Supuestamente y en teoría, no deberíamos encontrarlos nunca más deambulando por las calles o los parques. Me cuesta no obstante creer que vaya a ser así conociendo la Justicia española.
Todos estos sujetos son unos hijos de puta, por supuesto, pero quizá (solo quizá, insisto) algunos de ellos puedan reformarse al cabo de los años a base de terapias y convertirse algún día en ciudadanos soportables merecedores de que su caso sea revisado y accedan a la libertad, ya que la prisión permanente revisable, como su nombre indica, no tiene que suponer necesariamente la cadena perpetua. En EE UU, donde p. e. tipos como el que asesinó a John Lennon en 1980 o el que mató a Robert Kennedy en junio de 1968 siguen pudriéndose en la cárcel, seguro que sí, pero no en España.
Pero hay sujetos en la lista, como José Enrique Abuín (nº 3), Patrick Nogueira (nº 4), David Oubel (nº 6), Ricardo Ortega (nº 11), Igor el Ruso (nº 16), Mourir Ayad (nº 19) o Francisco Javier Martínez (nº 22), que jamás deberían volver a ver la luz del sol en libertad porque serían evidentemente un peligro público, y si algún juez lo permitiera, habría que apartarlo de la judicatura.
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