Nada más conocerse que le habían concedido el premio Nobel de literatura, un periodista le preguntó a Camilo José Cela:
– ¿Le ha sorprendido ganar el premio Nobel de Literatura?
– Muchísimo, sobre todo porque me esperaba el de Física.
Arthur Koestler, el polifacético escritor, periodista y activista político de origen húngaro, no entendía el gran interés de algunas personas por conocer personalmente a sus ídolos. Cierto día, tras ser saludado fervientemente por un admirador, Koestler comentó:
– Es como si te gusta el foie y ansías saludar personalmente a la oca.
Siendo profesor en la Universidad de Buenos Aires, Jorge Luis Borges le pidió a una alumna su opinión sobre la obra de William Shakespeare. Ésta contestó:
– Me aburre. Al menos lo que ha escrito hasta ahora.
Borges, sin alterarse, le respondió:
– Tal vez Shakespeare todavía no escribió para usted. A lo mejor dentro de cinco años lo hace.
Cuando el rey Alfonso XIII le otorgó a Miguel de Unamuno la Gran Cruz de Alfonso X el Sabio, el escritor comentó:
– Me honra, Majestad, recibir esta cruz que tanto merezco. El rey contesto:
– ¡Qué curioso! En general, la mayoría de los galardonados aseguran que no se la merecen. A lo que Unamuno apostilló:
– Señor, en el caso de los otros, efectivamente no se la merecían.
Alejandro Dumas (padre), tras publicar el libro titulado “El vacío doloroso”, fue visitado por un amigo que le dijo:
– Es un título sin sentido. El vacío no puede ser doloroso.
– ¿Cómo que no? ¡Se nota que nunca le ha dolido la cabeza, amigo mío!
En uno de sus viajes en tren, Mark Twain no encontraba el billete que le pidió el revisor. Tas una larga espera, con el escritor rebuscando por todos sus bolsillos, el interventor le dijo:
– Ya sé que usted es el autor de “Tom Sawyer”, así que no siga buscando, estoy seguro de que ha extraviado el billete. Twain contestó:
– Es que, si no lo encuentro, no sé dónde tengo que bajarme.
Durante una de sus habituales tertulias literarias, Jacinto Benavente hacía grandes elogios de Valle-Inclán, del que decía que era uno de los más valiosos escritores que tenía España. Uno de los contertulios le interrumpió diciendo:
– Pues don Ramón del Valle-Inclán no opina lo mismo de usted.
A lo que don Jacinto respondió:
– A lo mejor estamos equivocados los dos.
Conocida es la relación amorosa que hubo entre Emilia Pardo Bazán y Benito Pérez Galdós, pero también es de dominio público la enemistad que llegaron a profesarse ambos. En cierta ocasión, siendo ya mayores, se encontraron accidentalmente en unas escaleras. Mientras se cruzaban ella le espetó:
– Adiós, viejo chocho.
Inmediatamente se dio cuenta que le había puesto en bandeja una magistral contestación y aceleró el paso. Pero aún tuvo tiempo a escuchar la réplica de su íntimo enemigo:
– Adiós, chocho viejo.
En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, probó con algo que le pareció más provocativo:
– ¿En su país todavía hay caníbales?
– Ya no, – contestó Borges – nos los comimos a todos.