Mariano Díez Tobar, el inventor olvidado.
Hay personajes que por casualidades de la vida o por decisión propia, no ocupan el lugar en la historia que merecerían. Este es el caso del sacerdote paúl Mariano Díez Tobar. Su nombre, desconocido para la mayoría, bien podría haber sido reconocido mundialmente como el inventor del cinematógrafo si a finales del siglo XIX hubiera patentando su invento.[img]
El 28 de diciembre de 1895, treinta y cinco espectadores reunidos en el Salón Indio del Gran Café de París iban a ser testigos de un acontecimiento histórico: la proyección de unas escenas en movimiento. Desconcertados por lo que iban a ver, cuando las luces del Gran salón se apagaron, ante la sorpresa de los allí congregados empezaron a surgir imágenes de personas que se movían. Aquello causó estupor entre los espectadores. Pero la sorpresa inicial se transformó en pánico cuando de repente apareció un tren a toda velocidad, tanta que parecía incluso amenazar con salir de la pantalla. Aquella cita histórica de los hermanos Lumière para muchos fue el inicio del cine. Pero quizás en realidad no lo fue. ¿Y si un sacerdote paúl burgalés llamado Mariano Díez Tobar lo hubiera inventado seis años antes?
En 1912, el periódico El Siglo Futuro, destacó la labor del sacerdote como la de "un autor de notables inventos". En efecto, como rector del Colegio de la Sagrada Enseñanza de Villafranca del Bierzo, en León (donde había sido destinado en 1900), Díez Tobar dotó a la escuela de la localidad de un magnífico museo de física e historia natural y amplió su biblioteca, con lo que hizo de la institución un referente de la enseñanza de la época. Mariano Díez concedió numerosas becas puesto que su intención era expandir la educación a todas las clases sociales para que, en sus propia palabras, "puedan estudiar los hijos del pueblo, los pobres y los que carecen de recursos, sin que estas buenas obras en favor de la enseñanza fuesen obstáculo a otras obras de misericordia con consejos y limosnas".
Pero el talento de Díez Tobar iba más allá de su afición por las ciencias. El sacerdote burgalés poseía un habilidad innata para inventar objetos con los que poder explicar las bases de la física. Fray Eligio Rivas, custodio de los inventos y descubrimientos del padre Mariano que se conservan en el Museo Etnográfico de los Milagros, en Baños de Molgas (Orense), cuenta que de los quince aparatos que inventó, tan solo llegó a patentar uno: el rotógrafo de curvas, un aparato usado por los ingenieros para dibujar curvas especiales. Algunos de sus inventos fueron reproducidos o desarrollados por otros con su consentimiento, como es el caso del ellogautógrafo, un aparato capaz de transformar la voz en texto a través de una máquina de escribir. Este mecanismo sería utilizado por la famosa firma italiana de máquinas de escribir Olivetti. Otro de sus inventos más originales fueron los relojes de cuerda que se cargaban a través de la voz o de los pasos de la gente. Uno de ellos funcionó durante diez años colgado sobre la pizarra de un aula.
El año 1889 se convertiría en una fecha clave para la historia del cine. Mariano Díez Tobar impartió una charla que llevaba el largo título de El cinematógrafo: descripción del aparato por el que las imágenes de las personas, como el resto de cosas que existen en el acto, o que no existen, aparecen en vivo y como si fueran la realidad, con sus colores, movimientos, etc… ante nuestra vista. Aunque esa no fue una simple charla para los interesados por la ciencia. En la ponencia, el sacerdote paúl ofreció a todo aquel que quisiera escucharle la solución al gran problema con que se topaban una y otra vez los inventores dedicados a la fabricación del cinematógrafo: la creación del movimiento. Según Díez Tobar la solución residía en introducir intermitencia entre los movimientos de los fotogramas, creando de esta manera una ilusión de movimiento en el espectador.
Pero lo que el sacerdote no sabía era que entre los asistentes a su charla se encontraba el representante en España de los hermanos Lumière, A. Flamereau. Según el también padre paúl Mitxel Olabuenaga, biógrafo del padre Mariano, el encuentro entre ambos tuvo lugar en Bilbao. Durante la reunión, el sacerdote detalló a Flamereau algunas cuestiones técnicas acerca del cinematógrafo y "de lo que entonces constituía el problema industrial de la fotografía, de las fabulosas ganancias que había de acrecentar la fortuna de los explotadores una vez dada la ansiada solución a la cronofotografía. Hablaron de la sucesión de las fotografías, no con movimiento continuo, sino con intermitencia o intervalos de reposo, para que, aprovechando la inercia de la retina, quedase tiempo para sucederse unas a otras y producir así la ilusión de movimiento", afirma Olabuenaga. Muy poco más sabemos acerca de esa misteriosa reunión, solo que cuando el representante de los Lumière regresó a Francia hizo construir la máquina que años más tarde consolidaría a los hermanos franceses como los inventores del cine.
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