Respeto a los que deciden marcharse de unos foros. Cualquiera puede hacer uso de su libertad como mejor desee. Sin embargo, a veces me pregunto por qué se van algunos de esta forma, dejando de participar abruptamente tras anunciarlo públicamente, cuando habían sido usuarios muy activos, y sin que haya mediado ningún conflicto. Más me sorprende aún que algunas personas que han decidido abandonar un foro eliminen su usuario o le pidan al administrador que lo dé de baja.
Quizá sea yo la extraña, que en mi soledad me imagino a veces que los foros son una especie de café imaginario al que acudo cuando me quema el deseo de charlar con alguien o de estar en compañía. Tal vez debería salir más a la calle y cambiar esta terracita virtual por una rueda de amigos a los que mirar a la cara y sonreír con un gesto, no con un icono que se inserta enmarcado en etiquetas.
Todo tiene su lugar de ser. Los foros son lo que son, y aunque el efecto de "amistad" que proporcionan no sea más que una quimera, me encanta forear, ver cómo reaccionan las personas ante un planteamiento, conocer nuevas formas de pensar y ver las cosas a través de los demás. Como experimento sociológico, los foros ofrecen verdades interesantes y útiles.
Todo esto se me ha ocurrido a raíz de la despedida de Okssana y a raíz de tantas otras despedidas, más o menos abruptas y más o menos permanentes, que se producen en los foros. En su mayoría, vienen disfrazadas de hazmecasitos, pero otras, y creo que la de Okssana es una de ellas, me parecen despedidas sin retorno.