por Simone » 20 Jun 2013, 17:10
La vida en Madrid
Natividad Fuerte emigró a Madrid en busca de trabajo en 1931, que la gente de su pueblo, en la provincia de Palencia, vivía de la agricultura y con la crisis económica se habían paralizado todas las exportaciones y, aunque se comía de lo que se labraba, no había dinero para cubrir otras necesidades. Así, con muchos apuros y esfuerzos, Natividad, que tenía once hermanos, enviaba a su familia la mitad de lo que ganaba en un restaurante de la plaza de España.
Como todos los días acudían al restaurante muchos pobres a pedir los restos de la comida, Natividad pidió permiso a su patrón para repartírselos; obtenido el cual, todos los días «a la hora de cerrar aquello se llenaba de hombres, mujeres, niños, ancianos... todos ellos en busca de algo de comida.» Incluso la prensa publicó una foto suya con un suelto en que «se hablaba de la grave situación por la que estaba atravesando el país»; a pesar de lo cual, «todavía quedaba gente humanitaria que daba lo que podía a la gente que lo necesitaba.»
El padre era funcionario de Correos y escultor por la tarde, la madre empleada y tenían tres hijos.
«Era costumbre por aquella época tener una lavandera en casa, que, además de lo que su nombre indica, ayudaba en las tareas de la casa y se encargaba a veces del cuidado de los niños.
«La forma de vida era muy casera y se conocía mejor a los vecinos próximos, era una vecindad familiar. También la familia hacía más vida en común. Frecuentemente había reuniones de familia donde coincidían padres, abuelos, tíos... Estos encuentros eran especialmente importantes cuando había alguna fiesta que celebrar. Los domingos y festivos se iba al campo y se visitaban los alrededores de Madrid. En invierno se reunían los amigos y se jugaba al parchís, se cantaba... Por la mañana visitaban museos o recorrían las calles del centro.»
En el 31 compraron la primera radio y escuchaban EAJ7 Unión Radio Madrid. Había un locutor que se llamaba Carlos del Pozo.
Las viviendas eran sencillas, aunque sin retrete; sólo las casas de clase media lo tenían. Era fácil cambiar de vivienda porque había mucho donde elegir. Por un piso de ocho habitaciones, cocina y baño se pagaban quince duros al mes.
Se hacía la compra a diario porque no había neveras, pero el sábado era el día de las grandes compras. Muchos comercios abrían el domingo por la mañana. También había mucha venta ambulante.
«El 1º de Mayo todo el mundo hacía fiesta —dice Eugenio Alonso—. Nadie trabajaba, ni tranvías ni nada. Sólo algunos médicos. Todo quedaba totalmente paralizado. Si querías coger el coche, o simplemente querías desplazarte de un sitio a otro por cualquier causa, debías pedir permiso al Ayuntamiento, donde te daban un salvoconducto para ir adonde quisieras.
«En general te ibas de fiesta por ahí, al río, por ejemplo, como si de cualquier otra fiesta se tratase. No había manifestaciones ni mítines. Sólo podía uno divertirse; claro que sin cines, ni teatros, ni bares. Había que comprar todo el día de antes. Era el 1º de mayo, el día de los trabajadores y el país se paralizaba.»
La prensa habitual era: El heraldo de Madrid, republicano; El debate, derechista; Solidaridad Obrera, anarquista; El socialista, socialista; Mundo Obrero, comunista.
La radio estaba muy poco difundida, escasamente habría una cada cien vecinos.