Lo que ocurre en España es un claro ejemplo de servidumbre voluntaria. El país no tiene orgullo y el miedo guía todas sus decisiones. Los españoles queremos ser parte de la UE porque nos sentimos incapaces de tomar las riendas de nuestro destino. Estamos tan acomplejados con respecto a los pueblos del norte de Europa (más industrializados y más cultos) que queremos ser como ellos, mejor dicho, parte de ellos, aunque ese ser parte de ellos signifique que entre ambos pueblos se establezca una relación amo–esclavo. Los españoles, a condición de formar parte de la UE, somos capaces de postrarnos a los pies de Alemania y de Francia. La UE es nuestro sueño dorado, nuestro ideal, lo que nos permite dejar de ser españoles para ser una parte de los pueblos del norte, para ser europeos. En España se oye por doquier que hay que ser más Europa, que la solución a todos nuestros males es más Europa, y esto se dice porque en el fondo todos conocemos que ser más España e intentar solucionar todos nuestros problemas a través de más España es sumirnos como pueblo en un profundo fracaso, porque los españoles no tenemos confianza en nosotros mismos, porque tenemos miedo, porque somos cobardes. Lo que más miedo nos da, lo que nos aterra, lo que hace que nos arrodillemos abrazando las piernas de los pueblos del norte, suplicándoles perdón y que nos gobiernen, es el hecho de quedarnos fuera de la UE, el hecho de dejar de tener amos. Decía Aristóteles que los pueblos o nacen amos o nacen esclavos, pues bien, el pueblo español nació esclavo y perder la esclavitud es lo que más miedo le da. Somos siervos voluntarios de una UE antidemocrática y que nos desprecia.
¿Y cómo reaccionan los españoles ante el maravilloso hecho de que el pueblo británico luche por su libertad, por su historia, por sus instituciones y por su soberanía? Reaccionan confundidos, suscitando dentro de sí la más profunda y venenosa de las envidias, incrédulos ante el hecho de que exista un pueblo que no se deje vencer por el miedo.
España está acabada. Es un pueblo aterrorizado, una sombra grotesca de su pasado.