La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Debate sobre todos los acontecimientos de la historia universal

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La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor Zululu » 10 Dic 2016, 09:22

8 de Diciembre, día de la Inmaculada Concepción.

Empel, el misterioso milagro que evitó la masacre de un tercio español en Holanda

En 1585, las tropas hispanas sitiadas en la isla de Bommel lograron vencer a la muerte gracias a la repentina congelación de un río. El hecho fue atribuido a la Inmaculada Concepción

Un golpe de suerte o una intervención divina. Estas eran las únicas formas de que los miembros del Tercio de Bobadilla no fueran masacrados el 8 de diciembre de 1585 mientras defendían el monte de Empel –ubicado en una pequeña isla holandesa–. Harapientos, sin provisiones y asediados por una infinidad de buques, a los soldados españoles no les quedó otra solución que rezar pidiendo un milagro, y eso es lo que obtuvieron. Aquella noche, uno de los ríos limítrofes se congeló permitiendo a los defensores cargar contra el enemigo y obtener una victoria por la que nadie hubiera dado medio escudo de oro.

Pero en esa funesta jornada el ejército español no solo triunfó en combate, sino que también convirtió a la Inmaculada Concepción en la patrona de su infantería. Y es que, según cuenta la leyenda, un soldado del Tercio encontró enterrada una imagen de la virgen pintada en madera el día previo a la contienda. Al parecer, este hecho llenó de moral a los soldados, los cuales consideraron el hielo como un regalo divino.

Una guerra de 80 años

Para llegar a la raíz del conflicto que llevó a estos españoles hasta la isla de Bommel es necesario retroceder en el tiempo hasta 1555. En ese año, Carlos I (V de Alemania) legó a su hijo Felipe II el gobierno de España y de los estados que hoy ocupan en su mayoría los Países Bajos. De esta forma, el monarca cedía las que durante toda su vida habían sido sus tierras predilectas para, después de una larga regencia, retirarse de la vida pública.

Sin embargo, el cambio de gobierno no agradó demasiado a los habitantes de la región, que vieron en Felipe a un rey extranjero que no lucharía por sus intereses. «A diferencia de su padre, Felipe había nacido y se había criado en España, su lengua materna era portuguesa, y desde 1559 hasta su muerte no pisó los Países Bajos. (…) Los flamencos se vieron gobernados por extranjeros», afirman Andrés Más Chao y José María Sánchez de Toca en el volumen titulado «La infantería en torno al Siglo de Oro» de la obra conjunta «Historia de la infantería española».

Finalmente, las tensiones se hicieron irreconciliables cuando Europa quedó dividida entre los seguidores del catolicismo y los partidarios del protestantismo –una nueva religión muy extendida en la región flamenca–. Sin remedios para evitar un enfrentamiento latente desde hacía varios años, la contienda se materializó cuando las provincias de los Países Bajos se unieron contra Felipe II. Como contrapartida, desde España se inició la movilización de varios Tercios hacia el territorio para, mediante pica y arcabuz, terminar con las pretensiones de independencia rebelde. Acababa de iniciarse la «Guerra de los ochenta años».

La partida hacia el combate

Durante años se sucedieron centenares de combates en territorio flamenco, los cuales se cobraron miles de vidas y cubos de sangre española. No obstante, todo pareció cambiar con la llegada de algunos líderes militares como Alejandro Farnesio, quien no tuvo reparos en demostrar la capacidad militar de los tercios en decenas de contiendas.

Con todo, y a pesar de las victorias hispanas, a finales del siglo XVI todavía eran una infinidad las plazas que estaban en poder de los rebeldes y multitud las que pedían auxilio a los católicos ante la presión enemiga. «Cuando (Farnesio) recuperó Amberes en el verano de 1585, se sintió en condiciones de acudir a las «Islas de Gelanda y Holanda», cuyas poblaciones católicas oprimidas por los rebeldes protestantes le pedían auxilio», señalan en su obra los expertos

Una vez tomada la decisión de atacar a, Alejandro puso al mando de su ejército al Conde Carlos de Mansfelt, que recibió órdenes de dirigirse hacia el norte de Brabante (ubicada en el centro de los Países Bajos) para sofocar las revueltas. A esta fuerza se unió a su vez el Tercio dirigido por el Maestre de Campo Don Francisco de Bobadilla, un militar con una extensa hoja de servicios.

«Ya todos juntos, marchó (…) el conde Carlos de Mansfelt con los tres tercios de españoles del coronel Cristóbal de Mondragon, de D. Francisco de Bobadilla y el de Agustín Iñíguez, repartidos en sesenta y una banderas y con la compañía de arcabuceros a caballo de españoles del capitán Juan García de Toledo», explica el Capitán Alonso Vázquez –contemporáneo de Bobadilla– en su obra «Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese».

La toma de Bommel

El camino de la fuerza española se detuvo al vislumbrar el río Mosa (el que, con casi 1.000 Km. de extensión, corta los Países Bajos de este a oeste). «Mansfelt llegó a la orilla meridional del Mosa, donde hizo acuartelar el grueso, y mandó a Bobadilla que ocupara la isla de Bommel. Esta isla –el Bommelward– tiene unos 25 Km. de este a oeste, 9 de anchura máxima de norte a sur, y está formada por los ríos Mosa y Vaal, que se aproximan mucho al Este de la isla, y están comunicados por brazos de unión en ambos extremos (…). La comarca es baja, fértil y bien trabajada», completan Más y de Toca.

Sin dudarlo, Bobadilla cruzó el río con casi 4.000 hombres y tomó este minúsculo terreno de escasa importancia para los rebeldes. A su vez, envió varias patrullas a proteger los diques de contención construidos para evitar que el agua anegara la isla. Y es que, si el enemigo tomaba varios de ellos, podría llegar a inundar Bommel y lanzar sobre los españoles toda la potencia contenida de los ríos. Con el terreno conquistado, Mansfelt partió hacia Harpen, a 25 Km. de la isla, dejando al Maestre de Campo al Mando.

Holac se arma

Por su parte, los rebeldes no lo dudaron ni un segundo y, aunque la pérdida de la isla de Bommel no significaba ni mucho menos un golpe de efecto, decidieron armarse para dar, por fin, una lección a los Tercios hispanos. «(Los rebeldes) juntáronse en Holanda y Gelanda y armaron y guarnecieron de muy buena infantería más de doscientos navíos, entre grandes y pequeños, porque viendo las fuerzas españolas encerradas en la isla de Bommel les creció un ánimo extraordinario de anegarlos y deshacerlos y quitar de aquella vez el yugo español que tenían sobre sus hombros», añade en su ya antigua obra Vázquez.

Al mando de la armada rebelde se distinguía el Conde de Holac, quien, impulsado por el odio a los españoles, ordenó un ataque masivo desde sus buques. «(A la isla) se arrimaron los rebeldes con su armada y cortaron dos diques junto a la villa de Bommel; pero el que está entre los lugares de Dril y Rosan, que es donde Francisco de Bobadilla tenía alojados y repartidos los tres tercios españoles ya nombrados, no lo pudieron cortar aunque lo intentaron por muchas y diversas partes. (…) D. Francisco con su experiencia y valor había repartido las guardias de manera que, aunque los rebeldes acometieran por cualquier parte, hallaran mucha resistencia», señala el militar.

Comienza la batalla

A continuación, y sin ninguna piedad, los rebeldes abrieron los diques que habían conseguido tomar por la fuerza. Así, en apenas unos minutos, el agua se lanzó sobre los tercios españoles con más fuerza que una carga de caballería pesada. Bobadilla, casi sin tiempo de reaccionar, ordenó a sus hombres abandonar el campamento y dirigirse con la mayor celeridad posible hacia una de las posiciones más elevadas de la isla: el monte de Empel.

La batalla acababa de comenzar, al igual que el sufrimiento de los soldados de los Tercios quienes, totalmente rodeados de buques enemigos y agua, se aprestaron para la defensa decididos a no regalar su vida sin combatir hasta la muerte. Con todo, los españoles fueron aquella noche cañoneados con fuego de artillería y mosquetería rebelde hasta la saciedad, algo que aguantaron estoicamente durante horas.

Sin embargo, con la llegada de la noche, los decididos miembros de los Tercios devolvieron el fuego y pusieron en fuga a sus enemigos. Se acababa de ganar una pequeña batalla que podría haber decidido la guerra si los españoles hubieran sido derrotados. Por su parte, Holac, asombrado ante la tenacidad de los defensores, decidió retirar sus barcos del alcance de las armas católicas.

Aunque habían conseguido acabar momentáneamente con sus enemigos, los infantes españoles sabían que, aislados como estaban en un pequeño monte, tenían muy pocas posibilidades de salir con vida. Por ello, y con el conocimiento de que el paso de los minutos disminuía las posibilidades de escapar con vida de aquella encerrona, Francisco de Bobadilla ordenó a un soldado atravesar el bloqueo en una pequeña barca con varias cartas de auxilio. Entre ellas, se podía distinguir una que tenía como destinario a Mansfelt, el que más cerca se hallaba del lugar de los hechos.

Mansfelt, un rescate fallido

Al día siguiente, y a sabiendas de que el fuego podía acabar fácilmente con ellos, los españoles trataron de fortificar el monte para, al menos, resistir hasta la llegada de refuerzos. El socorro llegó el día 6 cuando Mansfelt envió una carta a Bobadilla proponiéndole un descabellado plan; el Conde planeaba asaltar a la flota rebelde con unas escasas 50 embarcaciones en un intento de romper el sitio. Sólo había una remota posibilidad de conseguirlo, pero era la única opción de salvar a los cercados. Por ello, Bobadilla armó a su vez 9 pleytas –o barcazas– para reforzar el desesperado ataque.

«El jueves 5 de Diciembre por la mañana, llamó el Maestre de campo D. Francisco de Bobadilla a los Sargentos mayores de los tres tercios españoles, y les dio orden de que en las nueve pleytas (tres para cada tercio) embarcasen en cada una diez picas, diez mosqueteros, quince arcabuceros y dos Capitanes escogidos en cada una», destaca Vázquez.

En las barcazas, Bobadilla situó a unos 300 militares dispuestos para el combate. «Los Capitanes y soldados que los sargentos mayores ya habían señalado para este efecto se confesaron y comulgaron, como siempre que han de pelear lo acostumbra la nación española, y conformados todos de morir o salir con tan honrada empresa, estuvieron esperando la orden y hora en que habían de hacer el efecto», añade el militar español.

No obstante, el asalto nunca se produjo, pues las tropas enemigas, aprovechando su inmensa superioridad numérica y armamentística, arrebataron espada en mano varias posiciones a los defensores. Así, si antes la misión era casi imposible, ahora se convertía en un suicidio. Hambrientos, vestidos con ropas raídas, empapados y superados en todos los frentes, los españoles ya no tenían ningún cartucho al que recurrir. Ahora solo les quedaba morir cómo héroes y dejar una huella imborrable en la Historia llevándose consigo a todos los rebeldes que pudieran.

El encuentro con la Virgen

En la mañana del día 7 todo parecía sentenciado para los soldados españoles. Sin embargo, aquella mañana uno de los miembros del Tercio encontró algo muy especial que, según la tradición, cambió radicalmente el devenir de los acontecimientos.

«Estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para resguardarse debajo de la tierra del mucho aire que hacía y de la artillería que los navíos enemigos disparaban, a las primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y matices como si se hubiera acabado de hacer. Acudieron otros soldados con grandísima alegría y la llevaron y pusieron en una pared de la iglesia», añade Vázquez en su obra.

El hallazgo fue tomado como una señal divina por los soldados que, después de rezar devotamente a la Inmaculada Concepción, recuperaron las esperanzas de escapar con vida de aquella trampa mortal. «El Padre Fray García de Santiesteban hizo luego que todos los soldados le dijesen un Salve, y lo continuaban muy de ordinario. (…) Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien (que por intercesión de la Virgen María) esperaban en su bendito día (…). Quedaron tan consolados lo sitiados españoles después de haber dicho la Salve (…) que no sentían tanto el hambre» completa el autor de «Los sucesos de Flandes y Francia del tiempo de Alejandro Farnese».

Una decisión hacia la muerte

Animados como estaban ahora los miembros del Tercio, Bobadilla tomó la iniciativa y reunió a sus capitanes para decidir cómo actuar. Concretamente, el Maestre de Campo pretendía quemar las banderas, desarmar los cañones y, finalmente, lanzarse en un último y valeroso ataque sobre la armada rebelde hasta derramar la última gota de sangre por España.

No obstante, también hubo partidarios de suicidarse. «A todos les pareció bien la honrada determinación de D. Francisco, aunque algunos Capitanes y soldados (…) dijeron que, en caso que no tuviese efecto lo que se había acordado, se repartiesen en el dique (…) y se diesen la batalla matándose unos a otros, porque los rebeldes y enemigos de Dios no triunfasen sobre ellos. (Pero) D. Francisco mandó que no se diesen oídos a aquellas temeridades», determina el cronista.

Ese mismo día, Holac envió a varios emisarios para ofrecer una rendición honrosa a los españoles. Tuvo una tajante negativa como respuesta. Y es que, los soldados de Bobadilla lo tenían claro: preferían morir cruelmente en combate rodeados de cientos de enemigos a capitular. Todo quedó visto para sentencia, a la mañana siguiente los miembros del Tercio se lanzarían contra los navíos para librar su última batalla.

El milagro de Empel

Pero, al amanecer del 8 de diciembre, fiesta de la Purísima Concepción, se produjo un acontecimiento que los españoles no dudaron en bautizar como «el milagro de Empel»: durante la noche, un gélido viento se alzó sobre el río y congeló sus aguas, algo que no había sucedido en Bommel desde hacía muchos años. Aquella jornada el frío se convirtió en un factor militar determinante, pues la inmensa flota rebelde tuvo que abandonar el asedio y retirar sus buques para evitar que se quedaran encallados en el hielo. Perplejos por la situación, a los soldados de Holac no les quedó más que maldecir durante su repliegue. «Cuando los rebeldes iban pasando con sus navíos río abajo les decían a los españoles, en lengua castellana, que no era posible sino que Dios fuera español, pues había usado con ellos un gran milagro», completa el militar en su obra.

El asalto final

El día 9, Bobadilla llamó a voz en grito a sus soldados para que tomaran sus picas, mosquetes y arcabuces, pues era hora de aprovechar su ventaja. Decididos, los miembros del Tercio montaron en sus barcazas –más manejables que los grandes barcos rebeldes– y, tras atravesar con ellas el hielo, asaltaron el fortín que el enemigo había fabricado a orillas del Mosa.

No obstante, el combate ni siquiera se inició, ya que los rebeldes corrieron para salvar su vida al ver las pleytas hispanas. Con la posición tomada ambos bandos sabían que la contienda había tocado a su fin pues, aunque se produjera un deshielo, los buques de Mansfelt pronto llegarían a socorrer al Tercio de Bobadilla. La batalla había acabado y, para asombro de todos, la victoria pertenecía a los Tercios españoles.
Después de este curioso suceso la Inmaculada Concepción fue tomada como la patrona de los Tercios y, años más tarde, de la Infantería española. Y es que, ya fuera por intervención divina o no, lo cierto es que gracias a la moral que les dio su imagen los soldados vivieron para combatir otro día y gritar, un vez más «¡Santiago y cierra España!».

Desde entonces, cada año, los españoles celebramos el 8 de Diciembre como día de la Inmaculada Concepción.

http://www.abc.es/historia-militar/20130817/abci-milagro-batalla-empel-201308151733.html

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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor mirage » 10 Dic 2016, 22:25

Soy catolico, pero no creo mucho en milagros.
Sobre todo cuando se refieren a la congelacion de un rio en Holanda en pleno 8 de Diciembre.

La victoria de Empel, como otras muchas, se produjo por la decision y entrenamiento de los Tercios. En una batalla no creo que Dios se ponga de parte de ninguna parte.
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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor Zululu » 12 Dic 2016, 08:36

El que un río se congele en el Norte de Europa en pleno mes de Diciembre, debe ser un caso paranormal.

¿Por que fijarse en el dedo, cuando uno puede admirar la Luna?
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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor mirage » 12 Dic 2016, 21:05

Porque el dedo es lo que importa.

1539, en Herceg Novi un Tercio español de alrededor de 3.000 soldados es atacado por unos 40-50.000 turcos (entre marinos y soldados de tierra). Despues de rechazar los primeros asaltos, los turcos les ofrecen la rendicion y los españoles se niegan. Saben que nadie va a ir a ayudarles y que van a morir, pero se niegan. Al final se rinden pero cuando solo quedan unos 200 españoles.

1643, Rocroi. Cuando los Tercios españoles se quedan solos se les ofrece la posibilidad de rendirse, saben que no van a poder ganar pero se niegan. Al final se rinden pero despues de haber rechazado 5 o 6 cargas francesas (no estoy muy seguro)

Hay muchos mas ejemplos, la mayoria victoriosos, son los soldados los que ganan las batallas ... o las pierden. A ellos les corresponde el honor.
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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor Zululu » 13 Dic 2016, 08:49

Hay un hecho que es irrefutable, el 8 de Diciembre es el día de la Inmaculada Concepción, patrona de la Infantería española, en memoria por la victoria de un Tercio español en la batalla de Empel.

Y esto es lo que he pretendido traer aquí, y me sobran las discusiones de índole teológíco/filosófico/metafisico.
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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor Zululu » 08 Dic 2017, 12:05

8 de diciembre.....fría noche en Empel hace 432 años, quedaba rezar y llegó el milagro.
¡¡Feliz día de la Inmaculada!!, Patrona y protectora de España y su fiel Infantería, honor a nuestro Ejército de Tierra y a todos los caídos en servicio por esta Gran Nación.


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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor Zululu » 08 Dic 2017, 12:07

8 de Diciembre. Festividad de la Inmaculada Concepción de María, Patrona de España y de su Gloriosa Infantería.
Desde el Milagro de Empel, los Tercios de Flandes y de Italia se pusieron bajo su Patronazgo, que se extendió posteriormente a toda la Infantería Española y a España.


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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor Zululu » 08 Dic 2018, 10:22

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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor Zululu » 09 Dic 2019, 08:48

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Re: La batalla del MILAGRO de EMPEL.

Notapor Zululu » 08 Dic 2021, 09:17

En la noche del 7 al 8 de diciembre de 1585, las aguas que inundaban los alrededores del montecillo de Empel se helaron y permitieron a los hombres del Tercio Viejo de Zamora comandados por Francisco Arias de Bobadilla, escapar a una más que segura muerte. Cuentan que las aguas se helaron gracias la intervención de la Inmaculada Concepción ¿Y qué hacían esos hombres en aquella elevación? Las tropas de Alejandro Farnesio, duque de Palma, Farnesio y de Castro, habían liberado Amberes de los protestantes el 15 de agosto de 1585.

Tras vencer en Amberes, el duque de Parma estimó necesario enviar tropas a Brabante donde existían varias poblaciones católicas que estaban siendo oprimidas por los rebeldes protestantes y las recién llegadas tropas británicas de la anglicana reina Isabel I. Hacia aquel lugar, Farnesio envía un ejército al mando del conde Carlos de Mansfeld con ordenes de dirigirse al norte del Ducado de Brabante e iniciar la tarea de liberación. A ese contingente se unen los Tercios Viejos de Zamora o de Bobadilla, Maestre de Campo que los dirigía.

Mansfeld manda acampar al grueso de las tropas en la orilla meridional del río Mosa y ordena a Bobadilla que ocupe la isla de Bommel con el Tercio Viejo de Zamora, integrado por tropas españolas e italianas. Una vez en la isla, rodeada por los ríos Mossa y Waal, los protestantes envían una flota de más de cien navíos que se dedicará a bombardear a los de Bobadilla. También abren los diques que permitían que las aguas no subieran al nivel del mar. Destruidos los diques las tropas al mando de Bobadilla únicamente encuentran refugio en una colina surtida de cuevas: Empel. Rodeados, aislados, los soldados españoles e italianos del Tercio Viejo de Zamora solo les queda rendirse o batirse hasta la muerte. La noche del 5 de diciembre Empel es bombardeada con todo tipo de morteros y lombardas encontrándose los protestantes a tiro de mosquete. A pesar de la inferioridad, los católicos, logran repeler el ataque protestante.

El día 6 de diciembre Bobadilla ordena a un soldado que atraviese el cerco y diese aviso al conde de Mansfeld de la penosa situación en la que se encuentra el Tercio Viejo de Zamora. Mansfield promete ayuda pero fracasa en el primer intento. Los protestantes envían una delegación con el fin de que el Tercio de Bobadilla capitule: "No esperasen (los de Bobadilla) poder pelear o morir honradamente pues habían de perecer como brutos de hambre y frío entre aquellas cuevas". Los protestantes no se quedaron sin respuesta por parte de Bobadilla: "Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos".

Llega el 7 de diciembre. Los españoles rodeados de agua y muerte. Un español cava una trinchera para guarecerse del viento gélido y del fuego enemigo. Aparece una hermosa pintura con la imagen de la Virgen María de tantos vivos colores que causa emoción entre los soldados. Los soldados católicos se encomiendan la Inmaculada Concepción. El capellán Fray García de Santisteban ofrece una salve cantada a coro y celebra una misa. Las aguas que rodean la isla en que se defiende el Tercio Viejo de Zamora se hielan cuando cae la noche.

El 8 de diciembre la tropa holandesa tiene que retirarse sino quiere verse atrapada por el hielo. Bobadilla ordena atacar: "¡Soldados! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen Inmaculada viene a salvarnos." Los españoles e italianos del Tercio de Bobadilla corren sobre el hielo. Atacan los fuertes que habían levantado los protestantes, los barcos que no se habían retirado, los derrotan a los protestantes, toman dos mil prisioneros y sacian sus hambre y sed con sus viandas.

En Empel existe una capilla o ermita erigida en el año 2000 dedicada la Inmaculada Concepción. Se encuentra en el lugar en donde estaba una antigua iglesia destruida por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. La Inmaculada Concepción pasa gracias al "Milagro de Empel" a convertirse en la patrona de los Tercios y a partir del 12 de noviembre de 1892, por orden de la reina Regente María Cristina, será también patrona del Arma de Infantería Española.


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