pan de estraperlo.

Los primeros cinco años de la posguerra fueron horribles en Villamayor de Calatrava (Ciudad Real); había mucha hambre y nada que comer. La poca harina que se conseguía había que entregarla a la tahona (controlada por Abastos), «pero a los pobres les daban pan moyuelo, que tenía raspas como palillos, y a los ricos les daban pan de flor.» Sólo en el año 48 permitieron abrir otro horno en el que cada cual se cocía su pan.

Con el pan moyuelo se comía gachas de algarrobas que tenían bichos que, como nadaban el agua, se podían quitar con una espumadera. A veces las gachas eran de harina de cebada y a veces no había qué comer.

En el campo se trabajaba de sol a sol, en verano de seis de la mañana a diez de la noche, se dormía sobre la mies y no había más comida que migas o garbanzos. Así, Jacinto Coronel y Martina Ortega, que conservan un recuerdo muy amargo de su infancia y juventud en el pueblo, emigraron a Madrid en cuanto pudieron, a mitad de la década de los cincuenta.

Al licenciarse el legionario Jesús Serradilla volvió a su pueblo de Cáceres y se empleó de capataz en la dehesa Belén; pero el salario era escaso y al año emigró a Madrid, donde dada su condición de mutilado de guerra le fue fácil emplearse como vigilante nocturno, con un jornal de ocho pesetas, en la factoría Bressel, que fabricaba espoletas para granadas de artillería y otra maquinaria.

«Al poco tiempo mi abuelo [Fulano Esteban] volvió a trabajar en el mismo cortijo [de Granada] en el que lo hacía mi abuela y a los dos años se casaron.

«Al casarse ambos se fueron a un cortijo como guardas, donde ya tuvieron una hija, y, como el salario era muy bajo, se fueron al pueblo, a Loja, donde hizo una instancia para trabajar en la RENFE; no es que ganase mucho, pero ya era un sueldo algo más fijo y lo consiguió gracias a que su hermano trabajaba también como ferroviario y a que su mismo padre también lo había sido.

«A los dos años nació mi padre y la economía ya estaba más estable, aunque no daba para gastos superfluos, tan sólo daba para comer.

«Ahora, por haber sido Guardia de Asalto durante la guerra, le dan una paga todos los meses, además de la de la RENFE.»

El abuelo materno, Fulano Martín, que hizo la guerra en Madrid, quería quedarse a trabajar en la capital, «pero sus padres no le dejaron, entonces volvió para trabajar en el pueblo y estuvieron siete años de novios; ella también trabajaba en el campo, pero lo pasaron muy mal económicamente, comían casi gracias a su abuela que tenía una pequeña tienda de frutos secos en la que no ganaba tanto como antes de la guerra, cuando se iba de feria en feria los domingos, y en el pueblo, pero era porque en aquel entonces la gente tenía mucho menos dinero y no se lo podían gastar en caprichos, pero poco que mucho comían.
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 22 May 2013, 02:23

CONTINUACION..........................
«Cuando pasaron siete años... se casaron y vivieron una temporada en el pueblo, donde nació un hijo y una hija, mi madre. Trabajaban en el campo y a los niños los cuidaba una vecina. Pero el trabajo estaba infravalorado y trabajaban mucho, ganando poco y entonces decidieron irse a trabajar a Madrid.

«Estuvieron como guardas de una casa y para trabajar un huerto que tenían. Vivían en esta misma casa. Luego se fueron a vivir a Vallecas y mi abuelo se puso a trabajar en las contratas de la RENFE, y poco a poco iban viviendo.

«Luego mi abuelo se hizo... de la Falange para que le dieran un piso; tuvo que ir andando desde Madrid hasta la cruz [del Valle] de los Caídos y no se lo dieron, entonces se borró, y al año dio la entrada en un piso... en la plaza de los Cármenes, donde vivió hasta que murió a los cincuenta y dos años, y mi abuela sigue viviendo allí.»

«En 1953 acabaron los años de máxima tensión —dice Julián Prieto—, desapareció el estraperlo y dos millones de españoles se fueron a trabajar al extranjero. Esto mejoró la economía española porque dejaban puestos de trabajo vacíos y traían divisas para comprar productos que no había en España.»

Una de las enfermedades incurables de la época era la tuberculosis. Para prevenir la enfermedad se aconsejaba hervir la leche de vaca —recuerda el gallego Alfonso Barreiro— «ya que una de las formas de contagio más frecuente era a través de las vacas enfermas con dicha enfermedad.»
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Nagajolokia » 22 May 2013, 11:13

Simone escribió:La postguerra fue una época de «mucho miedo y poco pan»,

la postguerra fue una época de «mucho miedo y poco pan», porque, a pesar de trabajar muchas horas, Joaquín Criado y su familia pasaron mucha hambre en Villavieja de Yeltes (Salamanca), que «la comida era un bien escaso y había que racionarla muchísimo.»

«Lo que más me dolía —dice Teodora Sánchez, de Diego Álvaro (Ávila)— no era mi hambre, sino el hambre que pasaban mis hermanos pequeños.» Se racionaba el pan de centeno, «de color oscuro y casi siempre duro», y el azúcar.

Entonces fue cuando se notaron las diferencias de clases —dice José Gil—, «los que tenían dinero podían comprar y los que no, pasaban hambre... En los pueblos, sin embargo, la situación era distinta. Los alimentos estaban racionados, pero tenían trigo... y las mujeres amasaban en casa y cocían el pan en el horno del pueblo. También se podía criar un cerdo o dos... Lo único que estaba más escaso era el aceite, como no se criaba en la región [Guadalajara].»

Escaseaba todo tipo de pastas y «era famosa la figura de un hombre que iba por los pueblos haciendo fideos con masa que le preparaban las mujeres. También escaseaba el azúcar y para endulzar empleaban remolacha y sacarina, aunque ésta era malísima.

Durante uno o dos años hubo quien se enriqueció con el estraperlo. Cambiaban a los ferroviarios harina por aceite y luego lo vendían a muy altos precios. «En muchas ocasiones los agentes de la Fiscalía de Tasas hacían la vista gorda porque a ellos también les interesaba que hubiera este mercado negro.

En Renales el agente de la Fiscalía multaba al molinero, como sabía que molía para el uso y para el estraperlo, y le precintaba la piedra; pero, como si fuera un olvido, dejaba otro precinto, con lo que el molinero en cuatro días podía recuperarse de la multa.

«El hombre trabajaba en el campo y se ocupaba generalmente del ganado... la mujer hacía todos los trabajos de la casa, se encargaba de los cerdos y las gallinas y ayudaba a los hombres en algunas tareas como escardar o trillar la parva. En las épocas de cosecha toda la familia colaboraba.»

Todos los domingos del año había baile. Los mozos pagaban una cuota al año y alquilaban un manubrio para no depender del humor de alguno que supiera tocar algún instrumento, que siempre lo había. Pero en las fiestas contrataban una orquesta y el baile duraba más. A veces llegaba algún espectáculo de títeres o comedias que servía de pretexto a mozos y mozas para estar juntos.

En Alpedroches (Guadalajara) «el peso de la guerra apenas se dejó sentir. En una humilde y pequeña aldea entre las montañas los únicos signos del conflicto eran el paso de alguna tropa de moros o de alguna escuadra camino del frente.

«Fue en la posguerra cuando todos sintieron en mayor o menor grado las consecuencias de la instauración del nuevo poder. Es entonces cuando Ciriaco encuentra dificultades para encontrar un trabajo digno. Para acceder al mismo era necesaria la presentación al Ayuntamiento de informes de familiares y vecinos del pueblo que atestigüen que se trata de una persona de confianza. Pero Ciriaco no conseguía nunca informes favorables.»

En Méntrida cada uno comía de lo suyo y lo que faltaba como pan, aceite, legumbres, tabaco, se compraba de estraperlo, que la Guardia Civil hacía la vista gorda a cambio de alguna participación en el beneficio.

«No había grandes diferencias sociales... los que habían sido pobres antes de la guerra seguían siéndolo en la postguerra, excepto los que se habían enriquecido con el estraperlo.»

El baile y el cine eran las diversiones más comunes.

En Toledo había gente que pedía aceitunas por las casas.

La suciedad era grande porque no había jabón, con lo que había mucha sarna y piojos.

Muchos labradores de Bargas, Petra Gutiérrez y Socorro Rosell entre ellos, iban a Madrid a vender «aceite, garbanzos y otras legumbres. Iban casa por casa y... las mujeres los esperaban con ansiedad.» Pero a veces, cuando llegaban a la estación de Atocha, la Guardia Civil les requisaba la mercancía y «tenían que volver con las manos vacías.»


Por lo que me han contado testigos que lo vivieron, en la postguerra no es que hubiera poco pan, sino que en muchos casos no había ninguno, ni tampoco algo que llevarse a la boca. Eso sí, miedo, miseria, represión y frío había para dar y tomar.
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 24 May 2013, 16:13

La vida cotidiana

En aquella época, antes de la guerra, había muchas fiestas ”San Isidro, la Paloma, el Carmen, San Juana” con verbenas que solían durar ocho o diez días. También había muchas salas de baile; estaban de moda el charlestón y todavía el tango; el chotis con organillo se bailaba mucho.

Las calles tenían otros nombres, «como la calle Pi y Margall que es la actual Gran Vía.»

Los toros y el fútbol eran las diversiones de la gente: El 15 de mayo de 1925, en el estadio Metropolitano de Madrid, tuvo lugar el primer partido que España ganó a Inglaterra; el resultado fue de 4 a 3.

«Todo se difundía a través de la prensa; había muchos periódicos: el ABC, el Imparcial, El Debate, que era casi todo de política, (derechas), la Libertad (liberal), El Sol, el Heraldo de Madrid, que daba mucha información, (izquierdas) y La Voz sin tendencia definida. Costaban diez céntimos. Salían tres periódicos por la mañana y tres por la noche.

También había revistas: El mundo gráfico, el Nuevo Mundo, La esfera, que salía los domingos y valía una peseta, en tanto que los otros costaban treinta céntimos.

En la cuesta de San Vicente había un salón de cine llamado Cinema España. Las películas, como La moneda rota y Los tres mosqueteros, eran por capítulos; cada semana daban un capítulo que valía quince céntimos.
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 24 May 2013, 16:15

La educación

«La gran mayoría de la población era analfabeta.» Muchos niños no acudían a la escuela o lo hacían sólo hasta los diez u once años en que se ponían a trabajar; en algunos casos iban, hasta los catorce o quince años, a unas escuelas nocturnas recién creadas. Se estudiaba la Cartilla, primera, segunda y tercera, y luego el primer Libro de Cuentas. Como mucho se llegaba a dividir.

Un barbero de Burgos de la quinta de 1930 refiere que hizo el servicio militar en Melilla y allí aprendió a leer y contar. «En algunos acuartelamientos había cine —añade.»

En Miajadas «prácticamente todos los muchachos eran analfabetos; algunos iban a cumplir el servicio militar sin saber leer ni escribir.» Ana Delgado «iba a la escuela, pero sus padres no querían; preferían que trabajase; trabajaba de madrugada cogiendo aceitunas y ganaba un real.»

Juana Mora Cardo, vecina de un pueblo de Cuenca, tenía treinta y cuatro años cuando estalló la guerra y nunca fue a la escuela, como era la mayor de sus hermanos, sino que desde muy pequeña se dedicó a trabajar la tierra, según uso de la gente de su generación.

Emilia Corrales recuerda cómo entre los seis y diez años recorría todos los días tres kilómetros para ir a la escuela, desde la finca Veczalejos (donde su padre llevaba un negocio de compraventa de pieles) hasta Serradilla (Cáceres), con peligro de un arroyo que a veces bajaba crecido y de los bandidos que había en la zona.
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 24 May 2013, 16:16

La crisis del sistema

«El colapso del orden público comienza en Madrid y Barcelona.»

Eugenio Alonso Martín era de la quinta del 23 y salió excedente de cupo; pero, como tras el desastre de Annual hubo que mandar tropas a África, lo llamaron a filas y estuvo cuatro meses en el Regimiento del Rey, que estaba en el Puente de Vallecas. Fue, sin embargo, un servicio militar cómodo porque dormía en casa y sólo aparecía por el cuartel cuando tenía servicio. Hacía guardias en el Palacio Real.

Su opinión sobre la monarquía es negativa: «Nadie estaba contento con la monarquía. No te dejaban hablar. Estabas en un bar y, si te oían hablar, venía la policía y te llevaba. Si eras comunista también. Como cuando Franco... Nadie quería a Alfonso XIII. Todo el mundo quería una república.»

Cabeza de Buey, en la provincia de Badajoz, «era un pueblo importante ya que tenía estación de ferrocarril y varias líneas de caballería con otros pueblos más pequeños de alrededor; también tenía telares... Había grandes terratenientes dedicados a la ganadería que exportaban lanas.»

La familia de Encarnación Romero regentaba la fonda de la estación, que era de su propiedad; «tenía buena posición en el pueblo, tenían buenas amistades y el padre, además, era socio del casino... Tenía ideas republicanas, pertenecía a la U.G.T. y todas las semanas iba a sus reuniones.»
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 27 May 2013, 12:08

LA REPÚBLICA

«La República muy bien, mejor que la democracia [actual]. Para mi abuelo [Eugenio Alonso, de Madrid] la República es algo casi utópico. No hace referencia a los problemas que había; para él era la liberación, era el mundo de los primitivos socialistas intentando hacerse un hueco en el complejo mundo de la política... Para mi abuelo la República sigue siendo algo excepcional.»

«En 1931 las clases trabajadoras recibieron la República con los brazos abiertos; pero cinco años más tarde lo único que se escuchaban eran quejas.»

La República vino, según Francisco Bodas, porque «los capitalistas no daban trabajo» y, cuando lo daban, se quedaban con todo el beneficio y los trabajadores no cobraban nada. «Se explotaba al obrero.»
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Re: MEMORIA HISTORICA

Notapor Simone » 27 May 2013, 12:10

La situación económica

Durante la República mejoró considerablemente la situación de los trabajadores: «Había buenos contratos de trabajo y un salario que antes era de ocho pesetas, ahora era como mínimo de diez o quince pesetas.» Los precios eran los siguientes:

1 kg. de pan 65 - 70 céntimos.
1 kg. de carne 3 pesetas.
1 litro de vino 60 - 70 céntimos.
1 cerveza 30 - 35 céntimos.
1 traje 125 - 130 pesetas.
Camisa de popelín 12 pesetas.
Calcetines 2 pesetas.
Calzado20 - 30 pesetas.

«En 1934 mi abuelo paterno vivía en Loja (Granada), porque su padre trabajaba en el ferrocarril y estaba en un paso a nivel, para bajar la barrera y dar paso a los trenes.

«Su madre había muerto cuando él aún era muy pequeño y en ésta pequeña casa del paso a nivel vivían su padre, sus cinco hermanos y él.

«No es que vivieran muy bien, pero no se podían quejar; mi abuelo tendría unos quince años y se iba a ayudar en el campo a los dueños y señores de los cortijos.

«Él casi siempre había trabajado en el mismo cortijo y por eso conoció a mi abuela; desde muy pequeños [se conocieron], pues ella era la que preparaba la comida tanto a él como a los demás jornaleros...

«Mi abuelo materno nació en... Colmenar de Oreja (Madrid).

«Él estaba trabajando en el campo como jornalero y conoció a mi abuela de verla en el pueblo, puesto que antes todo el mundo se conocía, y de haber ido de vez en cuando con ella a trabajar, pero nada más. No ganaban mucho, pero sí vivían mucho mejor que cuando estalló la guerra y en la posguerra. Ella siempre había tenido algo criado [¿cultivado?] en el campo y en el corral había gallinas y conejos, por lo que gracias a esto no faltó para comer.»

En Montemolín (Badajoz) el marido de María Márquez guardaba ovejas y ganaba unas treinta pesetas cada quince días, aparte de lo que le daban en especie (garbanzos, aceite y harina), con lo que vivían bien.

El padre de Ana Delgado no llegó a cobrar una perra gorda al servicio de un gran capitalista en Miajadas (Cáceres), el cual se marchó a Trujillo, que era «pueblo de ricos... porque no toleraba la reforma agraria.»

«El capitalista —explica Francisco Bodas—, al ver que llegaba la reforma agraria, se apresuró a vender sus tierras y así no tener que entregarlas.

«En Belvís de la Jara (Toledo) había once labranzas, regadas por el río Gévalo, que eran de un solo dueño: las Bolillejas, Aguilera, el Viñazo, el Torno, la Casa de la Torre, la Pradera, Vervina, Montejica, el Tres de Bastos, Santa Paula y la Granja. Los obreros las compraron pero sólo pagaron tres: La Bolilleja, el Torno y la Casa de la Torre, así que al llegar la guerra les levantaron la hipoteca [¿se las expropiaron con el cambio de régimen?]. Se volvieron a vender y al dueño [¿el antiguo propietario?] le quedaron tres labranzas gratuitamente: La Granja, el Tres de Bastos y Santa Paula.»
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