Hoy he ido a recoger el testamento al Colegio de Notarios, no es la forma habitual de hacer las cosas, no, es la forma obligada de hacer las cosas cuando todo se mantiene en secreto; ciertos documentos se esconden como si de un secreto de estado se tratara por alguna razón que escapa a mi lógica y entendimiento, quizá para ti lo tenga, pero ya tampoco tendremos la oportunidad de hablarlo y que me lo expliques. Una tontería muy cobarde, ya ves, porque, al final, todo se sabe cuando existe una línea de consanguinidad tan directa.
He visto que en ese testamento no estaba mencionada, es decir, la no mención significa la desheredación, no voy a decirte que no estoy defraudada, lo estoy y mucho, pero no lo estoy porque no me toquen 18.000 o 20.000 € de tu patrimonio, lo estoy porque sólo es una muestra más de tu olvido hacia mí.
Toda mi vida he querido pensar que tus olvidos hacia mí estaban motivados por la influencia de terceras personas, o por circunstancias personales que pudieran sobrepasarte, pero ya lo pongo en duda, ahora que ya ni siquiera estás, ni existes.
No te reprocho que nos llevaras a un orfanato a mi hermano y a mí cuando nuestra madre falleció (a sus escasos 35), yo sólo tenía 2 y mi hermano 1, siempre te he entendido sobrepasado por el dolor y sin saber qué hacer con dos niños de tan corta edad. Pero desde esa esas edades hasta los 40 y 39 que tenemos hoy en día han pasado muchos años. Años en los que rehiciste tu vida con otra mujer, años en los que tuviste 4 hijos más. Años en los que salí de aquel orfanato con 18 años para contraer matrimonio con un hombre que me amaba y a cuya boda no asististe a pesar de que te busqué y te invité.
Tampoco estuviste presente en el nacimiento de nuestro primer hijo, un niño sano y fuerte del que ambos, J. y yo, nos sentimos orgullosos, y te lo hicimos saber porque, eso sí, tú siempre estuviste localizable para hacerme saber que seguías existiendo.
Tampoco diste la menor señal de vida cuando nació nuestra segunda hija, P., una niña con síndrome de Down que hoy luce unos esplenderos 18 años en los que nunca podrá ejercer como mayor de edad, porque su diferencia nunca lo permitirá. Sabías que buscamos ayuda en las instituciones para que cuando nosotros nos vayamos ella quede atendida, si hay algo que siempre he hecho en esta vida, padre, y a pesar de tu olvido hacia mí, es tenerte informado de cómo me iba la vida. No siempre bien, no siempre mal.
Quise estar junto a ti para cuidarte cuando te hiciste mayor, e incluso en tu lecho de muerte, pero hasta en eso te olvidaste de mí; falleciste y yo me enteré 2 semanas después a través de una esquela que alguien me trajo, una esquela en la que yo ni siquiera figuraba como familiar (el resto de mis 5 hermanos sí).
Padre, no me duele tu olvido en la muerte, me duele tu olvido en la medida de que nunca signifiqué nada para ti, no sé qué delito cometí, quizá sólo el hecho de haber nacido sin haberlo pedido ni deseado.
Solo puedo decirte que ahora es a mí a quien le toca olvidar, soy feliz junto al hombre con el que llevo casada muchos años, soy feliz viendo a mi hijo haberse hecho un adulto responsable, con pareja y un futuro que le sonríe, y soy feliz cuidando de mi hija con síndrome de Down que me regala su inocencia cada día.
Ahora he de olvidarte, padre, y ni siquiera lo haré con rencor, pero siempre me preguntaré por qué olvidaste que yo sólo fui el resultado de una parte de tu cuerpo, deseada.
Pd. A pesar de la vehemencia, el mensaje es un homenaje a una amiga que está pasando por esta situación y está destrozada. No hablo en primera persona en ningún momento.