Moluche no quiere decir guerrero, si no que occidental (en contraparte a los puelche, que eran los mapuches orientales)
Auca quiere decir indómito, por eso quizás lo asocia a guerrero.
Chiapi (en realidad trapi) no quiere decir malo (eso es wezañma) si no que ají (un tipo de picante). Se asocia a lo molesto.
Huinca no quiere decir asesino, si no que invasor o conquistador, también a la gente que es parte de un imperio. Viene de la contracción de Hue+inca (nuevo inca)
No es Uthal Mapu si no que Fütral mapu.
No es Languo Mapu, si no que Lafken Mapu
No es Mapire Mapu, si no que Inapire mapu
DESCRIPCION DE LOS MAPUCHE (tomado del libro: “Historia de Chile” de César Famin, publicado el año 1839, Barcelona)
“La parte baja de Chile, forma dos divisiones: la primera que se extiende al norte, desde Perú hasta el rió Bio-Bio, es el Chile español; la segunda, que empieza en el Bio-Bio, y se extiende hasta el archipiélago de Chiloé, es el Chile indio o independiente. La república no posee más que la ciudad de Valdivia, la de Osorno, algunos fuertes limítrofes y el archipiélago. Los “moluches”, que los españoles llaman “araucanos”, son los dueños de este vasto país. La palabra “araucanos”, tomada de la lengua chilena, se ha convertido para los españoles en una especie de injuria y sinónimo de “bandidos”, “hombres feroces”; por cuya razón estos indios se dan a sí mismos el nombre de “moluches”, que en su lengua equivale a guerreros. A veces toman también el nombre de “aucas”, y llaman a los españoles “chiapi”, malos; o “huincas”, asesinos.
Los araucanos son de alta talla pero sus formas son poco agradables: su mirar es feroz y desconfiado, su tez bronceada; la nariz corta, la barba desnuda y una larga cabellera. Son robustos, diestros, y excelentes jinetes, los primeros en domar aquellos caballos españoles, cuya casta se ha multiplicado prodigiosamente después de la conquista. Los españoles les han proporcionado armas de fuego, pero hacen poco uso de ellas; la lanza es el arma que prefieren a todas, y se sirven de ella con una destreza prodigiosa. Esta arma, cuya hoja llega hasta dos pies de largo, tiene su mango de un largo tallo de bambú macizo. Manejan el lazo con mucha habilidad, haciéndolo rodar sobre su cabeza, hasta que han juzgado el momento favorable para arrojar las terribles “bolas”, y detener en su fuga al enemigo. El araucano es como el “llanero” de Colombia, combate sin orden, al uso de los cosacos. A veces se suspenden de las crines del caballo, se ocultan detrás de su costado, y enristrando la lanza, se precipitan sobre su enemigo. Sus armas consisten en corazas, broqueles y un casco de cobre. En otros tiempos no hacían prisioneros, y poco a poco se ha ido extinguiendo la costumbre de inmolarlos, debiéndose tal vez a una población mestiza que se ha formado allí de la unión de los indígenas con las mujeres españolas que han robado. El estandarte de los araucanos es una estrella blanca en campo azul.
El gobierno que tienen es una aristocracia militar. Los empleos son hereditarios de varón en varón, pero por elección, y no por orden de primogenitura. El país está dividido en tetrarquías, llamadas “Uthal-Mapus” gobernadas por “toquis” o caciques, Estas tetrarquías son: el país del mar “Languou-Mapu”, el país de la llanura “Lelbun Mapu”, la baja cordillera “Mapire Mapu”, la cordillera “Pire Mapu”. Cada una abraza cinco provincias o “aillaregues”, y cada provincia nueve distritos o “regues”. Los cuatro “toquis” de la Araucanía son independientes el uno del otro, aunque están confederados ente sí. Los gobernadores de las cinco provincias de una tetrarquía toman el título de “apoulmenes”, y los jefes de los distritos el de “ulmenes”. Se infiere que la palabra indica a la vez un poder espiritual y autoridad temporal. Los “toquis” llevan por señal distintiva un hacha de pórfido u otra piedra; los “apoulmenes” llevan un bastón con puño de plata y un anillo del mismo metal, clavado en medio del bastón.
Los araucanos no tienen idea del arte de escribir ni de leer. Por medio de nudos parecidos a los “quipos” peruanos es como conservan sus tradiciones históricas y el porvenir de sus intereses domésticos. Ellos cultivan el maíz, el trigo y otros cereales: algunas hortalizas, como la col, el nabo, el rábano, muchos árboles útiles: la vid, el tabaco, el algodón y el lepsoralier-coulen. Los hombres y las mujeres cultivan las tierras; las mujeres solas siembran, y recogen los frutos. La principal ocupación de los primeros, en tiempos de paz, consiste en correr, con el lazo en la mano, tras los caballos y los toros salvajes. Los caballos, como hemos dicho ya, son de aquella hermosa raza andaluza que los españoles introdujeron en el nuevo mundo; y a pesar de haberse multiplicado de un modo prodigioso, nada han perdido de sus apreciables cualidades ni de su hermosura.
Las mujeres de los araucanos se dedican con éxito a la fabricación de estofas: fabrican los “ponchos”, que forman la principal pieza del vestido de los guerreros. El “poncho” es un trozo de estofa de lana cuadrilátero, de tres varas de largo sobre dos de ancho, con una abertura en el centro para pasar la cabeza, y destinado a cubrir las espaldas y la parte superior del cuerpo hasta las caderas. Este vestido que de día puede servir de capa, y de cubierta por la noche, ha sido adoptado por todos los chilenos. Los “ponchos” araucanos, tejidos con la lana del guanaco, la gamuza de los Alpes, son muy estimados. La fabricación de un poncho de lujo ocupa a una mujer por espacio de dos años, y cuesta unos cien duros. Generalmente son de color azul turquí, que es el favorito de los chilenos, que lo extraen de diversas sustancias vegetales; los hay no obstante amarillos, verdes y encarnados. Dedicase también esta nación a la fabricación de una alfarería grosera, y a la de las armas. Antes de la llegada de los españoles, en vez de hierro se servían los indios de piedras duras, o de una especie de bronce indígena, que los españoles llamaron “campanilla”, y era una mezcla de cobre, zinc y antimonio. No ignoraban el arte de extraer oro y plata de las minas; lo derretían en vasos de arcilla por medio de una corriente de aire. Los araucanos poseen también el arte de emplear el algodón para tejer hamacas y lienzos, obras groseras, pero que prueban que este pueblo ha dado más de un paso en la carrera de la civilización.
El territorio araucano es una vasta comarca tan rica como fértil, y muy propia para despertar la codicia de los europeos. A más de sus numerosas minas de metales preciosos, de sus ricos viñedos, de sus hermosos vergeles, contienen innumerables rebaños de los más apreciables animales domésticos, como son el caballo, la vaca, la cabra y el carnero.
Hemos dicho que el “poncho” forma parte esencial del vestido araucano; pero es preciso añadirle una chupa que baja hasta la cintura, un calzón corto, un ceñidor de cuero, un sombrero en forma de pilón de azúcar, unas sandalias de piel llamadas “ojotas”, y algunas espuelas. Las mujeres van con la cabeza y los pies desnudos, visten ropas largas comúnmente azules, sin mangas, y abiertas por el costado. Un manto del mismo color, sostenido sobre la espalda con broches de plata, brazaletes y pendientes del mismo metal. Sus cabellos, que por detrás llevan muy largos, son cortos y trenzados sobre la frente. Estos indios son muy limpios, se bañan con frecuencia, y limpian sus cabellos con la corteza del quillay. Los hombres se arrancan las barbas por medio de pinzas que hacen de mariscos”.
