Sigo triste y por las noches al apagar la luz me siento atrapado en un laberinto de pensamientos contrafactuales.
Repasando estos últimos días encuentro hechos muy extraños, unos son demasiado personales y de momento se quedan en esa parcela íntima y otros son más anecdóticos.
Uno de estos momentos últimos es que al día siguiente de enterrar a mi madre me fui a trabajar y se presentó en mi taller una chica trajeada de Redpiso para preguntarme si hacía de esto, si hacía de lo otro y para que le diera presupuesto. Me dio su tarjeta, me pidió el teléfono… y al irse pensé lo obvio: cuando pase un tiempo y arreglemos todo, tendremos que vender la casa de mi madre… Ayer se lo comenté a mi hermana mayo y me dijo que a ella le habían llamado de Tecnocasa para preguntar si tenía algún piso para vender o conocía a alguien.
¿Coincidencia, o tienen contacto que les avisan…?
La segunda situación extraña es un olor.
En el tanatorio toda la gente tenía el mismo olor, solo cambiaba la intensidad. Era un olor que no era mal olor pero a mí me resultaba muy desagradable, tanto que con frecuencia tenía que salir a la calle a respirar aire limpio. Lo más extraño de esto es que yo siempre he tenido un gran olfato, pero al pasar el covid creo que no lo he vuelto a recuperar.
Descartando la hipótesis de Matrix, y buscando una explicación, dado que es imposible que toda la gente se pusiera de acuerdo en ponerse la misma colonia, he recordado que soy algo sinestésico. Seguramente no era un olor, ni estaba fuera de mí.
La tercera vivencia es más extraña y metafísica y tiene lugar con una mujer rubia de aspecto nórdico que vestía un mono verde de esos de pantalón corto y manga corta.
Algo así, pero el verde más luminoso y más hacia el tono amarillo.
Podía haberle hecho alguna foto, pero no estaba yo para eso. Si grabe parte de la conversación porque me pareció algo surrealista.
Luego sigo...
