Preocupadas por el número de niños y adolescentes que esperan ser adoptados en Brasil, un grupo de organizaciones de la sociedad civil, con aval estatal, realizó un polémico desfile con muchos de ellos que causó estupor e indignación entre la ciudadanía. Atónitos, algunos observadores compararon la exhibición con las ferias de esclavos que se realizaron en Brasil durante más de tres siglos para que los dueños de las plantaciones eligieran a los mejores 'ejemplares' africanos. Las autoridades nacionales lamentaron la iniciativa, que expuso a los menores a recorrer la pasarela, arreglados y sonrientes para seducir a potenciales familias de acogida.
El acto, que en principio pareció entusiasmar a los involucrados, transcurrió esta semana en un centro comercial de Cuiabá, capital del Estado de Mato Grosso, en el sudoeste de Brasil, y los niños lucieron ropa y accesorios provistos por los propios locales del complejo, que, de paso, se hizo publicidad. El desfile fue organizado por AMPARA, la Asociación Mato-grossense de Investigaciones y Apoyo a la Adopción, junto a la Comisión de Infancia y Juventud de la Orden de Abogados de Brasil (OAB). Contó además con el apoyo del Ministerio Público del Estado y de autoridades del Ejecutivo y el Poder Judicial locales.
Miles de internautas se manifestaron horrorizados en las redes sociales. Muchos diferenciaban el loable objetivo de hacer visible el problema de la exposición «perversa» de la infancia más vulnerable, que condenaban. «¿Qué sucede con los que no son adoptados?», se preguntaban algunos, empáticos con lo que presumen debe ser el sentimiento de aquellos pequeños que no llegan a ser seleccionados.
Intelectuales, políticos, juristas, psicólogos y psicopedagogos cuestionaron frontalmente el desfile y expresaron una inquietud de fondo: que sus promotores sean precisamente los encargados de velar por la integridad de esos niños. Entre los más críticos se hizo notar el escritor Eduardo Mahón. Fue el primero en evocar a los latifundistas revisando los dientes y la fortaleza de los africanos condenados a la esclavitud para decidir su compra, una imagen incrustada en el inconsciente de la sociedad brasileña.
Mahón censuró especialmente el hecho de que, en lugar de exponer el talento de los niños, se les exhiba «como una mercadería» apreciada a simple vista, algo totalmente contrario al compromiso que exige la adopción por encima de los cuatro años. El escritor considera que una buena manera de sensibilizar a la ciudadanía sería presentar públicamente casos exitosos de adolescentes adoptados por parejas heterosexuales, pero también por personas solas o parejas del mismo sexo. En su opinión, elegir un centro comercial para dar curso a una iniciativa en favor de la adopción, y encima mediante un desfile de candidatos, es una manera de acentuar los aspectos más controvertidos de la exposición de los niños como una mercancía.
Expertos en salud mental infantil declararon igualmente su preocupación por los sentimientos que se pueden despertar en quienes no son escogidos. Desde esta perspectiva, cuestionaron que se refuerce la idea combatida por especialistas de que los adoptantes seleccionan al niño de acuerdo a su aspecto físico en lugar de hacerlo por compromiso con su historia personal o sus inclinaciones menos visibles.
En principio, una directiva de AMPARA explicó que los niños y adolescentes que desfilaron eran pequeños ya adoptados que participaron junto a sus familias para promover la adopción tardía. Pero otra integrante de la organización la contradijo al revelar que se trata de niños vistos ya por varias familias en hogares infantiles pero que no consiguen ser acogidos.
Puede que la intencion fuera buena pero puesto a escena resulta muy desagradable