por Asturkick » 14 Sep 2015, 16:41
“DE LA COLOR DE LOS CANARIOS”
(PRIMERAS IMÁGENES DEL ABORIGEN AMERICANO)
Francisco Morales Padrón
EL ENCUBRIMIENTO DE UN NUEVO SER
De entrada constituyó un grave error llamar indios a aquellos seres avistados el 12 de
octubre de 1492. Un cúmulo de errores estaba en la base del plan colombino y sobre errores
continuarían apoyándose sus concepciones. La historia del europeo en América se inició
como fruto de una confusión. Y si fue una equivocación creer que se había llegado a la India
gangética, error fue denominar indios a sus pobladores y más engañoso generalizar la
denominación a todos los habitantes del continente. Las poblaciones o civilizaciones
americanas, diversas en niveles de desarrollo político, económico, cultural, etc., fueron
englobadas, para simplificar, bajo un solo concepto, con similar desacierto al que hoy
cometemos al denominar con exclusividad americanos a los estadounidenses.
Los nativos de lo que sería América eran distintos en múltiples aspectos, aunque se diesen
algunos rasgos comunes. Y diversos serían también los europeos que teorizaron sobre aquel
nuevo mundo, algunos de los cuales actuarían con un conocimiento directo de él, y otros
indirectamente. A la diversidad de lo nuevo (lo encontrado) y a la pluralidad del observador
(descubridor) se añadía la dificultad para transmitir lo visto a través de la palabra, la letra o
del dibujo a causa, entre otras razones, de las limitaciones, de la propia carga cultural y las
ideas previas del descubridor.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
“De la color de los canarios” (primeras imágenes del…)
Llegar al Nuevo Mundo fue fruto del viaje de unos marinos que pretendían llegar a la India del Ganges a Catay, pero ellos no advirtieron en su integridad la originalidad de lo hallado, no percibieron su identidad, no captaron su no asiaticidad. Ellos creyeron que habían descubierto un nuevo camino hacia la India gangética y tierras aledañas al Asia, cuando no parte de la misma Asia. Sería un proceso largo, que la cartografía refleja, el que llevó al convencimiento y al conocimiento de que aquello no era la India ni sus habitantes eran indios. Cuando lo advirtieron ya era tarde para rectificar; lo más que se pudo hacer fue denominar lo desvelado como Nuevo Mundo, pero sus habitantes taínos, aztecas, totonacas, quimbayas, aymaras, charrúas, tupís, etc., siguieron siendo indios. El proceso, en nuestro intento, se complica porque ahora nosotros, poseedores de una cultura que no es la propia del hombre del siglo XVI, queremos analizar cómo este vio al aborigen americano, todo ello desde una cultura que no era la del individuo descubierto y que tampoco es la nuestra actual. Todo fue y es difícil. Y todo, lo dijimos, se inició con equívocos. Comenzó el proceso con intenciones de arribar o localizar algo que constituyó un desencanto, pese a la euforia epistolar del Almirante. El verdadero descubrimiento no se produjo el 12 de octubre. La aprehensión de la diversidad, de lo distinto, de la identidad de aquello totalmente nuevo exigió un proceso de varios años. El tiempo, la mentalidad, la formación cultural, el peso de la tradición, etc., influyeron en esa percepción de lo americano, donde estuvo incluido el indígena sobre cuyo origen y condición llevó a más de uno a discusiones en las que se les llega a considerar descendientes de las tribus de Israel, infieles o paganos. De por sí tales interrogantes y suposiciones nos demuestran cuánta perplejidad se dio pasada la fecha inicial ante una geografía y humanidad inéditas e inesperadas. En las primeras descripciones del ser americano realizadas por el europeo se advierte un evidente eurocentrismo, el uso de estereotipos y un talante de superioridad que refleja prejuicios y discriminaciones. Aparte, claro, de una indudable incapacidad para transmitir la desconocida naturaleza. Las descripciones deformaban lo hallado (una iguana no es una serpiente) y no reflejaban la realidad ante la cual se creía estar (Cuba no era un extremo de Asia).
La originalidad de lo desvelado no radicaba en la antropología del indio; los europeos conocían a los asiáticos, tan parecidos a los americanos, descritos en los relatos medievales de Carpini, de Roubrouck o de Marco Polo. Algunos europeos, según Hernando Colón, contemplaron cadáveres de indígenas americanos desplazados en canoas hasta las costas del Viejo Mundo.
SON DE LA COLOR DE LOS CANARIOS
La larga anotación colombina del 11 al 12 de octubre del Diario establece por vez primera la relación CanariasAmérica cuando el Almirante anota que los indígenas que acaba de descubrir en las Lucayas “son de la color de los canarios”. Su hijo Hernando le da una pincelada más al retrato añadiendo que la color como los canarios era el “aceitunado… como los campesinos quemados por el sol” repitiendo algo similar a lo observado por los autores de Le Canarien con respecto a los aborígenes canarios. Y el mismo don Hernando Colón refuerza ese inicial comienzo de las relaciones CanariasAmérica cuando apostilla que su padre descubrió, en los primeros días de diciembre, la isla de la Tortuga “tan grande como Gran Canaria”. Merece la pena detenerse ante este breve apunte en cuanto que de inmediato nos preguntamos: ¿Conocía Colón directamente a los indígenas canarios? Sin duda. Estuvo cerca de un mes en el Archipiélago durante su primer viaje y los estudiosos de las navegaciones del genovés por el Atlántico antes de 1492 suponen que navegó por sus aguas y más al sur hasta Cabo Verde, hecho que él mismo confirma al manifestar que anduvo por la costa de la Malagueta. Colón pudo saber lo que era un indígena canario porque estos como esclavos se vendían habitualmente en los mercados de Lisboa, Valencia o Sevilla. Lo interesante, además de lo dicho, es que la comparación en cuanto al color que hace el Almirante nos recuerda a lo que dicen los autores de Le Canarien, crónica de los intentos de conquista normanda de las Canarias. Aparte de otras características que los responsables de tal crónica hacen al describir el archipiélago isla por isla, comprobamos que siempre en todas ellas constatan la variedad de su orografía y botánica y reiteradamente notifican la desnudez de parte de los canarios, una de las notas precisamente que más impresionaron a Colón con respecto a los indios de las Antillas. Dejemos que los mismos cronistas normandos nos mencionen o tracen el cuadro de aquellos no europeos que vivían aún en un gran atraso cultural pese a su cercanía a Europa. Carecían de metales, escriben los cronistas, que insisten en la belleza de las mujeres, aluden a que son buenos nadadores y usan algunos unas pintaderas con que se blasonan el cuerpo y, algo interesante, mencionan la visión que, desde la isla de El Hierro, se tiene de una isla denominada Reyes y de unos peces que los marineros llaman sirenas, lo cual inevitablemente nos trae el recuerdo de toda la geografía mítica o fantástica medieval del Atlántico. Insistiendo sobre la tipificación o característica que nos ha llevado a este comentario, la del color de los canarios con respecto a los indígenas de las Lucayas, los autores de Le Canarien explican que parte de la población canaria es blanca y rubia pero que adquieren el color tostado por pasar muchas horas al sol. En los dibujos que adornan el texto se pintan unos seres que no parecen haber sido esbozados directamente de la realidad como evidencian los escudos y cascos que lucen. El asombro que produjo a los descubridores los seres hallados aquel amanecer de octubre estuvo, primero, en su desnudez, y luego, en próximos viajes, en la antropofagia (no practicada por los canarios) y la bestialidad (comer alimañas). La desnudez fue considerada unas veces como condición de ignorancia, y otras cual símbolo de un estado de felicidad natural y prueba de una inferioridad cultural, en tanto que el canibalismo (comer carne viva y alimañas) sirvió para hablar de bestialidad. A estas notas, los descubridores apuntaron otras negativas como la sodomía, la ferocidad y la carencia de metales y de régimen político o religión, etc. Nadie, curiosamente, los confundió ni siquiera a los caribes con el salvaje peludo medieval, tema decorativo en la arquitectura y que sin duda los viajes de exploración antes de 1492 ayudaron a difundir. La única y tardía relación que se puede establecer es el ejercer similares cometidos en jambas de puertas o en cariátides. En Le Canarien se menciona la carencia de metales por parte de los canarios, o de uso exclusivo de la carne en alguna isla, pero nada relacionado con la antropofagia. Se alude, eso sí, a que son buenos nadadores los grancanarios como también lo eran los que el 13 de octubre se acercaron a las carabelas descubridoras. Anotemos que con respecto a Tenerife, se dice por los cronistas de Le Canarien que sus habitantes son de pequeña estatura, eso que nos recuerda a los pigmeos, o por el contrario, a los gigantes, que afirmaron haber visto más de un descubridor en próximos años. Insistiendo sobre la tipificación o característica que nos ha llevado a este comentario, de la color de los canarios con respecto a los indígenas de las Lucayas, los autores de Le Canarien explican que parte de la población canaria es blanca, pero adquieren este color tostado por razones ya expuestas. En los dibujos que adornan el texto citado, se pintan unos seres que no parecen haber sido dibujados directamente de la realidad. El desnudismo, en efecto, es reiteradamente citado en las crónicas, pero los escudos, cascos y hasta la barba que algún indígena lleva parece ser más fruto de la fantasía que de la realidad. Volvamos al hilo de nuestra exposición tocante al descubrimiento colombino y la primera visión que se tiene de los indígenas antillanos.
LA PRIMERA VISIÓN COLOMBINA
Como decíamos, retornemos a nuestra intención al afirmar que descubrir al indio
americano como descubrir a toda la naturaleza de aquel mundo nuevo consistió en darse
cuenta de su variedad, captar su identidad, describirla y difundirla, determinando un reajuste
de las ideas tenidas hasta entonces. En este proceso del europeo, según afirmamos, se vio
limitado o determinado por su propia formación y herencia cultural, lo cual le llevó a entender
y expresar lo nuevo mediante viejas ideas y conceptos que no siempre resultaban exactos o
adecuados. Porque una canoa no era una almadía, ni un cacique era un mayoral, ni el maíz era
el mijo. Son mecanismos y comparaciones que seguimos utilizando en nuestro empeño por
transmitir lo inédito.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
XVII Coloquio de Historia CanarioAmericana
Imperaban unas nociones un tanto míticas sobre la realidad geográfica del Atlántico, mar
terrorífico donde flotaban la Antilla, las Siete Ciudades, Brasil, San Borondón, etc., que
recordamos al hablar en Le Canarien de la existencia de una isla poblada por gente de color
encarnada. Se admitía la tesis sosteniendo la posibilidad de navegar hacia el oeste, que
permitiría hallar islas como las citadas, luego Asia y hasta una región paradisíaca que Colón
creyó haber encontrado durante su tercer viaje, como existía la idea de que la distancia entre
Europa y Asia yendo por el mar tenido por tenebroso no era tan larga como algunos suponían.
De esto precisamente hablará Anglería al referirse a los papagayos. El humanista escribe:
Dicen que no vieron ningún animal cuadrúpedo, fuera de tres clases de conejos […]
Cogieron cuarenta papagayos, de los cuales unos eran verdes, otros amarillos en todo
el cuerpo, otros semejantes a los de la India, con su collar de bermellón, como dice
Plinio, pero de colores vivísimos y sobremanera alegres. Las alas las tienen de
diversos colores, pues las plumas verdes y amarillas tienen mezcladas algunas azules
y purpúreas, la cual variedad deleita muchísimo.
He querido referir estas cosas de los papagayos, oh Príncipe ilustrísimo, aunque la
opinión de este Cristóbal Colón parezca estar en oposición con la grandeza de la
esfera y la opinión de los antiguos acerca del mundo navegable; sin embargo, los
mismo papagayos traídos y otras muchas cosas indican que estas islas, o por cercanía
o por naturaleza, saben a suelo indio, principalmente siendo así que Aristóteles, cerca
del fin del libro De coelo et mundo, Séneca y otros sabios cosmógrafos, atestiguan
que las playas de la India no distan de España mucho trecho de mar por Occidente.
Tal vez estas ideas previas, y la misma estampa que el indio americano ofreció en las
Antillas, hizo que se le identificara al principio, y posteriormente a algunos de ellos, con algo
que acabaría siendo el buen salvaje del siglo XVIII.
LA PRIMERA CARTA SOBRE EL NUEVO MUNDO
Aparte del Diario, el marino genovés redactó unas misivas dando cuenta de su navegación
con intenciones notificadoras y presintiendo que unas tormentas que hicieron peligrar su
retorno le impidiesen concluir su periplo.
La primera carta escrita durante el regreso, no sabemos exactamente el lugar donde se
encontraba cuando la realiza aunque él la fecha “a la altura de las Canarias”. Sin duda para
demostrar que no ha transgredido los derechos portugueses. Destinadas sin duda a los Reyes,
esta se ha perdido conservándose las que también dirigió a Luis de Santángel y Gabriel
Sánchez. Editada en Barcelona en abril de 1493, con ilustraciones que varían, en ellas
destacan la desnudez del indígena, la presencia de una palmera y de una especie de bohío;
alude al excelente escenario que acaba de descubrir y se refiere a sus pobladores en tono
positivo, los describe como gente sencilla, bien dispuestos, de hermosa estatura, temerosos,
inmersos en una vida pobre, desconocedores del hierro, del acero y de las armas, y desnudos,
lo que equivale a inocencia. Completa el Almirante su retrato indicando que son gente de sutil
ingenio, buenos navegantes, generosos pues dan todo por cualquier cosa, incluso el corazón,
de fácil cristianización. No conocen ninguna secta ni idolatría, salvo que creen que todas las
fuerzas y el bien están en el cielo, de donde pensaban que venían los cristianos. No vio
ninguna bestia, es decir, monstruos, 8tema preocupante en la Antigüedad. Buscando estas
cosas extraordinarias tratarán de las amazonas y los gigantes, de los cuales hablará Vespucio.
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009
“De la color de los canarios” (primeras imágenes del…)
Colón alude indirectamente a las amazonas y el 4 de noviembre cree entender que lejos
había hombres con un ojo y otros con hocico de perro que comían hombres, cuya sangre
bebían y cuya natura se comían. Esta idea de antropofagia persistirá ya, pudiendo
comprobarse cómo Diego Velázquez, gobernador de Cuba, le ordena a Cortés que averigüe si
hay gente con orejas grandes y caras de perro. Vespucio, según hicimos constar supra, uno de
los iniciadores del mito de la antropofagia, hablará también de gigantes, temas todos que los
hombres del momento colombino han heredado buscando no solo esto, sino escenarios donde
hallar riquezas y donde situar utopías que en el XVIII originarán el tema del buen salvaje y las
nuevas disputas sobre el Nuevo Mundo, ya entonces llamado América.
Idílica es la primera visión colombina, reflejada en su carta anunciadora, e idílico son los
cuadros de Hernando Colón y Fray Bartolomé de Las Casas que se inspiraron en el Diario
colombino. Para Hernando Colón, 10 los aborígenes que su padre encontró eran seres
primitivamente simples, desnudos tal como habían nacido, casi todos jóvenes, no pasaban de
los 30 años. Bien formados y de buena estatura; y con cabellos lacios, gruesos y muy negros,
cortos por encima o por debajo de las orejas o los enrollan a la altura de estas, y otros se los
ataban en torno a la cabeza. De rostro agradable y de facciones hermosas, sin embargo les
afeaba algo la frente por tenerla ancha. Algunos llevaban pintados todo el cuerpo de negro,
blanco y rojo, los ojos o la nariz. Carecían de armas y cuando les enseñaban las espadas se
cortaban los dedos al pasarlos por su filo. La sorpresa que aquello les causaba recuerda a la
que les produciría el arcabuz, o la escritura. Evocándonos al Le Canarien, Hernando Colón
reitera que los aborígenes americanos descubiertos eran “de color aceitunado, como los
canarios o los campesinos que se ponen mucho al Sol”.
Las Casas casi repite lo que acabamos de leer, mostrando su debilidad por estos seres
“hospitalarios y pacíficos” , desnudos, bien hechos, mansos, de gran pacabilidad (tranquilidad)
e inclinaciones virtuosas, buenos ingenios, prontitud o prontísima disposición para recibir
nuestra santa fe y ser imbuidos en la religión cristiana, muy jóvenes, muy pobres, con los
cuerpos pintados de blanco, de negro y de colorado, desconocedores de los metales “y de la
color de los canarios” ni negros ni blancos.
La descripción colombina refleja la imagen del hombre americano que se va a difundir por
Europa en versiones latinas e italianas de la citada misiva, a las cuales se le incorporan unos
grabados ilustradores. La edición que se hace en Basilea, en 1493, es conocida por su título:
De Insulis Iventis Epistola Cristofori Colom, enriquecida con siete grabados. El grabado de la
página 2 ilustra el texto e incluye la primera representación gráfica de los habitantes de
América. Distinguimos una galera (error) en primer plano, una isla en segundo término, un
grupo de isleños entre árboles, dos europeos en una barca con atuendo amoriscado que
ofrecen algo, y unos indios desnudos con pelo corto que entregan algo. No cabe duda que el
texto de la carta colombina es la fuente de inspiración. Recordemos que el mismo Colón había
escrito que andan todos desnudos, que algunas mujeres se cubren con una hoja o trozo de tela
de algodón, que viven sin engaño, son liberales, y alude al intercambio de productos que se
produjo de inmediato.