Al margen de que el ritual de desenvolver el nuevo disco, admirar su portada, colocar el disco en el tocadiscos y deleitarse con su sonido tiene su propio encanto y establece una conexión más íntima con el contenido, la música cuenta con más matices y detalles al proceder de un formato analógico, mientras que la digital de los CDs suena más artificial y uniforme.
Los cassettes, nacidos en los años 60, los de The Beatles, El Dúo Dinámico, Los Módulos o The Rolling Stones, considerados también a partir de los años 90 como una antigualla desplazada por los CDs, vuelven a resurgir del mismo modo que los discos de vinilo, y sin duda están llamados al mismo éxito a tenor de las reacciones de los consumidores, que son los que mandan al fin y al cabo.
No se trata de un regreso irracional al pasado, sino la constatación de que el factor emocional y la nostalgia tienen un valor mucho más profundo de lo que imagina la sociedad del consumo compulsivo y cortoplacista. Queda como moraleja que las emociones, ancladas en el subconsciente y al margen de los factores pragmáticos y tangibles, tienen una importancia muy superior en nuestras decisiones de lo que se piensa.
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