Vamos abriendo y cerrando carpetas como de un ordenador imaginario y en cada carpeta que dejamos atrás, se queda un poco de nosotros.
A veces es peor porque no sabemos pasar página, y nos convertimos en fantasmas de nuestra propia existencia, y lo que es peor: el anacronismo no termina con la sobriedad y profundidad que nos proporciona un cubo de cervezas, fumarse unos porros o ponerse poético. Todo lo contrario.
Alguien dijo que la poesía es vivir lo que no es. Quizás, también aferrarse a un ciclo que ya pasó...
Con nuestras luces y sombras los ciclos vienen y se van para siempre, y con los años, como el villancico de la Noche Buena, las carpetas cerradas o a medio cerrar que son las casas encantadas de nuestros sueños, van predominando en el paisaje.
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