Nos enseñan que la persona amada debe cumplir las expectativas que proyectamos sobre ella aunque para ello tenga que renunciar a sí misma, que su voluntad nos pertenece; nos dicen que sólo puedes amar y desear a una sola persona a la vez, nos dicen que el amor es un “todo o nada”, y que es para siempre y lo es las 24 horas al día...
No hablan de amor, hablan de contratos, de economía, de facturar…
Patética la pataleta de un ego desatado que con una simple caída de ojos puede follarse a miles de tipos más ricos, más guapos y con el rabo más largo, pero que al único que ella desea prefiere un “Casio” a un “Rolex”
Hay quien con las nuevas modas y mierdas, esta escenificación de vergüenza ajena y sobre todo esta falta de respeto hacia sí mismo la definen como empoderamiento.
La honestidad con uno mismo viene de respetar la alteridad de la otra persona, de asumir que todo tiene un principio y un final y que aunque duela, cuando una historia termina lo único que puedes hacer es honrar los momentos, sean buenos o malos, que has vivido con esa persona; con más motivos cuando hay hijos por medio porque es algo hermoso que ha surgido de esa relación.
Poco tiene que ver con todo esto el ego porque no es una cuestión de valer más o menos sino de asumir nuestra naturaleza: El amor, como todo lo que nos rodea, tiene un principio y un fin que probablemente trasciende los preceptos del clásico estoicismo que nos dice que sólo prestemos atención a aquellos asuntos que nos competen sobre lo que podemos actuar. A veces estas cuestiones nos pasan por encima a nosotros y al otro… Simplemente pasan, y el frío y el calor son parte de nuestra alma.