El archipiélago noruego de Svalbard, un grupo de islas en el océano Glacial Ártico, frente a Groenlandia, esconde numerosas peculiaridades tras sus escarpadas y blancas montañas. Longyearbyen es el nombre de la capital del archipiélago en el que sólo tres islas están habitadas: la isla del Oso (Bjørnøya), Hopen y Spitsbergen. En esta última –la mayor de las tres– se encuentra Longyearbyen y sus poco más de dos mil habitantes presumen de vivir en el pueblo más septentrional del planeta. Durante más de cuatro meses no ven la luz del sol y la vida se desarrolla tranquila, sin más sobresalto que toparse con uno de los miles de osos polares que pueblan la zona.
Pero quizá lo más llamativo de este enclave es que en él está prohibido morir. Una ley que rige en Longyearbyen desde 1950 obliga a emigrar antes de pasar a la otra vida, debido a que los cuerpos no se descomponen en un hábitat en el que el frío puede alcanzar los 46 grados bajo cero y la máxima de las últimas dos décadas no alcanza los 18 grados en junio. Los cementerios están prácticamente vacíos desde hace 68 años. En el caso de que a un habitante se le diagnostique una enfermedad terminal o se tema por su vida, debe ser trasladado. Incluso la ley recomienda que las embarazadas se trasladen al sur, a la península, a lugares más cálidos de Noruega, para dar a luz.
Miyajima, la isla donde está prohibido morir
Aunque parezca mentira, aún hay lugares en el mundo en que está prohibido morirse. Uno de esos lugares es la isla de Miyajima, que con su torii bermellón surgiendo del agua, es una de las estampas más famosas de Japón. Esta isla sagrada recibe también el nombre de “Itsukushima” e incluso el de “la isla de los dioses y los hombres”
No hay que morirse aquí, aunque se tenga la tentación. La isla ya se consideraba un terreno sagrado en el remoto siglo VI, cuando la religión incipiente mostraría la existencia de un lugar sagrado con poco más que un árbol o una piedra, como habría sido en el sintoísmo más básico y desnudo, el primigenio.
Como lugar sagrado que es, la isla debe mantener su pureza, por lo que desde el año 1978 no se permiten ni muertes ni nacimientos. Las mujeres embarazadas que tienen ya un nivel avanzado de gestación deben abandonar la isla; también los ancianos y los que estén muy enfermos.