Aunque no sea la época vacacional, propiamente dicha, se me ocurría el tema a raíz de una película que he visto estos días.
Está claro que, en nuestras vacaciones, todos buscamos exprimir el tiempo al máximo combinando momentos de total relax con otros de descubrir, conocer, experimentar cosas nuevas; unos a través de deporte, otros a través de excursiones a lugares de cuya belleza hemos oído hablar, gastronomías nuevas y distintas, etc.
Los más aventureros se decantan por actividades, en muchos casos deportes, que les proporcione un subidón de adrenalina, actividades que no son frecuentes ni están al alcance de nuestras manos en nuestro entorno habitual. Ya hace muchos años se pusieron de moda el parapente, el esquí acuático, el senderismo, el buceo, y otros similares. Pero el apetito de experiencias nuevas y distintas del ser humano es insaciable, y de todas esas actividades que, de por sí, ya entrañan un cierto riesgo, se dio y se está dando paso a otras que son casi suicidas y en las que el más mínimo imponderable puede arruinarnos el resto de las vacaciones, si no mandarnos directamente al cementerio.
Actividades como el alpinismo sin oxígeno, escalada en solitario, barranquismo, rafting, visitas guiadas por el alcantarillado de grandes ciudades; o las más extremas: buceo en jaulas para observar tiburones blancos (este era el argumento de la película), excursiones a ciudades contaminadas por radioactividad (Chernóbil, por ejemplo), o que son puntos de conflictos bélicos (Siria, hasta hace poco), son cada vez más demandadas por los turistas más osados.
¿Qué pensáis de este tipo de turismo?, ¿os apuntaríais a él o, por el contrario, creéis que debería estar prohibido?.