Dándole vueltas al asunto, pienso que como sistema necesariamente relacional, seguramente no existe una cantidad exacta, ni siquiera recomendada, sobre el surrealismo y cifrado óptimo que deben utilizarse al escribir un mensaje poético.
Quizás lo importante no es la intención original del emisor, y una vez publicada, cualquier obra deja de ser propiedad de su autor para pasar a ser un creación huérfana que vaga por le mundo como mera propuesta buscando la interpretación de un lector.
En este caso es posible que al autor y al público solo les una una relación casual, simbiótica, oportunista. Y como sucede con el humor absurdo, en algún fragmento del lenguaje connotativo puede darse algún tipo de complicidad y reto intelectual escondido más explicito.
Esta, pues bueno... pienso que es bastante criptica, pero que a mí me deja que la coja desde varios ángulos... (coger, con la acepción que se da en Argentina a ese verbo, claro
)
El reloj de la suerte marca la profecía
Deseo, angustia, sangre, desamor
Mi vida llena y mi alma vacía
Yo soy el público y el único actor...
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