Estela escribió:Sabrás, o no sabrás, querida Colette, que en casa nada se destruye. Tenemos arriba, en el desván, un gran aposento destinado sólo a los objetos ya inútiles, llamado «la habitación de las cosas viejas». Todo lo que se pone inservible es encerrado allí. Muchas veces subo a este aposento y miro a mí alrededor. Entonces encuentro gran número de insignificancias en las cuales no se me había ocurrido pensar, y que me recuerdan otras tantas cosas. No son esos benditos muebles amigos que conocemos desde nuestra niñez y a los cuales va unido el recuerdo de acontecimientos, de alegrías o de tristezas; fechas de nuestra historia, que han tomado, a fuerza de confundirse en nuestra vida, una especie de personalidad, una fisonomía; que son los compañeros de nuestras horas dulces o sombrías, los únicos compañeros, ¡ay!, que estamos seguros de no perder, los únicos que no mueren como los otros, aquellos cuyas facciones, cuyos amantes ojos, cuya boca y cuya voz desaparecieron para siempre. En la confusión aquella, encuentro chucherías estropeadas, esas viejas cosillas insignificantes que rodaron por espacio de cuarenta años junto a nosotros, sin que nunca nos fijásemos en ellas, y que, cuando de pronto se vuelven a ver, toman una importancia, una significación de testigos antiguos. Me hacen el efecto de esas personas a quienes se vio tiempo infinito sin que se revelasen, y que, de repente, una tarde, por un motivo fútil, se desbordan en una charla inacabable, contando acerca de sí mismas unas cosas que ni siquiera se sospechaban.
Precioso Estela... vamos a ponerle música...
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