PREGUNTA PARA ESPAÑOLES: ¿QUE TIPO DE ARMA MEDIEVAL ES ESTÁ? Y ¿EN QUÉ LUGAR SE HABRÍA DESARROLLADO?
TRADICIONES DE HAZÂR AFSÂNA (S - IX):
<< Citando al gran califa llegado a la península, que por entonces era una metrópoli, al frente de un poderoso ejército para la conquista de los reinos, hubo de dejar en dicha localidad a un háyib, afectado de una extraña enfermedad, al cuidado de un hábil y experto médico.
El háyib, uno de los favoritos que tenía vínculos de sangre con el califa, ni bien se restableció de sus dolencias, decidió marchar tras el ejército; y cuando ascendió con su séquito por las colinas del Taifa, fue sorprendido por una violenta tempestad que lo obligó a refugiarse en una humilde choza de unos pastores. El percance motivó una recaída, y hubo de guardar obligado reposo.
Residía allí una bella pastora cuán futura mujer de harén, y se esmeraba en prodigar atenciones al háyib con marcada humildad. En efecto, largas noches había permanecido en su cabecera, poniéndole en su frente y sus sienes caldeadas por una persistente fiebre, extrañas hojas frescas de plantas medicinales. Y con que alegría y admiración contemplaba la arrogante y hermosa faz del háyib. Y él también, extasiado, miraba a la muchacha abnegada que le dispensaba sus cuidados con cariño maternal. Todas las mañanas cuando asomaba la aurora solía despertarla y se sentía atraído en forma irresistible por la singular expresión de aquel rostro agraciado y por el dulce acento de su voz, cuando humildemente le ofrecía sus alimentos.
Y así, en silencio, fue naciendo en aquellas almas jóvenes un tierno amor. El háyib ya no tuvo prisa de viajar y más bien, trató de prolongar su estancia porque una extraña felicidad inundaba todo su ser.
Pero un día llegaron unos mensajeros con la orden de ponerse inmediatamente en marcha. El háyib notó que una inmensa tristeza se apoderaba de su espíritu fuerte y altivo, se diluyó como la sal en el agua. Por primera vez en su existencia sintió una honda amargura al pensar que tenía que dejar para siempre al ser amado.
Después de largos días de meditación, decidió tomar a la concubina por esposa. Comunicó esta resolución a los hombres de su séquito y a los padres de la pastorcilla. Todos le mostraron su asombro, porque, ¿Cómo era posible que un joven de sangre real a unirse en matrimonio a una humilde sierva?
El háyib fue en busca de la amada y la halló pastando una manada de hermosos ganados de laderas. Ella requerida por él, le respondió que no podía, que tenía que obedecer a sus padres. En este tremendo trance notó el joven que se nublaba los ojos, y al disiparse vio extasiado en el fondo del valle una laguna azulada y en aguas se dibujaba un paisaje magnífico.
La humilde joven que también contemplaba aquel bello espectáculo meditó un instante y pronto acudió a su mente una feliz inspiración y sumisamente se acercó ante el atribulado háyib y le interrogó.
- Tú que eres háyib y gran señor, tú que eres un hijo luminoso, ¿Serías capaz de convertir en fértil valle las aguas de aquella extensa laguna?
El háyib caviló breves momentos y blandiendo en sus manos un lanzador de finos colores, le repuso:
- Y si fuera cumplido, ¿consentirías en ser mi esposa?
La joven completamente turbada le contestó afirmativamente. Entonces el háyib, impulsado por un misterio designio, postró sus rodillas en tierra y oró a Alá con marcada devoción y enceguecido por los intensos rayos de luz, inclinó su frente hasta rozar la tierra. En aquel instante se escuchó un agudo silbido en el espacio y, muy cerca rodó por el suelo un trozo de oro, levantando en su caída una nubecilla de polvo. El háyib prestamente se apoderó del preciado objeto y lo colocó en una honda cristiana. Midió la distancia con la aguda mirada de un hábil guerrero y, moviendo rápidamente el arma lo lanzó con suma destreza al fondo del lago.
A poco, percibiese un estrépito, crujió la montaña, tembló la tierra, las aguas del lago se agitaron y aquellos felices amantes pudieron contemplar con asombro, que el elevado peñón que aprisionaba las aguas, se partía en dos para dar paso a un raudo torrente.
La unión de la joven pareja cumpliendo el pacto acordado. Se realizó con gran regocijo y algarabía de los fieles súbditos. Las fiestas se prolongaron por muchos días, con diversas manifestaciones de cantos, danzas y bailes con vistosos atavíos, el término de los cuales, la feliz pareja hubo al fin de emprender viaje al nuevo reino conquistado.
Y desde entonces, los felices locales convirtieron los terrenos que ocupaban las aguas de las extensas lagunas azuladas, en un inmenso campo de cultivo, especialmente del albo y preciado fruto, traído por los guerreros del glorioso ejército imperial. >>[/color][/i]
Fuente Traducción de ¿?:
Abu Abd-Allah Muhammad el-Gahshigar (Siglo IX). Tradiciones de Hazâr afsâna.