Pompeu Fabra, el químico que halló la fórmula de la lengua
Cuando tenía 15 años, Pompeu Fabra escribió a sus sobrinos, que estaban de vacaciones en Camprodon. La carta se hizo célebre porque documenta la toma de conciencia lingüística del personaje, que empieza escribiendo en castellano y él mismo se corrige, pasando al catalán porque es la lengua que hablaban entre ellos.
El 20 de febrero de 1868 –el próximo martes se cumplen 150 años–, Fabra nació en Gràcia, cuando la villa aún era un municipio independiente. Su obra es todavía vigente de un modo fundamental en la cultura catalana, por ello es doblemente sorprendente lo que este ingeniero químico llegó a construir con las herramientas de su época. Quizá la visión científica y el espíritu noucentista son las claves de su éxito. Pero lo que es evidente es que fue un trabajador nato, que sacaba rendimiento de todo y no malgastaba esfuerzos.
Con 17 años redacta un primer ensayo de gramática catalana –que guarda en un cajón– y al año siguiente se incorpora a la redacción de la revista L’Avens, que justamente al cabo de unos meses cambia la cabecera a partir de sus tesis ortográficas: L’Avenç. En una serie de escritos, comienza a definir lo que será su obra codificadora de la lengua catalana y, en este sentido, en 1892 publica un sustancioso artículo en La Vanguardia: “Sobre la reforma lingüística y ortográfica”.
Fabra compaginó a los 24 la pasión por la lengua con sus estudios de Ingeniería Química
Fabra sólo tiene 24 años y alterna la pasión por la lengua con los estudios universitarios de Ingeniería Química, pero también saca tiempo para aficionarse a la música y promover a Wagner con el grupo de melómanos Els Trenta, y para traducir teatro. La intrusa, de Maurice Maeterlink, y Espectres, de Henrik Ibsen –esta con Casas-Carbó– se publican en L’Avenç sin las haches etimológicas, una de las propuestas que Fabra defendía para la ortografía catalana –siguiendo el modelo de la italiana– y que finalmente no vio la luz normativa.
En 1902 obtiene una plaza de profesor numerario en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Bilbao, y se va a vivir allí, pero no deja de trabajar por la lengua catalana a pesar de la distancia. Aun así, hay firmas ilustres, como Eugeni D’Ors y Josep Pous i Pagès, que publican artículos en que piden que vuelva a Catalunya para trabajar en la primera línea de la codificación del catalán.
En 1907, viviendo en el País Vasco, empieza a trabajar en lo que será su primera gramática, el mismo año que Enric Prat de la Riba funda el Institut d’Estudis Catalans (IEC). En 1911, cuando se crea la Secció Filològica, Fabra es un miembro fundador, junto con Antoni M. Alcover, que la preside, Àngel Guimerà, Joan Maragall, Josep Carner... Así pues, la distancia no es ningún impedimento para que el maestro deje de trabajar en la codificación de la lengua catalana. En 1912 finalmente vuelve a Catalunya, diez años después de haber marchado a Bilbao, donde han nacido sus tres hijas, cuando le es adjudicada la cátedra de Lengua Catalana de la Universitat de Barcelona, creada por la Diputación a su medida.
Por si no tiene bastante trabajo con la elaboración de las Normes ortogràfiques (1913) y la Gramàtica (1918), aún encuentra tiempo para presidir el PEN Club de Catalunya y ser el responsable último de las traducciones de los clásicos griegos y latinos de la Fundació Bernat Metge (1923-1925). También preside el Ateneu Barcelonès, y se permite el lujo –debía de andar muy atareado– de rechazar una plaza en la Real Academia Española (1926).
En torno a 1930, Pompeu Fabra concentra sus esfuerzos en el Diccionari general de la llengua catalana (1932), mientras que por una parte lucha para que la Taula de Lletres Valencianes no se separe de las normas del IEC y, por la otra, contra las veleidades panoccitanistas que afloran en algunos sectores durante la República.
El maestro tenía un compromiso político y social incuestionable y disfrutaba de una alta popularidad
Con la Generalitat restaurada, Fabra es un personaje público que no puede rehuir la responsabilidad política. Por ello todavía añade más cargos a los que ya ocupaba. En la vertiente deportiva, preside la Unió Catalana de Federacions Esportives, y en la vertiente educativa es el presidente del patronato Estado-Generalitat de la Universitat Autònoma de Barcelona (1933-1939). En 1934 es encarcelado por los hechos del Sis d’Octubre en el barco prisión Uruguay. Y en 1936 es nombrado director general del Ensenyament del Català de la Generalitat.
Los últimos meses de la guerra civil española se establece en Sant Feliu de Codines, desde donde tomará el camino del exilio en 1939. Cerca de Francia, asume la presidencia interina de la Institució de les Lletres Catalanes, y más adelante la de la Fundació Ramon Llull, que se crea en el exilio. Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, rehúsa varias ofertas para irse a América, a pesar del peligro que supone vivir en la Francia ocupada.
Fabra y unos compañeros franceses en los campamentos Fabra, en el Pallars (Alós d'Isil, 1927-1935) (Archivo fotográfico Centre Excursionista de Catalunya)
En 1945, cuando el presidente Josep Irla crea el Gobierno de Catalunya en el exilio, lo nombra conseller. El día de Navidad de 1948 muere en Prada de Conflent, después de haber comido con la familia en Perpiñán. Muere a las ocho y media de la noche, sin haber abandonado nunca “ni la tarea ni la esperanza”.
Como escribió Josep Pla, “Fabra ha sido el catalán más importante de nuestro tiempo porque es el único ciudadano de este país, en esta época, que, habiéndose propuesto obtener una determinada finalidad pública y general, lo consiguió de una manera explícita e indiscutible”.
Un caballero muy moderno
Pompeu Fabra era un caballero, y este aspecto se reflejaba en todo. Si hablaba de él mismo, decía que era “un hombre gris, sin relieves, sin biografía”. Pero eso era una coraza o, como se dice hoy, postureo. De este modo crecía todavía más a los ojos de sus admiradores.
Como explica Mila Segarra en su biografía, cuando Manuel Azaña visitó Barcelona, el presidente de la República se sorprendió de que Fabra –“el gramático”– fuera más aplaudido que él. Y el maestro le respondió: “La lengua catalana es muy importante, y yo represento la lengua catalana”.
La gente de a pie conocía a Fabra y lo apreciaba. En el trayecto en tranvía de su casa, en Badalona, hasta Barcelona, aprovechaba para preguntar a los pasajeros cómo decían una cosa determinada, y lo apuntaba en una libreta. Era un ídolo popular, que sabía nadar y guardar la ropa. Dicen que pedía a otras personas que dieran las malas noticias, como Nicolau d’Olwer e incluso Josep Carner, y él se reservaba el papel del que daba consuelo al afectado, aunque la orden la hubiera dado él mismo.
http://www.lavanguardia.com/cultura/201 ... alana.htmlEste hombre que nunca estudio linguistica ni filología y era Ingeniero Químico
escribió la primera gramática de la lengua catalana.
Es el "inventor" del catalan, practicamente.
Puso las bases para convertir a un dialecto del occitano en un idioma propio,
como quien en un tubo de ensayo mezcla acido con cal.
Decadas después, el experimento ha explotado
pero de forma no química sino social
al inventarse un "idioma" que es bandera
de un nacionalismo fanatico enfermizo