(Artículo escrito por un hombre)
Chicas a las que les gustan los feos
¿Por qué? ¿Para qué? ¿Qué tipo de eugenesia rara es ésta?
Coged un espejo de mano, veos reflejados en él y repetid: “Soy feo, pero muy majo”. Una vez asumido el fracaso, sólo podéis avanzar. ¿Y sabéis qué? (Se pone a hablar la voz de la experiencia muy suave y cargado de razón) Como redactor de GQ me toca hablar con y entrevistar a muchas bellas mujeres, la mayoría de veces inconscientes de su poder de embrujo. Son chicas, que, como la citada Julia Roberts en 'Notting Hill', solo quieren un librero que las quiera.
De verdad, cuando la cosa se pone seria (se le muere el periquito) o intensa (las del trabajo la odian porque es la más guapa de los alrededores), un hombro de feo calma igual que el de Brad Pitt.
En cuanto a la típica chica con la que, por lo que sea, habéis llegado a tomar ese café de más (mal por no leer GQ y perder ese tren) y que os acaba confensando:
“A mí es que me gustan los feos” y/o
“A mí es que me gustan los calvos” y/o
“A mí es que me gustan los gorditos” y /o
“A mí es que me gustan los bajitos”.
Reflexionemos...
No se entienda este ensayo como una apología de la eugenesia donde preferiremos a Arnold Schwarzenegger antes que a Danny de Vito, o al menos no sólo como eso, pero creo que no es políticamente incorrecto ofenderse cuando uno que corre 20 kilómetros al día, se aliña el cuero cabelludo con mil y una cápsulas fortalecedoras, juega al baloncesto los días impares, es iron man acreditado y más guapo que la media queda absolutamente descartado precisamente por todo ello.
La hipótesis que planteamos es que existen tres tipos de tías buenas que van soltando por ahí alguna de las cuatro sentencias denunciadas:
1. Las políticamente correctas, que piensan que esa concesión las hace menos superficiales.
2. Las que no tienen autoestima y necesitan saberse de algún modo superiores a quien tienen al lado.
3. Las extravagantes.
Si no cumplís ninguno de los requisitos a priori negativos que este colectivo requiere para elegiros, deciros que lamentamos que seáis demasiado guapos, peludos, delgados o altos, pero como estas nuevas normas son (por un tema puramente demográfico. Recordad, por europeos que seamos los suecos siguen siendo mejores que nosotros) mucho más ventajosas que las normas shakesperianas dictadas en 'Romeo y Julieta', donde cada uno tenía que estar sólo y exclusivamente con los de su alcurnia.
Y eso, cómo no, nos parecen buenas noticias.
Chicas a las que les gustan los feos