Entiendo perfectamente a los isleños en su lucha para evitar que su bonita isla se sumerja en un caos de violencia y latrocinio. Ellos no tienen la culpa de los tejemanejes políticos que se traman en Bruselas, Atenas o Ankara.
El buenismo debe tener unos límites muy marcados y estrechos, de lo contrario se convierte en un cheque en blanco para la escoria internacional.
Lesbos tiene miedo: la solidaridad ha dejado paso a la hostilidad entre la población
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