por SeaWind » 05 Mar 2018, 17:44
El cómo se origina la fe daría para hacer un estudio sociológico (igual no está ni hecho, o está hecho pero no interesa que se airee porque las religiones y orientar la fe son la forma más fácil de manipulación colectiva).
Desde mi experiencia a través de la observación del comportamiento humano, hace años que saqué mis propias conclusiones sobre cómo se origina, y detecté tres detonantes:
1. El adoctrinamiento desde la más tierna infancia
2. La incultura
3. La proximidad de la muerte
Los puntos 1 y 2 podrían ser incluso fusionados porque cuánto mas joven y moldeable es una persona, más fácil será inculcarle determinados conocimientos o ideas que perdurarán toda su vida. Cuando ese niño crece, y tiene al alcance conocimientos alternativos (la ciencia), puede decidir por sí mismo y somos muchos los que nos apartamos de esa fe porque la encontramos totalmente ilógica.
Se recurre a seres superiores por comparación a lo que conocemos, a más desconocimiento más posibilidad de creer en ellos.
Es evidente que la incultura, aquí, potenciará tener un numeroso grupo de personas que creen en ellos.
De ahí que en el último siglo religiones como la Católica hayan perdido millones de adeptos, en países desarrollados se invirtió en cultura y conocimiento. Los países con mayorías de creyentes se encuentran, precisamente, en los países en los que más incultura hay todavía.
Habría que nacer en una sociedad totalmente libre de adoctrinamientos religiosos de ningún tipo para poder valorar, realmente, cuántos desarrollan una fe, y qué número de individuos no lo hacen porque, lo que sí es evidente, es que estamos condicionados por la tradición.
El tercer punto, la proximidad de la muerte, hace que personas que estén cercanas a esa última experiencia de la vida (por edad o por enfermedades terminales), necesiten de esa fe. Para todos es duro pensar que algún día desapareceremos del todo.
Y no sólo la propia muerte, sino la de personas queridas que se han ido y nos negamos a pensar que todo lo que sentimos tangiblemente mientras estaban vivas desaparezca con su cuerpo. Bastante tenemos ya con tirar sus ropas y casi todo vestigio de lo que necesitaba en vida, no queremos que desaparezca de nuestro recuerdo ni del recuerdo de otros (comprensible, por supuesto); necesitamos pensar que continúan vivas, de alguna manera, en un mundo más allá de lo que nuestros sentidos alcanzan a percibir.
Supongo que habrá otras razones y todas son respetables porque, creer en algo o no creer es un derecho y libertad personal incuestionable, pero estas son las que yo he detectado.
Sobre lo que ocurre en la antesala de la muerte, esas experiencias coincidentes de ver luces al final de un túnel, o de ver siluetas que parecen nuestros seres queridos que ya marcharon a esa otra dimensión. Supongo que se pueden hacer muchos estudios sobre los cambios químicos que se producen en el cuerpo humano previo a la muerte, pero lo que no se puede saber es qué sensaciones desencadenan en quien está muriendo. Pudiese ser, perfectamente, que esos cambios químicos originasen alucinaciones similares en múltiples personas (no todos quienes han sufrido una muerte clínica, y han podido regresar, han experimentado esas alucinaciones, hay muchos que no han experimentado nada a excepción de la negrura total de la inconsciencia).
Sí está demostrado que el último sentido que se pierde es el del oído, y que el propio cuerpo origina dosis extra de ciertas hormonas para que los minutos finales no sean tan cruentos como siempre hemos pensado (a mí ya me alivia saber esto último, más que pensar que después voy a vivir en las nubes tocando el arpa).